En tiempos recientes, el número de diagnósticos relacionados con trastornos del sueño han mostrado un preocupante incremento a nivel mundial. Esta situación ha captado la atención de numerosos investigadores, quienes están explorando la relación entre los entornos iluminados artificialmente y diversas condiciones de salud, tales como la obesidad y la diabetes.
Recientemente, un grupo de científicos de la Universidad Flinders en Australia ha arrojado luz sobre esta conexión, sugiriendo una posible vinculación entre la exposición a luces brillantes durante las noches y un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Según lo informado en The Lancet Regional Health-Europe, esta revelación es el resultado de un análisis extenso de los datos médicos proporcionados por 85.000 personas que formaban parte del Biobanco del Reino Unido; todos ellos sin diagnóstico previo de diabetes tipo 2 al inicio del estudio. Los participantes llevaron un sensor de luz durante una semana, el cual registró su exposición lumínica tanto diurna como nocturna.
A lo largo de aproximadamente nueve años, los incidentes de salud, especialmente en relación con la diabetes tipo 2, fueron seguidos minuciosamente. Los resultados de estos diagnósticos fueron luego comparados con las mediciones iniciales recogidas por el sensor de luz durante esa semana. Variables como la edad, el género, la etnia, el riesgo poligénico, además de factores socioeconómicos y de estilo de vida, fueron considerados para eliminar posibles sesgos en los resultados arrojados.
El resultado al término de este periodo de seguimiento dejó en claro algo significativo: aquellas personas que estuvieron más expuestas a la luz entre las 00:30 y las 06:00 horas, presentaron un mayor riesgo de ser diagnosticadas con diabetes tipo 2. Este hallazgo fue independiente del nivel de exposición a la luz durante el resto del día.
En las etapas iniciales de este estudio, se basaron en la observación de que quienes trabajan por turnos enfrentan un riesgo mayor de desarrollar diabetes tipo 2, en comparación con la población general. La hipótesis era que este fenómeno podría alterar el ritmo circadiano, que regula los procesos biológicos asociados al sueño y la vigilia, afectando así varios procesos metabólicos del cuerpo humano.
Por lo tanto, aunque los investigadores no se sorprendieron al encontrar esta correlación, subrayaron la solidez y la importancia de sus hallazgos. Sus conclusiones no sólo podrían ser útiles para identificar a aquellos individuos en mayor riesgo, permitiendo así la implementación de estrategias preventivas, sino que también sugieren que reducir la exposición nocturna a luces brillantes podría ser una táctica eficaz para disminuir el riesgo de desarrollar este trastorno. Un aspecto crucial, según los especialistas, es que las luces a las que estamos expuestos, particularmente durante las horas de descanso, constituyen un riesgo subestimado pero sobre el cual es relativamente sencillo actuar.