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Sociedad

A 30 años del crimen del soldado Carrasco: torturas, ocultamiento de pruebas y el fin del servicio militar

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Hoy se cumplen 30 años del crimen del soldado Omar Carrasco

Sebastiana y Francisco Carrasco se embarcaron en un viaje en coche, cubriendo la distancia de 80 kilómetros entre Cutral Có y Zapala, situadas en la provincia de Neuquén. Su destino era el cuartel donde su hijo mayor, Omar, estaba realizando el Servicio Militar Obligatorio. Aprovechando el primer permiso que le concedieron desde su ingreso, los padres decidieron visitar al soldado Carrasco.

No está. Su hijo es un desertor –les dijo un soldado.

El 3 de marzo de 1994, Omar Carrasco partió de su hogar en Cutral Có para incorporarse al Grupo de Artillería 161 ubicado en Zapala. Contaba con 19 años de edad. Durante el sorteo correspondiente a su generación, la clase del 74, le había correspondido un número alto, lo cual significaba que debía cumplir con el servicio de conscripción. A pesar de que un examen médico militar, que evaluaba la relación entre la estatura, el peso y el perímetro torácico, lo excluía, se determinó que Omar estaba en condiciones de servir.

Omar no podía haber acudido a otro lugar que no fuera su hogar. Tras 15 días de haberse incorporado al Ejército y luego de visitarlo dos días antes sin poder localizarlo, Francisco Carrasco presentó una denuncia por la desaparición de su hijo. En un contexto de declive económico, toda la comunidad de Cutral Có se movilizó en la búsqueda de Omar. El pueblo, centrado en la industria petrolera, comenzaba a experimentar los efectos adversos derivados de la política de privatizaciones impulsada por el presidente Carlos Menem, quien en 1992 había decidido privatizar YPF.

Quince días más tarde, el 6 de abril de 1994, se halló el cuerpo de Omar Carrasco a 700 metros de las instalaciones del cuartel, vestido únicamente con un pantalón de un tamaño mucho mayor al suyo. Presentaba un ojo izquierdo gravemente lesionado. Cerca del cuerpo, se encontraron unos borceguíes, una camisa y un reloj que sus padres identificaron debido a que estaba roto y no mostraba ni la hora ni la fecha correctas. Dicho hallazgo se produjo durante el segundo rastrillaje efectuado en la zona, ya que en el primero, que abarcó la misma ubicación, no se había encontrado evidencia alguna.

Omar, cuyos padres eran una ama de casa y un albañil que se dedicaba a la construcción de represas, colaboraba con su padre en diversos trabajos temporales de albañilería. Anteriormente, había dedicado cuatro años a la carga y descarga de jaulas de pollos.

Omar Carrasco nació en Cutral Có y era hijo de una ama de casa y un albañil
Omar Carrasco nació en Cutral Có y era hijo de una ama de casa y un albañil

Omar, de constitución delgada y carácter tímido, nació en Cutral Có, un lugar donde el viento sopla fuerte y agrieta la piel. Los jefes de la guarnición intentaron atribuir su muerte al intenso frío de la zona, pero la autopsia desmintió esa versión. Según los análisis realizados, el cuerpo de Omar fue colocado en ese lugar en los últimos días antes de su hallazgo; había fallecido aproximadamente un mes antes.

Los especialistas forenses concluyeron que el cuerpo de Omar había sido ocultado en un sitio seco y oscuro antes de su hallazgo, lo que explicaría el proceso de momificación observado. El hecho de que no presentara signos de haber sido atacado por animales, como perros cimarrones, indicaba que no había permanecido en el lugar del descubrimiento durante todo el tiempo. La vestimenta apresurada, evidenciada por el uso de un pantalón demasiado grande y que no le pertenecía, sugería que Omar había sido vestido de manera precipitada con la intención de abandonar su cuerpo. Además, los análisis revelaron que Omar había sido despojado de su ropa y asesinado a golpes, presentando costillas fracturadas, un pulmón perforado y un ojo gravemente lesionado.

El día en que se encontró el cuerpo, uno de los mandos de la brigada declaró ante la prensa que el cuerpo de Carrasco no mostraba signos de violencia y que había sido localizado fuera de las instalaciones militares.

Para ese momento, ya se estaba tramitando en la Cámara de Diputados un proyecto de ley que proponía modificar las condiciones del servicio de conscripción. Esta nueva legislación permitiría realizar el servicio militar a los 21 años en lugar de a los 18, ofrecería la posibilidad de elegir la región y tomaría en consideración a los objetores de conciencia, es decir, a aquellos que, por motivos filosóficos o religiosos, se negaran a portar armas.

