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Cultura y Educación

Daniel Fuentes y su vocación por las historias “negadas, ocultadas o desconocidas”

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Entre muchas otras contribuciones el futuro titular del área municipal de Cultura ventiló el origen del barrio Pilar I, su relación con la empresa Vicente Robles y las ventas sin mensura de Antonio Buenuleo.

Aunque muy probablemente asuma la titularidad en marzo próximo, Daniel Fuentes estará al frente del área de Cultura de la Municipalidad en el gobierno de Walter Cortés. Traer a colación un trabajo suyo como historiador quizás aporte a dar más pistas sobre el carácter que tendrá su gestión, más allá de las precisiones que brindó a El Cordillerano algo más de una semana atrás.

Precisamente, en el curso de sus investigaciones, Fuentes se consagró a poner de relieve historias que “fueron negadas, ocultadas o permanecieron por largo tiempo desconocidas”. Son las palabras que utilizó en un trabajo en el que ventila los orígenes del barrio Pilar I, vecindario en el que vive y cuya Junta Vecinal supo integrar. De hecho, la mayoría de la gente lo referencia por esa última faceta.

Su aporte recuerda que en las décadas de 1960 y 1970, Bariloche experimentó “una explosión demográfica sin precedentes acompañado por un sostenido auge turístico”. Al principio del período, vivían aquí 18.894 personas, que pasaron a 28 mil en 1970 y a 51.100 en 1980. Y de 144 mil turistas en 1966, se llegó a 423 mil en 1975. Al ritmo de ese crecimiento, también lo hicieron la gastronomía y la construcción.

En combinación, esas actividades “generarían mayor atracción migratoria, tanto de las zonas rurales como de otras provincias argentinas y países limítrofes”. La infraestructura también debía crecer, entonces “en 1964 la empresa del ingeniero Vicente Robles desembarcó en Río Negro, con las construcciones para concluir del trayecto Collón Cura-Paso Chacabuco, ruta de tránsito Neuquén-Bariloche y luego pavimentar un primer tramo de la ex-ruta provincial 258 (hoy Ruta Nacional 40) hacia El Bolsón”.

Con precisión documental, Fuentes estableció que “el 15 de febrero de 1972 Antonio Buenuleo entregó en comodato a la empresa Vicente Robles, 10 hectáreas del Lote Pastoril 127 a cambio de mejoras en los caminos aledaños de la Pampa de Buenuleo. En el predio se ubicó el complejo vial más importante que tuvo la ciudad en su historia: el campamento obrero Vicente Robles, o simplemente barrio de La Robles, como se lo conoció durante años. Allí convergieron unas 500 personas en su máximo esplendor”.

Efectivamente, una página de la historia barilochense que pocas veces se cuenta. “El lugar de procedencia de las familias fue diverso, aunque mayoritariamente procedía del noroeste y centro del país. En importancia numérica, de las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Córdoba. Otro grupo importante de familias de trabajadores eran originarios de Santa Cruz, Chubut, Corrientes, y de países limítrofes tales como Bolivia y Chile”.

Mientras crecía incluso en el exterior gracias a sus vínculos con la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970), aquí “la empresa Robles logró la concesión del primer tramo del asfaltado entre Bariloche y El Bolsón: aproximadamente 40 kilómetros de extensión, que comprendía desde la calle Onelli -intersección con Albarracín- hasta la primera gran curva del lago Guillelmo. El lugar elegido para hacer el campamento fue al pie del cerro Ventana, a ocho kilómetros del centro de la ciudad en la denominada Pampa de Buenuleo”.

Inicialmente, “el campamento comprendía un sector destinado a las viviendas de las familias, un pabellón de solteros, el sector administrativo, el comedor o gamela, la planta productora de asfalto, la cantera y el taller central, concentrados en unas ocho hectáreas. Posteriormente, en 1975, se agregaría un aserradero. Los vecinos recuerdan que las distancias al centro de la ciudad fueron un gran problema por la inexistencia de transportes públicos, asimismo, los servicios básicos eran autogestionados: la luz la suministraba la empresa hasta la medianoche, el agua procedía de una cascada natural cercana al cerro Ventana y la calefacción se basaba en el uso de leña”.

