Sociedad
Aerolíneas: La historia de un edificio con "historia"
El impresionante desarrollo de la tecnología alcanzado en los últimos años, ha modificado sustancialmente la vida de los humanos, dejando obsoletos de toda utilidad una multitud de procedimientos antes indispensables en el accionar diario.
En tal sentido, las comunicaciones, o su impactante incidencia en todos los aspectos del diario devenir tienen una importancia vital. Solo es preciso tener un buen teléfono celular para realizar una multiplicidad de trámites.
Por ello, no deben extrañar demasiado los cambios en los sistemas de comercialización de las empresas, tal el caso de las líneas aéreas comerciales. Así lo ha entendido Aerolíneas Argentinas, que cierra sus oficinas comerciales en diferentes ciudades incluyendo la de San Carlos de Bariloche. El pasajero compra, reserva y efectúa todo trámite relacionado con su viaje en forma online, y recién toma contacto personal en el Aeropuerto.
En el caso de Bariloche, vuelve a ser noticia el edificio propiedad de la Empresa sito en el centro de la ciudad y muchos se preguntan cuál será el destino que se dará al mismo, dada sus especiales características arquitectónicas y su estatus patrimonial. Por ello, quizás, convenga al conocimiento general y especialmente para aquellos de reciente radicación en la ciudad y las nuevas generaciones, recordar la historia de esta construcción.
La empresa
Tenemos que retroceder al año 1949, cuando el entonces presidente Juan Perón creó Aerolíneas Argentinas mediante la fusión de las cuatro empresas de economía mixta existentes en ese momento: Aeroposta Argentina que volaba al Sur del país, heredera de la Aeropostale francesa con los legendarios pilotos Mermoz y Saint Exupery y el argentino antiguo piloto de guerra Legionario Vicente Almandoz Almonacid como organizador; ZONDA (Zonas Oeste y Norte de Aerolíneas Argentinas) que obviamente volaba a las zonas que definen su nombre, ALFA (Aerolíneas Litoral Fluvial Argentino) con área de acción en la Mesopotamia, Uruguay y Paraguay y la empresa que cubría destinos internacionales: FAMA (Flota Aérea Mercante Argentina).
Luego del periodo de organización, Aerolíneas Argentinas inició sus actividades como tal el 7 de diciembre de 1950. Aún cuando la Agencia de Aeroposta primero y Sucursal de Aerolíneas después, funcionaba en la calle Quaglia 229, la nueva empresa recibió de Aeroposta Argentina el activo de un inmueble ubicado en la esquina de Mitre y Villegas.
El edificio había sido construido en la década del 30 por la familia Ribeiro y allí explotaron un alojamiento o “pensión”, como se llamaba a esos establecimientos en aquel entonces. Aeroposta compró el edificio en tiempos del Dr. Ernesto Pueyrredón quien era el principal accionista y Presidente de la compañía a partir de 1936. Después fue habitado por familias, algunas pioneras, y en el local de la esquina, estaba la famosa fiambrería alemana de Mauermaier.
En el año 1955 se produjo el retiro por jubilación del antiguo gerente de Aeroposta y de los primeros años de Aerolíneas Don Santiago, Víctor Marciani, siendo reemplazado por el señor Alberto Smart, ex funcionario de FAMA. Este dinámico gerente impulsó la actividad de la empresa y entre las acciones tomadas contempló la necesidad de jerarquizar la sucursal y disponer de un mejor espacio para la atención al público. Se propuso entonces, recuperar el antiguo y abandonado edificio, tarea que, por cierto, resultó ímproba.
La obra
A fines de 1955 tuve la oportunidad de ingresar a la empresa y asignado al área administrativa, aunque no con exclusividad, tuve entre mis tareas el seguimiento de las obras, que consistieron especialmente en adecuar los espacios para atención al público, oficinas y servicios. También se realizó un revestimiento exterior en la parte alta con madera de la zona, además se construyó un importante alero lateral para dar cabida a un ómnibus que, transportaba a los pasajeros que lo requirieran, en el pre y post aéreo, resultando de todo ello una aceptable sede para la sucursal.
Ese viejo edificio iba a recibir otras dos remodelaciones buscando su modernización, lo cual, hay que reconocerlo, no se logró cabalmente, antes bien devino en un híbrido bastante notorio. Sin embargo, en 1976 se llevó a cabo una adecuación importante para albergar la instalación del sistema mecanizado de reservas de pasajes mediante terminales de computación, siendo Aerolíneas Argentinas la primera empresa argentina en establecer una red computarizada a distancia.
