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Sociedad

El chef de Colonia que lanzó un diccionario de uruguayismos para porteños en el peor momento: “Qué lo parió Mendieta”

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Gustavo Fripp Rojas, el autor del dicccionario con uruguayismos para porteños, cuando tenía su boliche en pleno casco histórico de Colonia

“Con Manuel Carballa, el editor, nos miramos y nos dimos cuenta de que habíamos sacado un libro al pedo. Porque ¿qué sentido tiene sacar un diccionario de uruguayismos para porteños si nos faltan los porteños? Eso, pensando en todos aquellos porteños que dejaron de cruzar el charco. Vos imaginate…, si los pocos argentinos que venían solo pasaban penurias, ¿quién carajo iba a comprar un libro que, con ese tipo de cambio, les iba a salir como seis meses de sueldo?”, cuenta con humor el coloniense Gustavo Fripp Rojas en la segunda edición de su libro ¿Qué es Boniato, Maestro? Pequeño diccionario ilustrado de uruguayismos para porteños, editado por Alter. Cuando lanzaba el libro, los porteños a quienes estaba destinado, brillaban por su ausencia por esa costa. Como por si fuera poco, llegó la pandemia. Y todavía faltaba algo más, “aún no había detonado la guerra entre Rusia y Ucrania y no teníamos ni puta idea de quién era Volodímir Zelenski”.

Fripp Rojas (47), el autor de este libro, es un atípico cocinero que tenía un boliche en Colonia del Sacramento, ya que en lugar de recetas se le dio por escribir un libro que ayudara a comprender palabras y expresiones uruguayas. Un tema que lo apasionaba e hizo que comenzara a desarrollarlo mientras picaba cebolla y morrón y ponía a saltear la carne para la bolognesa. El autor, no se define como chef. “Sé cocinar no más. Y cocino bastante bien. Y ya no estoy más en el rubro. Escribir sí, lo hago desde hace más años”. El escritor cocinero que colabora con medios uruguayos hace mucho tiempo – tampoco hace notas de cocina sino sátira política e investigaciones- da vuelta una pregunta “¿¡quién iba a decir que alguien con el oficio de la escritura sería capaz de hacer un huevo frito!?

En diálogo con Infobae desde su casa en Montevideo, el cocinero cuenta cómo se le ocurrió escribir sobre este tema proclive siempre al debate con amigos en la mesa. La gran idea llegó después de que una amiga argentina que vive en Colonia hace muchos años -como otros tantos argentinos-, le propuso hacer un folleto. “Ella sabía que yo escribía. Me vino con la idea de escribir el significado de términos uruguayos clásicos: champion, lampazo, caldera, boniato. Una cosa chiquita para darle a los visitantes argentinos. Entonces me puse a escribir las palabras básicas que conocemos en las que tenemos diferencias y me empecé a enroscar, empecé a consultar a la gente conocida de allá, argentina, si las usaban o no, empecé a investigar en otros diccionarios, en Internet y al final estuve dos años escribiendo. De un folletito terminó siendo algo a largo plazo”. Dos años de escritura e investigación.

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Gustavo Fripp Rojas
Portada del primer libro de Gustavo Fripp Rojas, ¿Qué es Boniato, Maestro? Pequeño diccionario ilustrado de uruguayismos para porteños,

A pesar de las diferencias lingüísticas el menú no ofrecía mayor dificultad para los argentinos que llegaban a su restaurante del casco histórico de Colonia, que funcionó a la vuelta del faro, entre 2014 y 2019. Pero había dos palabras preguntaban reiteradamente. “El boniato y el entrecot. Tenía en el menú boniatos fritos y tenía entrecot al tannat y al vino tinto. A veces la guarnición del entrecot eran los boniatos fritos. Entonces las preguntas clásicas de ese momento de todos los argentinos era ‘¿Qué es boniato, maestro?’ ‘¿Qué es entrecot?”

“Lo que ustedes conocen como batata”, era nuestra didáctica explicación, a lo que los argentinos respondían con un gesto de entre sorpresa y diversión que casi siempre terminaba con un «¡a mí traeme unas batatiiiitaaas, maestro!». Los boniatos fritos que servía en la mesa, no solían estar presentes en el menú del casco histórico y a Gustavo se le ocurrió incorporarlos como entrada para picar con unas cervezas o como guarnición. Por eso la curiosidad y después el gusto de los argentinos de comer algo conocido “con nombre exótico”.

Su restaurante se llamaba ”Que lo parió, Mendieta”, en honor al gaucho Inodoro Pereyra, del rosarino Roberto Fontanarrosa, y la famosa frase dirigida a su perro parlante, Mendieta, historieta de la que Gustavo es muy fan.

“Con los que más que más uno se codeaba era con gente de Capital Federal y de Buenos Aires y por ahí de Santa Fe, de Rosario. No mucho más. De todo el interior inmenso de la Argentina no venía mucha gente. Entonces todos los argentinos que venían para el uruguayo eran todos porteños. Y del mismo modo que le decimos gallegos a los andaluces”

Cuenta Fripp que había conocido muchos argentinos que habían ido a vivir a Colonia por aquel entonces y que con muchos entabló una linda relación de amistad, y que en la cotidianidad se generó mucha confianza. Visitantes que iban al local y tocaban con su orquesta gratis cuando pasaban por la ciudad .”Más allá de sentarse a comer y pagar se generó un vínculo de amistad con mucha gente de allá”.