Para 1977 la empresa fletó su propio transporte, que iba dos veces por día “al pueblo”. Añade Fuentes que “la diversidad cultural se reflejaba en las celebraciones y rituales populares que se recuerdan de aquella época, desde los festejos por la independencia de Bolivia a las celebraciones de la Pachamama del noroeste, pasando por las noches de cuarteto y folclore”. Luego, “el campamento Robles comenzó a desmantelarse lentamente entre 1979 y 1980”.

El asfaltado no se completó hasta una década más tarde, pero “la empresa concentró su actividad en el cerro Catedral”, porque “en 1976 había logrado una concesión por 25 años para explotar los medios de elevación”. Entonces, “muchas de las familias que vivían en el campamento comenzaron a construir sus casas o trasladar sus casillas a los terrenos cercanos vendidos por Antonio Buenuelo. Otras, compraron terrenos y durante unos años siguieron el derrotero por las obras de la misma empresa en otras ciudades”.

Más acá, “la fracción del Lote Pastoril 127 vendida por Antonio Buenuelo se convertiría, en adelante, en el ‘nuevo’ barrio Pilar 1. El propietario del terreno -cuyo apellido le da nombre a un extenso lote pastoril- vendió en forma fraccionada sin la mensura correspondiente, pequeños lotes a las familias interesadas en radicarse en forma definitiva. Esto originó a partir de 1983 un conflicto por la propiedad de las tierras entre sus poseedores legítimos y del que no estuvieron ausentes especuladores inmobiliarios, estudios jurídicos y operadores políticos y que aún en la actualidad continúa”. Pero esa, es historia reciente que más o menos se conoce.

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Carne de buey, locos y jaibas en la mesa del Chile que buscaba su Independencia

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Por razones de fuerza mayor, Mary Graham tuvo que afincarse en Valparaíso durante nueve meses. Conoció a O’Higgins y a Lord Cochrane, entre otros protagonistas de la época. Y escribió un meticuloso diario de su permanencia.

Carnes de buey, cordero y cerdo, además de una variedad considerable de pescados con el congrio como plato sobresaliente y el también atractivo pez gallo. Obviamente, locos y jaibas más las ostras que podían llegar desde el sur. Tales eran los atractivos culinarios en Chile al principiar su camino hacia la Independencia, según las anotaciones de una metódica observadora británica contemporánea a las campañas de O’Higgins y San Martín.

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Fue el infortunio lo que condujo a Mary Graham pasar una temporada en el país vecino, más precisamente en Valparaíso. En 1809, un año antes de las revoluciones americanas se había casado con Thomas Graham, un capitán de la Marina Real. En 1821, al emprender un viaje por América del Sur, el marino perdió la vida a la altura del Cabo de Hornos y fue sepultado en abril de 1822 en la ciudad portuaria. Como consecuencia de su inesperada viudez, María Calcott o Lady Calcott -como más se la conoce en la actualidad- permaneció un tiempo a orillas del Pacífico y muy cerca de Santiago, a tal punto que trabó amistad con el propio O’Higgins y también con el polémico Lord Cochrane.

Su estadía se estiró por nueve meses, durante los cuales desplegó tareas de cronista, pintora, dibujante e historiadora. Resultado de sus apreciaciones fue “Diario de una residencia en Chile”, que se publicó en Gran Bretaña en 1824, el mismo año en que se libró la decisiva batalla de Ayacucho, pero cuando todavía continuaba en el sur de Chile la así llamada Guerra a Muerte, con influencia en el norte de la Patagonia y en la frontera bonaerense.

De esa obra tomamos sus anotaciones en cuanto a las costumbres gastronómicas del vecino país, que el 18 de septiembre conmemora su fecha patria. Simplemente modificamos la ortografía del castellano que se utilizaba al momento de su traducción, para facilitar la lectura: “en cuanto al mercado, no se ve en él la carne muy a menudo, por estar el matadero fuera de la ciudad”.

