Cultura y Educación
En Bariloche, inviernos eran los de antes
La frase puede sonar a lugar común entre viejos pobladores, pero hay testimonios escritos que apuntalan la memoria.
Frío y aislamiento. Archivo Visual Patagónico.
Nevadas que podían provocar aislamientos durante meses, al punto de provocar desabastecimiento entre los pobladores que vivían lejos del pueblo y dependían de embarcaciones para las comunicaciones. Jornadas y jornadas de temperaturas bajo cero que inclusive, podían generar mortandad entre animales domésticos. Con mucha razón dicen por estos días los viejos pobladores de Bariloche que inviernos, inviernos eran los de antes. Y sí: hay fuentes escritas que apuntalan los recuerdos.
Se dejó conmover por el padecimiento invernal de algunos vecinos de los primeros vecinos Julio Riesgo, autor del libro “Bariloche. ¡Cuándo era ayer!” (Editorial Melipal – 1991). El volumen es en realidad una recopilación de pequeños textos y artículos que su autor había editado en forma independiente, a veces con mucho tiempo de diferencia. El que traemos a colación se fechó el 3 de mayo de 1981 y evidentemente, se redactó con el ánimo de realzar el aniversario del pueblo.
Para su confección, Riesgo se basó en un testimonio escrito de primera mano. “Tengo ante mí unas líneas que datan del nacer barilochense. Las trazó viejo poblador y las copio textualmente”, avisaba en su propio texto. “Menos 2 grados C. y 695 mms. Algo viento del SSE. Heló fuerte a la noche. La nieve no se derrite entre tanto y quién sabe por cuántos días. No puedo resistir mucho en manejar leña y el hacha. Soñé con que estaba aquí el vapor”.
Nótese la magnitud de las privaciones que hasta el pequeño barco que surcaba las aguas del Nahuel Huapi era aspiración onírica. Por su parte, el relato de Riesgo aclaraba entre paréntesis: “Documento real, de puño y letra. Corría 1905 y reflejaba la perenne lucha en plena soledad por uno de tantos pioneers y colosos”, es decir, exactamente 120 años atrás. Al parecer, en la década de 1980, cuando el autor escribió, todavía se usaba prefería utilizar el vocablo en inglés, en vez del castellano “pioneros”.
No todo el mundo encontrable disfrutable al invierno. Esquiadores en el chalet La Gloria (hoy Instituto Arte y Parte). Colección Bachmann en Archivo Visual Patagónico.
En otro de los párrafos que evidentemente tomó de una suerte de diario o memorias, puede leerse: “7 am, menos 8 grados C y 665 mms. Tengo 70 centímetros de nieve y sigue cayendo gruesa y espesa. Por Dios no se concluye. Cuánta fatiga y frío me cuesta la leña y no se ve nada ni sé nada de nadie. Es triste de veras vivir aquí. Hoy unas pocas alverjas que limpio y muelo hago tortas y hago café amargo”.
Se malea el tiempo
No era para cualquiera el invierno con la nieve entre la rodilla y la cintura. Hay que imaginarse además en qué situación estarían los caminos, si es que existían. Si el antiguo vecino soñaba con “el vapor”, muy probablemente no. “El tiempo está maleándose, sin harinas 3 meses, sin yerba son 2, no me queda grasa, nieva grueso, nadie llega. La pobre gata empeoró y al morir la enterré en el hueco del palo que cayó sobre el rancho en junio del año pasado”. ¡Qué panorama!
Según las constataciones de Riesgo, puede saberse quién la pasó tan mal en el invierno de aquel año. Al diario o memoria lo “escribió el meteorologista Federico Eduardo Baratta, con cargo ad honorem autorizado por tal cometido en 1905. Se recibió en su Italia, de perito minero y guardó su diploma. Era de Belluno y cumplió el servicio militar con Capraro en el mismo regimiento”, aporta el texto del escritor.
Como la excusa de su estampa era un aniversario de Bariloche, amplió su evocación en tono menos dramático: “Muchos nombres, muchísimos, asoman en esta hora a mi memoria entre un revoltijo de papeles y documentos. Una emoción me impregna y pareciera formarme un nudo en la garganta. Pero, fuerzas llegan aún para mentar nombres como Nogués, Tauschek, Zunzunegui, Ferrua, los Márquez, los Gigins, los Gelain, Longaretti, Mermoud, Smith Veck, Iturra, Yung, Pietrapiana, Karsting, Niebhur, Newbery, Neil, Alaniz, Pllegrin, Festa, Potoff, los Goye, Beovide, Millaqueo, los Parsons, Gregorio Ezquerra, Evaristo Gallardo y más, más más”, añadía.
“Sus siluetas parecieran recortarse en este día. En este 3 de mayo, a los 79 años del nacer oficializado barilochense, aunque daten vidas y actividades de fines del anterior siglo”, aclara y con razón reconstrucción. “Suenen campanas, toquen clarines, recen los labios. En don Manuel Cejas, último desaparecido, un ¡presente! y en él a todos”, exhortaba su rememoración. El mencionado había fallecido recientemente.
En la nómina que elaboró Riesgo alude a los Márquez. Es un apellido precisamente muy ligado a la navegación en el Nahuel Huapi que, durante la dureza de los inviernos, Baratta añoraba. Por entonces, nada de San Carlos: “¿imagináis el primitivo puerto, llamado del Capitán (por Daniel Márquez) cerca de los restos del que tuviéramos años ha, constituido por una serie de tablones sobre un terraplén bajo y achatado que se formara con grandes piedras, más un talud defendido por estacadas y troncos muy gruesos?”
La descripción es muy pintoresca: “¿Veis las estibas de bolsas de papas, toda suerte de hortalizas, un conjunto de cereales, las grandes ruedas de alambre de púa, los fertilizantes, el alquitrán en panes, los fardos de escoba, los implementos agrícolas, las piezas de mercería, las bebidas para los paladares? ¿No llega el olor a cebollas y ajos que vienen en ristras, el kerosene en una especie de cántaros, el pescado ‘curado’ que está abierto en cruz sobre cañas de coligüe, las drogas?” Abundancia que dejaba de circular, cuando 70 centímetros de nieve impedían toda circulación.