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Sociedad

A 15 años de la hazaña de cinco barilochenses que alcanzaron la cumbre del Everest

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El 23 de mayo de 2010, cinco montañistas de Bariloche llegaron a la cima del Everest. Marcelo Deza, ahora Gerente del Club Andino Bariloche, cuenta cómo fue esa experiencia única.

A las 8:40 de aquella mañana, cumplieron el sueño de cualquier montañista: tocar el techo del mundo (Foto gentileza).

Hace quince años, un grupo de barilochenses llegó a la cumbre del Everest, la montaña más alta del mundo, con 8848 metros. Ramón Chiocconi, Marcelo Deza, Charly Galosi, Alvar Puente y Leonardo Proverbio lograron un hito para el montañismo argentino: fueron el primer equipo íntegramente nacional en hacer cumbre. Lo hicieron como parte del Club Andino Bariloche, con el apoyo de la Federación Argentina de Ski y Andinismo. Uno de los cinco andinistas que integraron la “Expedición Bicentenario Monte Everest 2010”, revive la experiencia que los llevó desde Bariloche hasta la cumbre del mundo.

Marcelo Deza recuerda la hazaña 15 años después (Foto Euge Neme).

“Salimos del Campamento 4 a las 21 horas y caminamos toda la noche. Llegamos a la cima pasadas las ocho de la mañana. Fueron once horas para subir 900 metros”, contó. A esa altura, el aire escasea y todo se vuelve lento.“Un paso, una respiración. No solo por la falta de oxígeno, también porque había mucha gente” expresó Deza.

El frío era extremo y para mantenerse caliente había que moverse. “El termómetro se congeló a -40°. Todo lo que llevábamos se congelaba, así que la comida y el agua iban pegadas al cuerpo. No se podía parar mucho, porque te enfriabas enseguida”, explicó.

Tuvieron paradas en cuatro campamentos en su camino para llegar a la cima. Antes de emprender el tramo final, comenzaron en el campamento Base, durmieron en el Campamento 2 y siguieron el 3. En esos multitudinarios espacios, compartieron con gran cantidad de personas, escaladores, sherpas, hasta cocineros. Incluso Marcelo junto a Ramón Chiocconi, el médico del grupo, dieron cursos de primeros auxilios.

 

Un gran equipo

La comitiva contaba con tubos de oxígeno, pero solo los usaron desde el campamento 3. “Tenés un solo tiro para ir a la cumbre porque el oxígeno es limitado. Más o menos teníamos cinco o seis botellitas por persona para todo, para usar hasta volver”. Con la provisión de oxígeno necesaria  y la con la comida y el agua dentro de la ropa para que no se congelara, los cinco montañistas alcanzaron la cumbre juntos, lo que ,según el protagonista, es poco habitual en los llamados “ochomiles”. “En general suben uno o dos del grupo. Nosotros llegamos los cinco”, indicó.

Todos guías de montaña e instructores de esquí, los hizo fuertes el amor por la montaña que habían construido hacía años. “A lo mejor, algunos no estábamos ejerciendo, lo que sí teníamos en común fue que éramos todos de Bariloche, todos del Club Andino, y todos de la Comisión de Auxilio también”, valoró.

Destacó que hubo otras expediciones argentinas, pero esta fue la primera expedición argentina exitosa. “La gran diferencia con nuestra expedición era que nos conocíamos. Nosotros habíamos escalado juntos antes. No sé si éramos los indicados, los mejores para subir o las promesas. Y capaz que había gente con más experiencia en eso. Lo que logramos hacer es el equipo”, resaltó.

 

Un recibimiento de héroes (Foto gentileza)

 

Un proyecto que nació en Bariloche

Todo surgió en el Bicentenario y para los festejos del 25 de mayo pero no apareció el apoyo oficial. “De repente, era 8 de marzo y había que estar en Katmandú el 24 de marzo”, rememoró. Cuando ya estaban cambiando de objetivo a una expedición más accesible, Francisco Minieri Saint Beat decidió financiar y dirigir el proyecto, según explicó , en homenaje a un amigo que había intentado la proeza décadas atrás. El patrocinador, fallecido hace unos años, estuvo presente en el campamento base para acompañarlos antes de la salida a la montaña.

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El viaje incluyó varias escalas: Bariloche–Buenos Aires, Buenos Aires–Río, Río–India, y de ahí a Katmandú. Parte del equipo fue conseguido por los hermanos Damián y Willy Benegas, dos guías se montaña argentinos con extensa experiencia y varias cumbres en el Everest, que brindaron todo el apoyo logístico. “Llegamos y milagrosamente estaba todo listo”, señaló. Aunque todo fue minuto a minuto. “Las botas, por ejemplo, que a cualquier persona que sale a caminar a la montaña le decimos ‘usá las botas un mes antes para que no te salgan ampollas’. Todo lo probamos allá”.

“Nosotros fuimos los octavos o los novenos argentinos en llegar; antes que nosotros había subido Mercedes Sahores”. La neuquina, residente en Bariloche, se había convertido el año anterior en la primera mujer argentina en hacer cumbre en el Everest. “Fue a quien le pedimos que nos contara todo”, señaló.

 

Marcelo Deza, actual gerente del CAB y uno de los protagonistas (Foto Euge Neme).

 

El “techo del mundo”

Aunque llegar al Everest fue un logro enorme, Marcelo valoró el compañerismo por sobre la hazaña. “Cuidás al otro como si fuera de tu familia. Si alguien no se pone protector solar, puede no seguir. Entonces estábamos muy atentos”.

Con el paso del tiempo, valora más las montañas cercanas. “Te vas olvidando. Y vas empezando a ver que no es necesario irse tan lejos. Acá en la Patagonia hay lugares increíbles, poco explorados, a un día de auto”. Aunque la llegada a la cima fue muy especial, dejó en claro que la verdadera meta era volver todos sanos y salvos. “El objetivo siempre es volver. Toda esta ‘peli’ termina cuando estás abajo. La cumbre a cualquier costo, nunca. La mejor foto que me saqué en el campamento base con todo el cuerpo sano y sin congelar”.

“Nos tocaron con la varita mágica. Ya teníamos todo el trabajo armado y estábamos recontra positivos”, resaltó. Sobre su primera sensación en la cumbre, dijo: “Te sentís muy agradecido”.

“Lo que más se rescata en estas cosas es el compañerismo, el equipo. Uno podría estar en cualquier montaña pero con alguien de confianza es otra cosa”. El regreso a Bariloche fue emotivo: los recibieron como héroes, con desfiles, aplausos y un paseo por las calles de la ciudad en el camión de bomberos. Hoy, a 15 años, Marcelo lo vive de una manera especial: “Subir al techo del mundo, sin duda, fue una experiencia hermosa. Pero seguimos siendo personas normales. Lo que tiene la montaña, la naturaleza y lugares extremos es así, es eso de que te acomoda sobre qué es en realidad un problema”.