Carrasco profesaba la fe evangelista. Durante los tres días que permaneció en el cuartel, antes de su muerte el 6 de marzo de 1994, hizo solamente un amigo. Se trataba de Juan Sebastián Castro, con quien compartía lecturas de la Biblia.

El artículo 702 del Código de Justicia Militar establecía que “el militar que se exceda arbitrariamente en el ejercicio de sus funciones, perjudicando a un inferior o que lo maltrate prevaliéndose de su autoridad, será sancionado con medidas disciplinarias o con prisión”. Aunque someter a un soldado a prácticas degradantes, conocidas coloquialmente como “bailar a un soldado”, constituía un delito, este tipo de comportamiento se había convertido en una práctica habitual.

El subteniente Ignacio Canevaro sometió a Carrasco a este tipo de abuso durante al menos 20 minutos. Por otro lado, dos soldados de mayor antigüedad, Víctor Salazar y Cristian Suárez, ocultaron el lampazo que Omar debía usar para limpiar, convirtiéndolo en blanco tanto de acoso entre compañeros como de abuso por parte de las autoridades militares. Estos fueron los últimos que lo vieron con vida y, como resultado, fueron detenidos e incomunicados por la justicia militar. La investigación civil del caso quedó en manos del juez Rubén Caro.

El subteniente Ignacio Canevaro - en el centro- fue condenado a 15 años de prisión (CEDOC)
El subteniente Ignacio Canevaro – en el centro- fue condenado a 15 años de prisión (CEDOC)

Inmediatamente después del hallazgo del cuerpo, Zapala se vio inundada por miembros de Inteligencia militar, quienes se encargaron de llevar a cabo una investigación paralela a la dirigida por el juez Caro. Asimismo, Martín Balza, Jefe del Ejército, también se desplazó al lugar.

Entre los 130 soldados que prestaron declaración ante el juez Caro se encontraba Castro, amigo de Carrasco. Su testimonio era especialmente valioso dado que, a diferencia de sus compañeros, declaró desde fuera del cuartel. Se había fugado y era el único testigo presencial de la agresión. Relató cómo observó a tres o cuatro personas vestidas de verde golpeando a su amigo. El juez decidió suspender la exposición debido a que Castro experimentaba dolor en un dedo, detalle que quedó registrado en el expediente. A causa de esta lesión, fue hospitalizado y permaneció aislado.

Debido a la fuga de Castro, se emitió un documento oficial que certificaba su deserción. Sin embargo, en el caso de Carrasco, no existía tal registro. Un sargento, Carlos Sánchez, prestó declaración en cinco ocasiones, afirmando en cada una de ellas que no tenía conocimiento de lo sucedido el 6 de marzo. Tras un traslado imprevisto a Buenos Aires, Sánchez declaró que los soldados Suárez y Salazar le habían confesado haber golpeado a Omar por órdenes de Canevaro.

A medida que avanzaba la investigación, las marchas del silencio envolvían a Zapala en una atmósfera de mutismo conmovedora. De los 29 mil habitantes de la ciudad en aquel entonces, 3500 participaban en estas caminatas en silencio, portando una bandera que proclamaba: “Omar Octavio Carrasco. No a la impunidad. Sí a la vida”.

Los compañeros de Carrasco, jóvenes de 18 años, presentaban recursos de habeas corpus para evitar regresar al cuartel, mientras que las denuncias se multiplicaban a lo largo de todo el país. Padres de soldados elevaban quejas sobre las palizas recibidas por sus hijos en los cuarteles.

En la televisión, María Laura Santillán, en su programa “Causa Común”, entrevistaba a Eudoro Palacio, cuyo hijo Daniel había fallecido en 1983 tras recibir una golpiza mientras realizaba el servicio militar en Campo de Mayo. Desde su fundación en 1977 hasta la muerte de Carrasco en 1994, el Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio (Fosmo) había registrado 34 casos de soldados muertos o desaparecidos durante el cumplimiento de su servicio militar, casos que habían conseguido atención de la prensa. Sin embargo, afirmaban que la cifra real de víctimas era significativamente mayor.

El instinto de Diana, la perra pointer de la Policía Federal, no se equivocó. Antes de dirigirse al cuartel, había olfateado las manos y la ropa de Omar. Inicialmente se dirigió hacia las afueras del predio, pero repentinamente cambió de dirección, deteniéndose en la puerta de un baño abandonado al cual no se le permitió ingresar. Tampoco se le permitió acercarse al tanque de agua donde se había encontrado una mancha de sangre. Durante el día de la inspección, el tanque perdía una cantidad de agua mucho mayor a lo usual. Diana, visiblemente agitada, corría del tanque al baño.