El recinto estaba en un sitio al que se conocía como El Almendral, “desde donde se conducen las reses beneficiadas a las carnicerías, a lomo de caballo o en carreta”, consignó la dama inglesa. “Las carnes de buey, de cordero y de chancho son todas excelentes, pero el burdo método de cortarlas ofende la vista y el gusto de un inglés”, admitió. En fechas tan tempranas, “unos cuantos ingleses, sin embargo, han establecido carnicerías, donde también se prepara carne salada, y uno de ellos ha hecho fundir últimamente bujías tan finas como las de Inglaterra, lo que es un positivo beneficio para el país. Las bujías comunes son verdaderamente desagradables y costosas, hechas con sebo sin refinar ni blanquear y con mechas groseras”, cuestionaba la europea.

Se ve que Lady Calcott no estuvo muy a gusto en Valparaíso porque “el mercado de pescado se surte con mucha deficiencia, por desidia, se me ocurre, porque el pescado es abundante y de excelente calidad”, admitió. “Hay algunos muy delicados, y uno de ellos, el congrio es tan agradable como la mejor trucha-salmón, a cuyo gusto se asemeja; pero la carne es blanca, el pescado es largo, muy achatado hacia la cola y cubierto con una piel marmolada de bellos colores blanco y rojo”.

La oriunda de Papcastle también constató que “hay varias clases de excelentes pescados que los habitantes secan lo mismo que los pescadores del Devonshire (hoy simplemente Devon), siéndome desconocidos sus nombres tanto indígenas como ingleses”, admitió. “Hay uno que, comido fresco, es tan bueno como el pez gallo, al que se parece mucho exteriormente, pero que, pasadas unas cuantas horas, ya no se puede comer”.

Ya 200 años atrás la gastronomía chilena se caracterizaba por sus atributos del presente. “Los mariscos son variados y mui buenos, particularmente una variedad muy abundante, llamada loco y unas jaibas admirables, de forma redonda. De las provincias del sur se trae con frecuencia una abundante variedad de ostras, y las rocas de Quinteros proporcionan el pico (¿picoroco?), que es el marisco más delicado, sin excepción, que he probado”.

Para matizar las carnes de origen rural o marino, encontró la escritora que “las legumbres y frutas del mercado de Valparaíso son excelentes en su clase; pero el estado de atraso en que se halla aquí la horticultura, como tantas otras cosas, hace que dejen mucho que desear”, cuestionó con eurocentrismo típico. “Aquí las frutas se dan a pesar del descuido con que se las trata, y aun cuando no estamos en la estación de las frutas frescas o verdes, las manzanas, las peras y las uvas, los duraznos y las cerezas secas, los higos y la abundancia de naranjas, limones y membrillos, prueban que solo hace falta el cultivo para mejorar todas las frutas a perfección”, recomendaba. Tal vez la sugerencia no tuvo en cuenta que aún en 1822, el enemigo realista estaba a un par de galopes desde el sur de la capital trasandina.

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Hubo un grito con acento rioplatense el 18 de septiembre en Chile

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Cuando el vecino país inició el camino hacia su independencia, fue importante la contribución de un joven bonaerense que se había instalado en Santiago para estudiar. Pero la historia no le dejó tiempo.

A principios de 1810, un joven de Buenos Aires llegó a Santiago con el afán de convertirse en abogado previo paso por los claustros de la Universidad de San Felipe, pero entre los atractivos de las jovencitas santiaguinas y las urgencias políticas de la época, poco tiempo pudo dedicarles a los estudios. A días de llegar, el rioplatense ya formaba parte del grupo de estudiantes partidarios de la revolución que pugnaba por destituir al gobernador Francisco Antonio García Carrasco. Sería un año de convulsiones.