Hacia 1980 presidía la compañía el Dr. Juan Carlos Pellegrini, quien llevó a cabo una política de jerarquización de los locales de venta, tanto en el exterior, como en el interior. Así fue que en una visita a Bariloche me comentó su propósito de remodelar el edificio – desde 1966 me desempeñaba como gerente de la sucursal – a lo que hube de darle mi parecer. Le señalé entonces que esa vieja edificación no resistiría nuevos retoques y que difícilmente sería adaptable a conceptos modernos y funcionales como los pretendidos. Decidió entonces encomendar al Estudio de Arquitectura Del Valle y Asociados, por ese entonces contratado por la empresa para llevar adelante el citado plan de jerarquización de los locales, para hacer el estudio y proyección de un nuevo edificio.
De primer nivel
Vale acotar, que en aquellos tiempos, las empresas trataban de tener muy buenos locales, tanto en lo estético como en ubicación, ya que en ellos se atendían todos los requerimientos de los pasajeros. Así, Aerolíneas Argentinas tenía sus sedes en Madrid en calle de la Princesa, en París en los Champs Elysées, en Roma en la Vía Venetto, en Nueva York en la Quinta Avenida y así por el estilo. La premisa fue hacer una construcción con características propias de la arquitectura de montaña rescatando el estilo de Bustillo y Estrada, utilizando piedra y madera como elementos predominantes.
Se observaron todas las normas municipales existentes al momento. Entre otras, la conservación del corazón de manzana mediante la parquización de ese espacio libre. Las tejas del techo se importaron de Francia y las grandes columnas y vigas de madera dura fueron traídas de Paraguay, ya que no se obtenían en el país las medidas requeridas.
La construcción se inició en abril de 1981, más la empresa constructora adjudicataria se vio impedida prontamente de llevar adelante los trabajos por problemas económicos y suspendió la obra. Rescindido el contrato se readjudicó la construcción a otra compañía que había participado de la licitación original. El barilochense, ingeniero civil Oscar Frei, ofició de representante técnico y Domingo Cinali fue el capataz de obra, en tanto el arquitecto Boucau realizó la inspección de obra por designación del Estudio Del Valle y Asociados, que de todos modos destacó permanentemente a los arquitectos Del Valle y Bontempo quienes realizaron una minuciosa vigilancia para que los trabajos fueran de la más alta calidad.
Entre los subcontratistas locales, se contaron Manuel Barrientos Construcciones y Julio Moreschi, que se ocuparon de la construcción en los rubros de albañilería y carpintería en el caso de Barrientos, y de la calefacción en el de Moreschi. Luego del impasse por el cambio de empresa constructora se reanudó la construcción y estuvo terminada, dos meses antes del plazo establecido, en septiembre de 1982, siendo inaugurada a mediados de noviembre. En aquel periodo, la sucursal funcionó en un local alquilado, en el edificio ubicado enfrente mismo sobre la calle Villegas.
Con todas las comodidades
La inauguración del edificio constituyó un hecho social de importancia para la ciudad. A la misma, concurrieron las autoridades de la empresa encabezadas por el Dr. Pellegrini, así como las autoridades locales, clientes importantes y personalidades. Fueron unas 150 personas que disfrutaron de un exquisito ágape servido por la empresa de catering subsidiaria de Swissair que, precisamente, atendía los servicios de Primera Clase en aquella empresa y en Aerolíneas Argentinas.
Sin embargo, el broche de oro de la celebración lo constituyó el concierto brindado por la Orquesta de Cámara Mayo, auspiciada por la Fundación del Banco Mayo, dirigida por el Maestro Mario Benzecry, en la Catedral de Bariloche.
El edificio resultó ser una hermosa construcción y de dimensiones extraordinarias para las necesidades de la sucursal, pero respondía a aquellas premisas de ofrecer una alta calidad de recepción y atención a los viajeros. La Municipalidad de Bariloche lo declaró inmediatamente Patrimonio Arquitectónico. Unos cuantos años después se le asignó la condición de Patrimonio Histórico.
En la planta baja, amplios mostradores permitían la atención simultánea a varios pasajeros qué, mientras esperaban disponían de cómodos sillones y en época invernal hasta disfrutar de la calidez de un clásico fogón montañés. Allí también se ubicaba la Jefatura de Ventas.
También se había otorgado un espacio a la Empresa LADE, que tenía condiciones de Agente General de Ventas en función de los destinos patagónicos por ella operados. Sobre la calle Villegas, tiene un acceso a un garaje. Esta planta tiene baños para el público y para el personal, en este caso con guardarropas. Dispone de un office debidamente equipado. Estos espacios se replican en las dos plantas superiores.
En el extremo oeste del edificio, se previó un local comercial con acceso y servicios independientes. En un primer momento fue cedido a préstamo a la Cooperativa de Vivienda creada por el gremio del Personal Técnico Aeronáutico que en Bariloche dirigía el Jefe de Mantenimiento de la Sucursal, Héctor Farías, y más adelante fue alquilado a una de las importantes chocolaterías de la ciudad. No tiene ascensores, fiel a su concepción de edificio de montaña con reminiscencias tradicionales, dispone sí, de dos amplias escaleras de madera, que dan acceso por Mitre y por Villegas.
