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Efeméride en honor a médicos y médicas.
Cada 3 de diciembre, el mundo honra a aquellos que se dedican incansablemente al cuidado de la salud en el Día del Médico. Esta fecha conmemora el nacimiento de Carlos Juan Finlay, un médico cubano cuya investigación transformó por completo la comprensión de una de las enfermedades más devastadoras de su época: la fiebre amarilla.
La celebración, instaurada en 1953 por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), busca reconocer el formidable trabajo de quienes, a través de su compromiso y pasión, salvan vidas diariamente.
En el corazón de esta celebración está Finlay, nacido en 1833 en la ciudad cubana de Camagüey. A pesar de las dificultades que debió enfrentar inicialmente por el desconocimiento de sus títulos académicos por parte de la Universidad de La Habana, Finlay perseveró. Se trasladó a Filadelfia, donde afianzó sus conocimientos en epidemiología en el Jefferson Medical College. Su interés particular en las enfermedades tropicales, y en especial en la fiebre amarilla, lo llevó a realizar investigaciones pioneras que cambiarían el curso de la medicina mundial.
Corría el año 1881 cuando Finlay presentó su innovadora teoría que sostenía que el mosquito Aedes aegypti era el responsable de propagar la fiebre amarilla. Aunque sus colegas científicos fueron inicialmente escépticos y su hipótesis fue rechazada por la International Sanitary Conference, sus persistentes investigaciones y experimentos proporcionaron pruebas contundentes de su teoría. Sus esfuerzos no fueron en vano, pues finalmente la Walter Reed Commission corroboró Su descubrimiento nueve años después, un reconocimiento esperado que subraya la veracidad de sus hallazgos científicos.
Gracias al trabajo incansable de Finlay, se implementaron medidas para minimizar la incidencia de la fiebre amarilla. Esto incluyó, entre otras cosas, estrategias efectivas como la erradicación de criaderos de mosquitos, abordaje que sigue vigente hoy ante el combate de diversas enfermedades transmitidas por vectores. Su contribución no solo fue crucial para mejorar la salud pública, sino que también desempeñó un papel indispensable en la erradicación de esta enfermedad en importantes proyectos de infraestructura, como fue el caso de la construcción del Canal de Panamá.
Carlos Juan Finlay dejó este mundo en 1915, pero su legado de dedicación, servicio y descubrimiento vive en el trabajo diario de todos los profesionales de la salud celebremos este día con gratitud, honrando a aquellos que, inspirados por figuras como Finlay, dedicaron y continuarán dedicándose a mejorar la vida al prójimo. Su historia refuerza la importancia de la investigación científica y el compromiso médico, pilares fundamentales para el progreso de nuestras sociedades.
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