En agosto de 1994, cinco meses después del hallazgo del cuerpo de Omar, el presidente Carlos Menem, en el contexto de su campaña para la reelección, firmó el decreto 1537 que eliminaba la conscripción. De esta manera, se ponía fin a casi 100 años de servicio militar obligatorio, el cual había sido establecido en 1902 por el ministro de guerra Pablo Riccheri durante la presidencia de Julio Argentino Roca.

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Cuando Menem tomó la decisión, el 30% de los adolescentes que debían presentarse al chequeo médico para el servicio militar no acudían. Oscar Camilión, el ministro de Defensa, reconocía en declaraciones a los medios que el Servicio Militar Obligatorio venía agonizando desde hacía tiempo, incluso antes del impacto que generó el caso Carrasco.

La primera autopsia concluyó que Carrasco falleció debido a un golpe en el pecho. Sin embargo, la segunda autopsia reveló numerosos datos que contradecían esta conclusión. Los elementos refutatorios no fueron hallados en el cuerpo de Omar; la clave de la investigación estuvo en el hospital del cuartel donde había recibido atención médica.

Para el momento en que el médico legista de la Policía Federal, Alberto Brailovsky, realizó el descubrimiento, el subteniente Ignacio Canevaro y sus dos soldados, Víctor Salazar y Cristian Suárez, ya habían sido condenados por la Justicia. El 31 de enero de 1996, Canevaro recibió una condena de 15 años de prisión, mientras que Suárez y Víctor Salazar fueron condenados a 10 años cada uno. Además, el sargento Carlos Sánchez fue condenado a tres años por el delito de encubrimiento.

De acuerdo con el estudio realizado por Brailosky, en el contexto de la causa por encubrimiento denominada Carrasco II, después de recibir la golpiza, Omar sobrevivió entre 48 y 60 horas. Durante ese período, fue atendido en el hospital del cuartel, y fue en este lugar donde se determinó que la causa de su muerte se debió a un diagnóstico erróneo y un tratamiento inadecuado.

Se detectaron recetas falsificadas exclusivamente entre el 6 y el 9 de marzo de 1994. Médicos que oficialmente no se encontraban de guardia hicieron acto de presencia en el hospital por supuestas patologías menores, e incluso se registró a una paciente inexistente bajo el nombre de María Gómez. Después de declarado su fallecimiento, en la ficha médica de Omar consta la administración de una vacuna antitetánica el 8 de marzo, dos días posterior a la fecha oficial de su muerte. La prescripción de esta vacuna se realizó a nombre de Orlando Costa, quien fue vacunado varios días más tarde.

Las pastillas de formalina, reconocidas por su potente capacidad desinfectante, son comúnmente utilizadas en los hospitales. Durante los meses de enero y febrero de 1994, en el hospital del cuartel se registró el consumo de 10 pastillas de formalina. No obstante, solo en el mes de marzo de 1994, el consumo se disparó a 400 pastillas.

Brailovsky sostiene en su informe que debido a un error médico, Omar experimentó una hemorragia interna y una contusión pulmonar que derivaron en insuficiencia respiratoria. Argumenta que si Omar hubiese recibido la atención médica adecuada, habría sobrevivido. No obstante, su peritaje no fue considerado durante el juicio.

En el transcurso del segundo juicio, también testificó Rodolfo Correa Belisle. El capitán, miembro del Grupo de Artillería 161, relató que el día del rastrillaje observó cómo un camión unimog se alejaba del lugar. Las marcas de los neumáticos se extendían casi hasta donde se encontró el cadáver. Por haber declarado ante la justicia civil, Correa Belisle fue obligatoriamente retirado del servicio.

Se reveló que, entre las 19:30 del 8 de marzo y las 7:30 del 9 de marzo de 1994, el cuartel de Zapala envió al Estado Mayor del Ejército un total de 7 Mensajes Militares Conjuntos (MMC), una práctica no habitual, especialmente en una secuencia tan consecutiva. No fue posible determinar el contenido de estos mensajes, ya que los textos desaparecieron. Durante un allanamiento al cuartel realizado en 1999, se constató la existencia de todos los MMC, excepto los correspondientes al año 1994.

En junio de 2005, la causa por encubrimiento prescribió, y los siete militares que habían sido procesados fueron sobreseídos. A través del uso de recursos judiciales, lograron obstruir el proceso legal de tal manera que nunca se llegaron a llevar a cabo las audiencias públicas.

Una vez liberado, Canevaro, además de publicar un libro en el que señala a los médicos militares del hospital como los responsables de la muerte de Carrasco, declaró en 2009 en una entrevista con el diario La Mañana de Neuquén: “Había un contexto donde se estaba dando el contrabando de armas, la explosión en la fábrica militar de Río Tercero, la caída de un helicóptero del Ejército en el Campo Argentino de Polo. Yo mismo entregué un cañón que no fue al grupo de artillería sino que apareció en Croacia”