En el primer piso se ubicó la Gerencia con una sala de Directorio anexa y baño privado, antecedida por un cálido living. Allí también ubicamos el área administrativa y en espacios especialmente diseñados, quedaron los sectores de Reservas y Comunicaciones, además de la Gerencia y oficina administrativa de LADE. En el Subsuelo se ubica la sala de calderas así como dos depósitos. El Sector Cargas y Paquetería fue separado de este edificio y ubicado en instalaciones y ubicación más apropiada a su propósito.
El salón que Bariloche no tenía
Finalmente, la última planta se constituye por un amplio salón y uno de menores dimensiones en el extremo sur. La utilización del mismo merece un comentario aparte. En efecto, el Dr. Pellegrini había pensado instalar en él un restaurant de primer nivel. Al respecto, hube de opinar que no veía una factibilidad comercial para un emprendimiento de tales características. Resolvió entonces consultar con los directivos de la ya citada empresa de Swissair que tenía un restaurante icónico en Buenos Aires, que tras realizar un estudio de mercado, lo consideraron inviable.
Fue entonces cuando el Dr. Pellegrini me preguntó “¿y ahora qué hacemos con el salón?”. Para esto yo, conocedor de algunas carencias de la ciudad, ya había pensado un probable destino y se lo propuse. Le hice saber que había necesidad en la ciudad de contar con espacios adecuados para la realización de actos culturales y sociales y que este salón tenía las características y condiciones adecuadas para tal fin, incluyendo la facilidad de acceso directo al mismo.
De esta manera estaríamos cumpliendo con la función social muchas veces reclamadas a las empresas, a la vez que constituiría un gesto de acercamiento a la comunidad, en todo caso, recíproco hacia Aerolíneas Argentinas. Le gustó la idea y me autorizó a ponerla en práctica.
Desde entonces y por espacio de unos diez años el salón fue sinónimo de actividad cultural y social. Exposiciones, funciones teatrales, presentaciones de empresas y establecimientos de enseñanza, entre otras actividades tuvieron lugar en él. Sin duda el acto más relevante fue el Concierto brindado por la Camerata Bariloche en su momento de mayor brillo, bajo la dirección de su Concertino estrella el Maestro Alberto Lysy, quien me manifestó que el salón tenía una excelente acústica, a despecho de no contar con una aislación adecuada que impidiera el ingreso de sonido exterior.
Cabe mencionar que el salón chico fue destinado a Aula para cursos propios de la Empresa y de otros recurrentes y fue dotado de sillas pupitres por una donación de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico.
La sala de Directorio fue bastante utilizada por el Dr. Pellegrini durante su presidencia para reuniones de Comisiones y Organismos que integraba, tales como algún Capítulo de IATA (Asociación Internacional del Transporte Aéreo), como también por la Asociación de Empresas Aéreas Sudamericanas (en formación) que él impulsaba. También se utilizó para la realización de reuniones de distintas comisiones, generalmente dedicadas al turismo qué, en muchas ocasiones también yo integraba, dado que la empresa tenía una participación activa.
En lo que hace al mantenimiento y cuidado del edificio, y dado sus características requería de mucha atención que, por supuesto, resultaba bastante onerosa. Por ello durante mi administración opté por un mantenimiento permanente, especialmente en lo que hacía a calefacción y electricidad, habida cuenta de la construcción predominante en madera, mediante la contratación de técnicos matriculados en gas y electricidad. Aparte de ello se realizaba un control anual de desagües y limpieza de techos.
El Cuerpo de Bomberos Voluntarios tenía un adecuado conocimiento del edificio. Dispuse también que el juego completo de planos original fuera preservado guardado en un cofre de madera hecho al efecto y en caso de ser requerido alguno de ellos, por alguna reparación o innovación se entregara una copia.
Sin embargo, años después de mi retiro, fui consultado por el Gerente del momento acerca de la ubicación de la bomba de desagote del subsuelo. Los planos ya no estaban.
Hasta aquí lo que puedo contar sobre este edificio en lo que hace a mi participación. Afortunadamente el edificio ha sido reparado – a un alto costo – y seguramente habrá de ser aprovechado convenientemente.
Desde hace varios años ha dado que hablar pasando por distintas situaciones de uso y abandonos. En la oportunidad de la vuelta al mismo por parte de la Sucursal que fuera instalada en un local alquilado, y al fracasar el intento de venta del edificio, tuve el placer, en mi carácter de Presidente del Skäl Club Bariloche, de entregar un presente recordatorio del acontecimiento.
Pero sin duda alguna, fue un momento de rememoración de tanto tiempo pasado al cobijo de ese cálido rancho que nos albergó a un grupo humano qué, a través del tiempo, forjó una relación de amistad sustentada en la comunidad de propósitos en la prestación de un servicio a la sociedad.
Vicente Ojeda
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