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A trece años del accidente en el que su pequeña hija falleció: “La estructura que una tiene se desmorona y hay que empezar de vuelta”
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hace 4 semanasel
María Campolonghi es coach ontológica y escribió un libro para ayudar a transformar a la muerte y el dolor en impulsores de vida.
“Hoy convivo más con el recuerdo que con el dolor”, afirma María (fotos: Facundo Pardo).
Una mañana cualquiera, realizar un trayecto conocido y seguir con la vida.
Eso, de pronto, no sucede.
Todo se interrumpe.
La pantalla de la existencia se pone negra porque se produce una perturbación, algo no previsto.
Simplemente, la muerte.
María Campolonghi recuerda lo que sucedió hace trece años, el 24 de abril de 2012.
Había salido de Dina Huapi, su lugar de residencia, junto a su hija, hacia Bariloche.
Manejaba un Volkswagen Gol.
La niña, Martina, iba detrás, con el cinturón de seguridad colocado.
“Estaba oscuro y vi el caballo… En realidad, observé lo que pensé que quizá eran personas que iban a cruzar. Noté luces de frente… Tuve la sensación de que algo podía pasar y me corrí a la banquina de mi lado”, comienza a relatar. Y suspira: “Después, sentí el impacto”.
En tal sentido, explica: “La camioneta que venía de frente dio un coletazo, chocó al caballo y se vino para donde estábamos nosotras, es decir, la banquina contraria, y el tráiler que llevaba nos impactó”.
María recuerda su propia voz, que lanzaba quejidos (“Mis rodillas, mis rodillas”, por el dolor repentino) y gritos clamando por la hija (“¡Martina, Martina…!”).
“Escuché llegar a la ambulancia, pero no tengo registrado en mi mente el momento en que me sacaron del auto… Sí recuerdo cuando me llevaban al hospital, incluyendo las lomas de burro del camino”.
Una vez en el nosocomio, nadie le decía nada sobre Martina.
Un psicólogo había encomendado que no le hablaran del tema.
Sin embargo, ella intuía que la niña estaba muerta.
Finalmente, le confirmaron la sospecha.
Aquella mañana, María y Martina se dirigían al colegio Woodville, donde la nena iba a jardín y ella trabajaba como directora.
La pequeña era su única hija.
“La vida te cambia ciento por ciento, la estructura que una tiene se desmorona y hay que empezar de vuelta”, comenta, al evocar el accidente.
María se retiró del hospital en la misma jornada del hecho. Le dieron el alta tras coserle heridas y realizarle curaciones en diversas partes del cuerpo.
Martina había fallecido en el mismo auto. Intentaron reanimarla, pero fue en vano. Con los años, María supo que había tenido una especie de hundimiento facial producto de un golpe derivado del impacto.
Más allá del dolor por la muerte, vinieron tiempos de litigio. En tal sentido, la mujer explica: “Se hizo un juicio civil contra la aseguradora de la camioneta; el tráiler no estaba asegurado. Tuvimos, después de un tiempo, un fallo a favor, pero el proceso fue cansador”.
Por otra parte, cabe indicar que, antes del accidente, María había perdido un embarazo, y, tras el fallecimiento de Martina, otros dos. “Fueron pérdidas traumáticas, por cesárea, ya dentro del segundo trimestre”, señala.
El conjunto de aquellas cuestiones, más algunos temas que vagaban por su interior desde antes de aquel 24 de abril de 2012, la llevaron a realizar un cambio de timón en su vida.
Se percató de que no había tomado el tiempo debido para conectarse con ella misma, con lo que le sucedía.
“Encaré la situación a través de la terapia comunicacional”, apunta.
Ese proceso derivó en lo que define como “un cambio de mirada”.
“No puedo reemplazar el pasado, pero sí tomar una decisión con mi vida de acá en más, ver qué es lo que quiero”, sostiene, a la vez que expresa que, en definitiva, se trata del modo de posicionarse frente a los hechos, “como víctima o protagonista”.
“No se trató de algo sencillo. Fue como hundirse en la tierra, en el barro, hasta lograr salir y aceptar lo que sucedió, para encarar la vida con un sentido, un proyecto”, manifiesta.
Así, decidió estudiar coaching ontológico. En la actualidad, tiene una consultora. La contratan empresas para hacer capacitaciones o asesoramientos o bien acompaña procesos individuales.