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Ya antes de las agitaciones que se derramaron por América como reguero de pólvora, el hombre del rey en Chile había perseguido toda reunión que se le antojara sospechosa, expulsó a estadounidenses e ingleses y declaró “delito atroz” a cualquier conspiración que sembrara desunión entre súbditos y monarca. El mismo día en que la Junta se hizo con el poder en el Río de la Plata, García Carrasco hizo apresar a tres políticos opositores por “expresarse contra los intereses españoles” y sancionó a los jóvenes revolucionarios. Entre los castigados estaba aquel bonaerense apuesto: Manuel Dorrego.

El 24 de junio de 1810 llegaron a la capital trasandina las noticias sobre los sucesos del 25 de mayo en Buenos Aires. Las novedades no hicieron más que apurar el proceso y para colmo, García Carrasco expulsó al Perú a Juan Antonio Ovalle, José Antonio Rojas y Bernardo Vera, aquellos díscolos detenidos. Como consecuencia, las calles de Santiago se dejaron ganar por el clamor que demandaba el retorno de los exiliados y su libertad.

Las cartas estaban sobre la mesa y los días siguientes, las cosas se resolvieron en las calles. Por las noches, patrullas partidarias de la revolución no trepidaban en enfrentar a las tropas realistas. El 16 de septiembre la situación de García Carrasco se tornó insostenible y con la excusa de preservar su salud, delegó el poder en Mateo de Toro Zambrano, un hombre muy mayor y de escasa muñeca política.

En las salas de la Real Audiencia las deliberaciones se tornaron ríspidas y proveniente de una ventana, se escuchó una voz con acento bonaerense: “¡Junta queremos, junta queremos!” Era Dorrego, quien, junto con el sector de los patriotas, pugnaba por una solución similar a la del ex Virreinato del Río de la Plata. Pero hubo que aguardar un poco, porque por entonces, sólo se logró la designación de un par de nombres en el frágil gobierno.

Imposible agarrar un libro de derecho en aquellos días. Por las noches, el que moriría 18 años después en Navarro lideraba grupos de milicianos que velaban por la seguridad de los referentes patriotas y de ciertos edificios públicos, para que no cayeran en manos realistas. También participaba de las discusiones que se daban en los salones de la alta sociedad santiaguina y no perdía chance amorosa alguna.

Sin acudir a “máscara” o disfraz alguno, por esos días Juan Martín de Rozas publicó su “Catecismo político cristiano”, en el que afirmaba sin tapujos: “el sistema de gobierno republicano es el único que conserva la dignidad y majestad del pueblo y el menos expuesto a los horrores del despotismo y la arbitrariedad; el más suave, el más moderado, el más libre y, por lo tanto, el mejor”. Junto con sus compañeros universitario, Dorrego hizo suyo ideario tan corrosivo para los intereses monárquicos.

Entonces, llegó el momento. El 18 de septiembre Zambrano convocó al pertinente cabildo abierto, que congregó a 300 personas. El anciano dijo: “Aquí está el bastón; disponed de él y del mando”. Casi todos los presentes se pusieron de pie y según el relato de Hernán Brienza, cuyo libro sobre Dorrego es el que utilizamos como fuente, la mayoría reprodujo el grito que había importado su biografiado: “¡Junta queremos!”

Precisamente, se instituyó una y ante la iniciativa del rioplatense, se creó el batallón de Granaderos de Chile, primera fuerza organizada del nuevo gobierno, que se anticipó en un año y medio aproximadamente a la fuerza que organizara San Martín. Días después, arribó a la capital de la vieja Capitanía General Antonio Álvarez Jonte, enviado de la Junta de Buenos Aires. Como no podía ser de otra manera, rápidamente se entendió con Dorrego.

En febrero de 1811 llegaron a Santiago noticias sobre la llegada de refuerzos realistas a Montevideo, concentración de fuerzas amenazadora. Al tanto de la situación, Manuel intercedió ante la Junta chilena para que se involucrara y se comprometiera en la defensa de la revolución antimonárquica. De paso, se ofreció como voluntario ante Álvarez Jonte e inclusive, puso plata de su bolsillo para conformar el cuerpo expedicionario.

