Sociedad
4 de junio en Bariloche: cuando la ciudad se hizo de noche
Hace catorce años, una erupción volcánica en Chile cubrió de cenizas la ciudad, se oscureció en plena tarde y la confusión se apoderó de las calles. A través de los relatos de vecinos y vecinas que vivieron aquel momento, ANB reconstruye una jornada que quedó grabada en la memoria colectiva de toda la comunidad.
04/06/2025 16:14 Hs.
Un sábado a la tarde, hace ya catorce años, Bariloche se detuvo. La luz del día desapareció de un momento a otro y una lluvia espesa, gris y densa comenzó a caer del cielo. No era agua ni nieve. Era ceniza. Era el Cordón Caulle que, tras una erupción violenta del lado chileno de la cordillera, cubría la ciudad de un polvo volcánico como nunca antes se había visto.
Fue el 4 de junio de 2011 y Bariloche vivió uno de sus episodios más impactantes, de esos que se marcan a fuego en la memoria colectiva.
Eran cerca de las 17 horas cuando el cielo se volvió negro. Las luces del alumbrado público se encendieron como si fueran las nueve de la noche. No se sabía qué estaba pasando. Faltaba información, abundaban los rumores. El miedo, la incertidumbre, el desconcierto lo invadieron todo. A 14 años de aquel día, ANB reconstruyó ese momento a través de los relatos de quienes lo vivieron.
“Nos pegamos un susto bárbaro”, recuerda María Teresa, hoy jubilada. En ese entonces, pasaba la tarde con sus hijas menores. “Estábamos merendando. De golpe se puso de noche. Tan oscuro que se prendieron las luces de la calle. Llamé a mi hija mayor para ver qué pasaba, y me dijo que estaba ‘lloviendo arena’. Yo no entendía nada. Después supimos que eran cenizas del volcán. Fue muy impactante, estábamos shockeadas”, confiesa.
Martina, por su parte, trabajaba en una estación de servicio en pleno centro. Su testimonio deja entrever el caos que se vivió: “Ese día me tocó trabajar de cortado. Había salido a las 14 y me fui a la casa de una compañera. A las 18 tenía que volver a entrar. Una hora antes se empezó a poner todo oscuro, zarpado. Empezó a caer esa ceniza de m… Bajé corriendo al laburo y fue desesperante, nadie informaba nada, todos cargaban nafta y se iban rajando”, dice entre risas que aún suenan nerviosas, como si el recuerdo tuviera cuerpo.
La sensación de miedo se repite en cada testimonio. Estela, embarazada de su hija menor en ese momento, resume lo que vivieron muchas familias: “¡Casi me muero! Justo se me ocurrió salir a la calle. Es inexplicable el miedo que sentí al ver cómo se hizo de noche a las cinco de la tarde”.
Cristian, en tanto, atravesó el momento con una urgencia médica de por medio. “Mi hija tenía apenas 10 días. Mi señora seguía con una sonda que ese día se tapó. En plena lluvia de cenizas, aunque decían que no se podía circular, tuvimos que salir de urgencia a la guardia porque ella tenía mucho dolor. La calle era desesperación total. Increíble”, recuerda conmovido.
Y Marina también vivía un embarazo por esos días. El suyo es un testimonio que mezcla lo onírico con lo real, como una postal de ciencia ficción que no parecía posible. “Mi hija nació en septiembre. Ese día salía de danza árabe y tribal, venía practicando, y cuando salgo del centro creo que eran tipo tres de la tarde, el cielo ya estaba encapotado. Me subí al auto y arranqué hacia mi casa en el km 20, y empezó a caer una arena tipo lluvia que no entendía nada. Igual yo estaba como en Narnia, no me asusté. Llegué y mi marido volvía de remar en El Manso: venían con el parabrisas sin funcionar y uno sacaba la cabeza para ir guiando. Mis viejos me llamaban preocupados por la panza, no sabíamos si era tóxico, si se podía respirar, si se podía salir…”.
Aquel sábado gris, la ciudad vivió una postal apocalíptica. Pero después del miedo vino la resiliencia. Hubo que aprender a convivir con la ceniza, a limpiar techos, calles, autos, pulmones. Se suspendieron clases, se cerraron aeropuertos, se cancelaron vuelos.
La actividad turística, motor económico de Bariloche, se detuvo. Sin embargo, la comunidad respondió con una fuerza que impresionó incluso a quienes venían de afuera a ayudar.
Hoy, al mirar atrás, no sólo se recuerda el caos. También se recuerda la solidaridad, la organización barrial, las manos que se tendieron entre vecinos, los medios de comunicación que informaban sin parar, las escuelas que abrieron para repartir barbijos y agua, los gestos mínimos que ayudaron a calmar el alma en medio de una tormenta inesperada.
Bariloche renació después del Cordón Caulle. Lo hizo como tantas veces: a fuerza de comunidad. (ANB)