“Es un trabajo sobre el ser; se acompaña a la persona a que vaya descubriendo sus propias respuestas. A diferencia de la psicología, el coaching no interpreta, no juzga, no va al pasado sino que parte del presente hacia el futuro. En general, es muy concreto”, expone, y explica que, en algún modo, se trata de “diseñar un plan de acción para lograr objetivos”.
En lo personal, dice que, desde esa posición, empezó “mirar la situación de muerte y duelo de una forma distinta”, y profundiza: “Fue porque yo misma me miré de un modo diferente”. Además, añade: “Me fui transformando para poder encarar mi propia vida de manera resiliente, positiva”.
María encontró en la escritura una manera de transmitir las variaciones que la llevaron por un sendero mejor.
En su etapa de maestra jardinera, había escrito cuentos para los pequeños, y tras el accidente, como forma de expresarse, había delineado algún poema, pero poco más. Sin embargo, surgió la idea de hacer un libro como forma de transmitir lo que a ella le había hecho bien. “Más allá de la catarsis que se puede hacer a través de la escritura, quise compartir la experiencia y llevar un mensaje esperanzador al resto”, cuenta.
Un libro que se publicó por primera vez en 2021 y ya va por la tercera edición. En Bariloche se consigue en la librería Literal y en el kiosco Jorgito; en Dina Huapi, en la librería El profe.
De esa manera, nació Mejor sí hablar de ciertas cosas (la muerte y el dolor como impulsores de la vida). “Ahí digo que no agradezco lo que sucedió, pero gracias a eso fui cambiando en mi ser”, apunta María, para luego afirmar que la intención fue brindar un mensaje: “Se puede tomar una actitud positiva, pero depende de una misma, de la decisión y elección que escoja”.
Sobrevuela la intención de realizar un nuevo texto, encarando el tema desde algún otro punto de vista. Pero, por ahora, es sólo una idea.
–Si bien cada situación es única, ¿qué le dirías a otra persona que atraviesa por el trance de perder un hijo?
–En realidad, ya a varias personas que he encontrado en esa situación les he dicho que se tomen su tiempo para hacer el duelo, que es algo propio y personal, porque no existe un lapso estipulado. Y que se consigue salir adelante. Es muy doloroso, pero, si realmente dentro de la persona está la posibilidad de transformar ese dolor y que el pasado sea aceptado en pos de seguir viviendo, seguramente se va a honrar al hijo que hoy físicamente no está y se podrá seguir viviendo.
Plegaria incluida en el libro.
María, tras el accidente, visitaba el cementerio; después, optó por no ir. “Sentí que Martina no estaba ahí. Cada vez que iba, en lugar de la paz que quizá sentía al principio, me hacía cada vez peor”. Detalla que concurrió por última vez hace un par de años, por el fallecimiento de su mamá, y que en la actualidad prefiere la opción de “conectarse desde el recuerdo”.
La coach ontológica continúa viviendo en el mismo lugar de siempre, lo que no deviene en algo traumático. “Si quisiera hundirme en el dolor y observar la casa como algo perturbador, la vería así”, considera.
Sobre las pertenencias de la niña, indica: “Regalamos la mayoría de las cosas, como ropa y juguetes, aunque guardé elementos del jardín, los primeros dibujos y sus vinchas”.
“Diría que hoy convivo más con el recuerdo que con el dolor. Obviamente, no deja de ser doloroso si aparece una situación puntual… Pero no es que me levante a diario pensando en eso. Y si pasa algo y me conecto con ella desde la tristeza y el extrañar, abrazo esas emociones, sin negarlas ni censurarme”, devela.
En cuanto a fechas determinadas, que implican la remembranza obligada, expone que la reacción varía. “Este año, el 17 de marzo (día en que hubiese cumplido diecisiete) me agarró más sensible que en otras ocasiones”, reconoce.
“Si realmente dentro de la persona está la posibilidad de transformar ese dolor y que el pasado sea aceptado en pos de seguir viviendo, seguramente se va a honrar al hijo que hoy físicamente no está y se podrá seguir viviendo”, reflexiona María.
–¿Cómo era Martina?
–Tenía un doble humor –sonríe, para luego ampliar: –Porque se levantaba de mal humor, no quería que le hablaran y hasta que no tomaba la leche no decía nada. Pero después era muy divertida, se reía por todo.
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