De manera que el primer cruce de los Andes por parte de un ejército patriota no fue el que acometió San Martín en 1817, sino el que concretó la columna chilena que a partir de marzo de 1811 para impedir que Buenos Aires retornara a manos realistas, con Manuel Dorrego en sus filas. Desafortunadamente, en abril estalló una asonada contrarrevolucionaria en Santiago que alcanzaría éxito, pero aquel 18 de septiembre ya había quedado en la historia. También hubo un rioplatense escribiéndola: “¡Junta queremos!”

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Cultura y Educación

¡Rancho Grande no tiene techo!

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Música y rimas para contar lo que pasa en los barrios de Bariloche. Una banda con identidad propia que no para de crecer.

Rancho Grande suma un claro posicionamiento político en sus letras y una variedad de ritmos unidos por el freestyle. Foto: Gentileza.

Por Nahuel Céspedes

En el interminable encierro pandémico de aquellos días, se forjó una conexión artística que irrumpe en la escena musical de Bariloche: Rancho Grande. Una banda que ya tiene propio público, inagotable e incondicional, que se aprendió las letras de las canciones al calor de los shows. Rancho Grande no tiene techo. A pesar de la falta de espacios culturales que hay en la ciudad, la banda sigue creciendo y destapando las verdades que no se dicen de la Bariloche turística. Un conglomerado de ritmos, unidos por el rap y la protesta social que caracteriza sus letras.

ANB accedió a una entrevista con Andy Sakkal, Nawe LF, Renzo Fioroni y Lucas Santuchi, integrantes de una de las bandas más convocantes del momento en Bariloche. Andy, uno de sus vocalistas, comentó acerca de cómo se formó Rancho Grande.

Un día, en plena pandemia, Nahuel me manda un mensaje por Facebook diciéndome que me veía pasar por Rancho Grande, que si no me interesaba juntarnos a rapear. El me vio rapear en un show que hacía en ese momento. Y bueno, nos dimos cuenta que el nombre de nuestro barrio es un rapero, como que si hiciéramos una banda se tenía que llamar así.

No sé si lo pensamos tanto, pero de un tiempo a esta parte empezamos a invitar artistas amigos. Antes solo eran raperos batallando en medio de los shows, que podían ser gente del público, eso es muy característico de nuestros shows. A veces viene Nico, un percusionista que formaba parte de la banda, y que le da un power especial a las cumbias y ritmos más movidos. Alguna vez fue un saxofonista” dijo Andy.

Rancho Grande se presenta este sábado 21 de septiembre en Pioneros 480. Foto: gentileza.

Lucas, baterista de la banda agregó: “esta formación actual de Rancho Grande lleva un poquito más de un año. Guitarra, bajo, batería, teclado y dos raperos. A esta entrevista no pudieron venir Lukas Ronacher, el violero y Esteban Poder Pena, que es el tecladista” explicó.

“Hoy

ayer te pasé a buscar por la Saihueque

para que charlemos sobre no sé qué

lo único que quiero es volver a verte” (La Saihueque)

Quizás, el popular estribillo que todo aquel que presenció un recital de la banda cantó y bailó al ritmo de la cumbia. Es que la sinergia que se generó con el público ranchero es destacada.

Sobre ese aspecto, Nahuel uno de sus vocalistas y compositores destacó: “Lo que nos pasa con el público es maravilloso, nos encanta. No sabemos bien si somos una banda del Under o de qué, sinceramente, no tenemos un fundamentalismo sobre eso, el techo de hasta donde lleguemos lo va a poner la gente.

En Rancho Grande el rap es como una plasticola que une todo, desde un blues punkero a un blues jazzero, un metal, unas cumbias y después, la que pinte”.

Renzo, el bajista de la banda fue categórico en su definición: “Un recital de Rancho Grande es una fiesta y una ensalada hermosa”.

La banda del Oeste barilochense cuenta con una sesión en YouTube, en la que interpretan algunos de sus temas. Foto: Gentileza.