Tras un contacto permanente durante muchos años con los porteños, la lengua uruguaya se pobló de palabras de este lado “del charco”. Tanto que una amiga montevideana le dijo que hablan “canario porteño” (la palabra se debe al origen de los inmigrantes de Canelones provenientes de esa isla española y se empezó a llamar canario a toda persona del interior). Las palabras prestadas no solo llegaron por la presencia continua de argentinos, de quienes incorporaron la palabra villa, en lugar de cante, y usar modismos como “lo hacemos tranca”, “joya”. También se debe a la influencia de los medios de comunicación. “Antes de que existiera la televisión para abonados, solo se agarraban los canales ATC, el 9, el 11y el 13, además del canal 3 de acá, por lo que muchos nos criamos sin saber absolutamente nada de los canales uruguayos 4, 5, 10 y 12. Por eso conocíamos como Brigada A a la serie aquella con Mario Baracus que los montevideanos y otros llamaban Los Magníficos”. Ni hablar la radio. “Era más fácil sintonizar una radio porteña que una de Montevideo. Y lo sigue siendo”, afirma el escritor.

Gustavo Fripp Rojas
El interior del boliche Que lo parió Mendieta, que cerró en 2019 frente al desplome del peso argentino y por ende, el turismo

Con el contacto cotidiano fue tomando nota de las diferencias existentes pero al profundizar empezó a consultar a sus amigos, conocidos, familiares en la Argentina. Sus “fuentes”. Uno le dijo: “el otro día fui a buscar un perfumol al almacén y no existía. Y así se fue nutriendo un cuaderno con el que empezó a armar su listado. ¿Qué es el perfumol? Un desodorante para el piso, que era una marca y derivó en nombre genérico para mencionar el producto en Uruguay.

El diccionario “irreverente, polémico e hilarante”, según sus editores, contiene unas 600 palabras. Cuando lo lanzó Fripp nunca imaginó que los planes de la venta del libro a los argentinos se iban a aguar de ese modo. “Cuando salió el libro vino la pandemia y aparte, el peso argentino prácticamente pasó a valer nada, igual que ahora pero peor. En aquel momento antes de la pandemia, el peso argentino llegó a valer un centésimo, que es lo que viene después de cero. Es más, eso como moneda no existe. Ya no se usa. Está el peso y no hay fracciones. Si hubiera mandado el libro a la Argentina hubiese valido con el tipo de cambio una plata que haría imposible el acceso a cualquier persona. En 2019 los visitantes ya eran muy pocos y los que venían, la plata que traían no les alcanzaba para nada. Se veía gente con camionetas grandes, de buen poder adquisitivo, que bajaban a comprar pan y fiambre en el supermercado porque no les alcanzaba para otra cosa. La gente se quería matar, no le alcanzaba para comprar cigarro, no podía comprarse una cerveza, no podía sentarse a comer en ningún lado”, relata. O como lo cuenta en su libro: “los visitantes argentinos debían vender un pulmón para comprar un paquete de cigarros o el hígado para tomarse una cerveza”.

Finalmente el libro encontró sus lectores. Comenzaron a comprarlo sus compatriotas para llevar a la Argentina, de regalo, para sus familiares, amigos. Porque gracias al cambio, ahora ellos vienen mucho para Buenos Aires. Cruzan como quien va a tomar un mate, asegura el autor. Y también lo compra gente de otras partes, chilenos, brasileños, europeos. “El tema del habla genera curiosidad en todo el mundo”, considera.

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El restaurante Que lo parió Mendieta bajó las persianas cuando se desplomó el peso argentino. “Si hay una mala temporada es muy difícil sobrevivir el resto de año. Cuando vi que el peso no se iba a recuperar más me dije, me voy a Montevideo”.

Gustavo Fripp Rojas
Gustavo Fripp Rojas en la Feria del libro

La pandemia la pasó en la capital uruguaya y esa es otra historia, de la que también tiene algo que decir en el libro, de modo siempre divertido, aún en lo trágico: “La pandemia fue maravillosa. Parecía el mismísimo Apocalipsis. De algún modo, algún señor Burns se las ingenió para que absolutamente toda la humanidad comprara todo el papel higiénico que existía en stock y luego se encerrara en su casa al mismo tiempo”. De ese período no recuerda haberla pasado mal, sino lo que llegó después. Pagar las cuentas que no se pudieron pagar durante ese período.

La primera edición se agotó y la segunda fue actualizada porque la lengua al estar viva, cambia todo el tiempo. Se agregaron palabras, se corrigieron otras. Y se sumaron las ilustraciones de Gustavo Sala, quien ensalzó el espíritu humorístico. El libro estuvo presente en un stand de la última edición de la Feria del libro y su precio está por debajo de lo que cuesta comprarlo en una distribuidora de Uruguay. “La editorial es independiente, no tiene la espalda ancha con la cuenta bancaria del Grupo Planeta, Random o Mondadori. Y quiero remarcar que hizo un esfuerzo para que pueda venderse en la Argentina”. ¿El precio? 7 mil pesos. “Obviamente, no va a tener retorno económico porque la plata en la Argentina, ya te digo, si la querés cambiar plata uruguaya, no vale nada. O sea, me conviene más agarrar esa plata y traerla en botella de vino”.

Ahora Gustavo Fripp, continúa escribiendo, pero reinventado. Vende espejitos, repisas, muebles con mosaicos, con materiales reciclados.

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