*Por Natalia Gili para VDM Noticias
Agostina Jalabert hubiese cumplido 32 años este jueves 23 de marzo pero su vida terminó abruptamente el pasado 18 de febrero, en un departamento de Playa del Carmen, en México. Desde ese día, los recuerdos de los momentos vividos, de su forma de ser, vuelven con insistencia a la memoria de quienes la conocieron, y quisieron.
A modo de homenaje en su día, y con la intención de conocer mejor a la joven que entró en nuestras vidas por la conmocionante noticia de su muerte violenta y todavía impune, VDM Noticias conversó con algunas de sus amigas.
Helen Schmidt, Martina Sabbatella y Yanina Catellani, coinciden en señalar algunos rasgos y cualidades de Agostina, que la convertían en una mujer sociable y alegre, creativa y talentosa, emprendedora y viajera. Alguien dificil de imaginar en el escenario de un suicidio.
Era muy buena con el diseño, las manualidades y la decoración. Tenía muchas inquietudes y, cuando algo le gustaba, lo estudiaba. Eso la llevó a hacer unos años de arquitectura pero también producción de modas; y a crear su propia marca.
Helen Schmidt, quien compartió su adolescencia con ella y siguió muy conectada hasta el presente, observó ese rasgo que la caracterizaba.
Todas las primaveras, el Colegio San José proponía una temática y cada curso tenía que decorar la puerta de ingreso al aula. “Ella lideraba eso. Era la que tenía la capacidad para dibujar y la creatividad para hacer maquetas gigantes. Todo salía de ella. Nosotros recortábamos y la obedecíamos porque estaba un paso más adelante de todos. Hacía unas maquetas increíbles. También le gustaba mucho la moda. Las camperas de egresados las diseñó ella”, destacó.
“Agos tenía muchas cualidades hermosas. Era muy sociable y muy buena anfitriona. Le encantaba disfrazarse. Hacíamos muchas previas en su garage y ella intentaba que sus grupos de amigos se encuentren y se conozcan. Muchas tardes nos recibía con brownies o bomboncitos de quaker que hacía ella porque le gustaba cocinar y también lo hacía muy bien. Tenía muy buen gusto y era muy buena en muchas cosas”, agregó.
“La recuerdo con muchísimo amor. Para mí fue una de las personas más maravillosas que conocí por la libertad con la que se atrevió a vivir la vida y ese espíritu de querer descubrir el mundo y personas. Ella no tenía hogar, sentía que el mundo era su hogar. Hemos tenido una infinidad de charlas sobre eso”, compartió.
En México vivía haciendo publicidades, presencias y modelaje. “Quería recorrer el mundo modelando. Playa del Carmen le encantaba. Estaba contenta. Se fue con muchas ilusiones, consiguió laburo rápido y le iba bien. Tenía muchas amistades. Incluso un amigo de su adolescencia que estaba allá. No estaba sola”, planteó su amiga para agregar que su próximo objetivo era irse a Europa.
La partida de Agostina despierta recuerdos únicos en quienes compartieron parte de su vida con ella. Yanina Catellani, repasa cómo se hicieron amigas, cuando tenían entre 8 y 9 años, en el Colegio María Auxiliadora.
“Agos estaba repartiendo invitaciones para su cumpleaños. Iban un par de amiga mías y yo quería estar. Me acuerdo de pensar cómo hacer para que me invite porque no me conocía. Le fui a preguntar cuántos años cumplía, le dije dos o tres pavadas y al ratito me buscó y me dejó una tarjetita. Fui al cumpleaños y la pasamos super bien. El próximo plan fue ir al cine a ver Pollitos en fuga. Y a partir de ahí empezamos a hacer planes todo el tiempo y se armó un grupo con Cate, Chula, Agos y yo“, contó.
“Queríamos estar juntas todo el tiempo. Empezamos a manejar juntas. Un verano mi abuelo alquiló una casa en La Boca y nos dejó invitar a quienes quisiéramos y yo me instalé un mes con mis tres amigas. Dormíamos hasta las tres de la tarde, comprábamos cosas en la panadería y andábamos en un Fiat 128 todo destartalado que me habían dado y en el que escuchábamos un único cassettte todo el día, de un lado y del otro”, recordó.
“Agos me daba curiosidad porque parecía muy tímida y silenciosa, pero después te dabas cuenta que tenía una veta muy ocurrente y muy osada, de desafiar los límites y no tenerle miedo a nada, que me resultaba magnética“, destacó.
Martina Sabbatella compartió principalmente su niñez hasta la adolescencia. Sus mamás son muy amigas y por eso “nos criamos juntas, siempre estábamos juntas”. Desde la noticia de su muerte, la invade la necesidad de mantener viva la memoria para no perder parte de su historia.
Entre las anécdotas juntas, recuerda los cumpleaños en una casa antigua en la que vivía la familia Jalabert y un cuarto para juegos en el que pasaban horas.
“Siempre estábamos juntas y éramos muy catrascas. Una vez, a los 10 u 11 años, nos dejaron dar la vuelta a la manzana pero nosotras nos fuimos por la costanera y nos empezaron a seguir unos pibes más grandes. Nos asustamos y nos metimos atrás de un auto… Por suerte pasó una familia en bicicleta y les pedimos que nos acompañen a nuestra casa. Justo era una compañera del colegio así que al otro día le escribimos una carta para agradecerle”, recordó.
Martina destaca principalmente “la nobleza” y “transparencia” de su amiga. “Cuando se sentía mal te dabas cuenta, te iba a contar lo que le estaba pasando. Ella te iba a decir las cosas”, subrayó.
Si bien cuenta que en los últimos años perdieron la cotidianeidad, ambas se sentían “como primas” y se tenían mucho cariño. “Era ese cariño que a pesar del paso del tiempo uno no deja de sentirlo. Todas tenemos el mismo recuerdo”, agregó.
También resaltó uno de los primeros rasgos que trascendieron de Agostina, tal vez porque fue su perrita la que guió a su hermana Candela hasta el baño donde yacía su cuerpo.
“Agos era muy perrera, amaba a los animales y se había hecho vegetariana”, recuerda para contar que días atrás, el grupo de amigas realizó una intervención en el Puente Viejo que une Viedma y Patagones y vivieron un momento muy particular.
“Cuando terminamos de colgar el cartel bajamos y nos sentamos en el río para verlo desde la costa. Fue un momento muy emotivo… Y de repente me doy cuenta que el lugar se había llenado de perros que nos rodeaban”, relató.