En el repertorio de la banda, las huellas que va dejando el texto hecho canción logran conectar con la identidad local. Se habla del barrio, de sus calles, de la policía, de los trabajadores, del boleto de colectivo y hasta de la continua reconstrucción de la calle Mitre. Un megáfono social en el que se cuentan las historias y situaciones que vive la gente de a pie.

Nahuel explicó el enfoque que van tomando sus canciones en el proceso creativo: “Nuestras letras hablan de la cotidianidad de nuestras vidas, sentimientos, las cosas que voy viendo. Muchas veces las canciones se trabajan o se escupen. Tiene mucho de lo que le pasa a los vecinos de Bariloche y por eso la gente se siente identificada y hay una conexión fuerte con el público. Si sos del barrio Rancho Grande, vas a entender las letras y probablemente digas, ¡uy que flash! en ese lugar donde me pasó tal cosa, estos locos hicieron una canción”.

Andy agregó sobre ese aspecto que buscan retratar de la ciudad: “Lo que dicen nuestras letras, tiene que ver con mostrar un Bariloche que no es la ciudad clásica, como lo típico que cuentan las revistas o videos de turismo, sino que es la imagen de una ciudad narrada por gente que vive acá, palpando las dificultades que no se dicen detrás de la hermosa postal”.

Renzo indicó: “Nuestras canciones tienen eso que hace que la gente que está escuchando pueda identificarse con algunas pequeñas referencias como: me tomo el 20, y esas cosas que son de acá, eso es como el gancho que invita a seguir escuchando”.

“Quieren vender el sur

pasan los años y la cosa es la misma

si cambia algo es más victoria que la isla

los que arrasan con el bosque son canallas

que después van y un arrayán abrazan” (Patagonia City Tour)

La formación actual de la banda está compuesta por Andy Sakkal, Nawe LF, Renzo Fioroni y Lucas Santuchi, Lukas Ronacher y Esteban Poder Pena. Foto: Gentileza.

Algo que golpeó de plano en el ambiente artístico es la flexibilización laboral. En la actualidad, ni los músicos que construyeron una carrera durante varias décadas pueden vivir de un sólo proyecto artístico, y suelen acudir a dos o más oficios para sobrevivir la incesante crisis económica. Las dificultades para coordinar los horarios de ensayo se presentan muy seguidamente, ya que los integrantes de Rancho Grande trabajan en otros rubros y es justamente esa experiencia la que se convierte en canción.

Andy: “Es algo como muy de la idiosincrasia del barilochense laburar con turistas. De hecho, la mayoría de nosotros tiene un trabajo que depende del turismo y por ahí apuntan algunas de nuestras letras. Nosotros vamos muchas veces a las batallas de freestyle que se hacen en la Plaza Belgrano o en el Skatepark. Ese es nuestro cable a tierra común”.

“Laburante

resista a los turistas

que termina la jornada

y salen mates y freestyle” (Día de mierda)

 En sus shows, la banda invita a músicos amigos y a cualquier persona del público que se anime a rapear en el escenario. Foto: Gentileza.

La gira y agenda de Rancho grande la van elaborando sus integrantes. Las propuestas para shows son en distintos escenarios, para públicos diversos.

De la mano de Eucaliptus Films, el 9 de agosto Rancho Grande estrenó una sesión en YouTube con algunos de sus temas. Aunque, a la vieja usanza, esta banda va de boca en boca. Fue ganando seguidores al ritmo de sus presentaciones, incluyendo artistas invitados y desafiando a rapear a quien se anime.

“Ella vive

en lo más alto

del más caro

 edificio

 él en el Pilar uno

anda fumando uno

pensando en la otra noche

con besos de desayuno” (Gonzo)

Como compromiso con la gente que los sigue a todos lados, se plantean el desafío de grabar sus canciones y que la comunidad la pueda escuchar a través de alguna aplicación, en el interior de un automóvil, en la cocina de algún restaurante o en alguna juntada con amigos, en el barrio…en el rancho. (ANB)

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