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Felipe Pigna encara un espectáculo para que la gente escape a la “sobredosis de manipulación cotidiana”

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En una entrevista extensa, el escritor habla de próceres, la identidad argentina, Roca, Perito Moreno, Milei y mucho más…

Pigna, sobre Milei: “Su política económica y social es la misma que las que tuvieron Carlos Saúl Menem, Mauricio Macri, la dictadura…”.

Como difusor de la historia argentina, Felipe Pigna ha transitado diversos ámbitos.

Más allá de su rol de escritor y su perfil educativo, supo utilizar las herramientas que brindan la radio y la televisión para esparcir una manera de entender el pasado del país y sus consecuencias en el presente.

Ahora apela al teatro. 

Junto al guionista Pedro Saborido (cocreador de Peter Capusotto y sus videos), presenta en diversas ciudades del país “Historias argentinas”, donde se atraviesan tres ejes. Uno tiene que ver con el concepto de civilización y barbarie (más allá del origen sarmientino de la idea); el otro, apunta al interrogante que plantea la identidad nacional; el último, refiere a los mitos y revoluciones que marcaron el país.

El espectáculo se podrá disfrutar en Bariloche el sábado. La cita será a las 20 en el teatro La Baita, ubicado en Moreno 39, y las entradas anticipadas se consiguen en Mitre 318.

Así, a partir del anuncio de la función en la ciudad, se origina un diálogo que tomará diversos carriles…

–Un historiador, que incluye otras facetas, pero un historiador al fin; un guionista, también multifacético, pero básicamente un creador de guiones… Ambos, sobre un escenario. ¿Qué sale de esa combinación?

–Con Pedro somos muy amigos. Me encanta su trabajo y a él le gusta lo que yo hago. A los dos nos interesa la historia, y acá se produce una conversación en el marco de un espectáculo que pasa por distintos momentos. Hacemos un recorrido en el que tocamos varios temas, como civilización y barbarie, conurbano, capital, provincias, el puerto, independencia, revolución… Aparecen personajes como Carlos Gardel, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Domingo Perón… Tenemos una pantalla gigante donde presentamos algunos textos, con cosas que hace Pedro que son muy divertidas. Nosotros la pasamos genial, y el público también.

–En el espectáculo también se hace referencia a la identidad argentina, ¿existe tal cosa?

–Lo ponemos en discusión, en el sentido de que, evidentemente, hay una identidad argentina, pero también es cierto que se trata de una identidad móvil y que no existe un ser nacional único, en cuanto a una persona que pudiera definir a un país tan hermosamente diverso, con idiosincrasias completamente diferentes, climas que condicionan ciertas características de la sociedad, historias de preexistencia indígena y colonizaciones distintas… Por lo tanto, lo que define a la Argentina es más la diversidad que la unidad, entendiendo a la unidad como una identidad única.

–¿Por qué decidió ser historiador?

–Desde chico, me gustaba la historia. Pero hubo un momento de clic, en la escuela secundaria. En quinto año tuve una gran profesora, en coincidencia con el inicio de la dictadura, porque empecé el ciclo lectivo en marzo de 1976. Ella, en ese contexto tan difícil, nos hacía pensar y ver el valor que tiene la historia. Para mí, resultó determinante en definir la vocación.

–En la vida diaria, ¿cómo ve el presente un historiador? Ante las noticias de actualidad, ¿ya se analiza cómo se entenderá en el futuro lo que sucede hoy?

–Yo observo lo que pasa como ciudadano, como persona que padece la actualidad. Por lo tanto, opino cotidianamente acerca de lo que veo. Por otra parte, el conocimiento de la historia contribuye a contextualizar. Como decía Braudel (Fernand, reconocido historiador francés), conocer el pasado ayuda a comprender el presente y poder planificar y mejorar el futuro. Eso es un poco lo que uno siente.

–¿Cuánto hay de cierto en eso de que la historia es circular?

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–Yo no creo que sea así. Esa es una teoría muy antigua, “corsi e ricorsi” (en alusión al planteamiento del filósofo napolitano Giambattista Vico). A mí me parece que el tema es más complejo. Creo que, cuando no se modifican las causas, las consecuencias se parecen. Si no se cambian las estructuras que generan ciertas situaciones económicas y sociales, lo que suceda resultará parecido. En la historia argentina hay una gran tentación de decir que la historia se repite, porque vivimos procesos similares muchas veces. Entonces, se afirma: “Estamos volviendo a lo mismo”, lo cual tiene cierto sesgo de verdad, pero también hay un fenómeno de continuidad.

–Un prócer suele entenderse como alguien destacado, respetado. Pero en la Argentina, en general, cuando se habla de próceres se apunta sólo al siglo XIX…

–La palabra prócer, efectivamente, quedó ligada a la historia antigua argentina, de la colonia a la independencia, y de la independencia hasta llegar a alrededor de 1880, porque, por ejemplo, a Julio Argentino Roca ya no se lo llama prócer, ni tampoco a Juan Bautista Alberdi, que fueron figuras políticas, pensadores… Pero diría que lo de prócer ha quedado estancado en la primera etapa del siglo XIX. Después, por supuesto, están las personalidades destacadas de la historia desde allí en adelante, donde se puede hablar de Sarmiento, Justo José de Urquiza, Alberdi, Roca, José Hernández –autor del Martín Fierro–…

–En el siglo XX, entonces, hubo personas destacadas, pero ya no se las denominó próceres…

–Sí. Es un poco como una formalidad. Por supuesto que Hipólito Yrigoyen es una personalidad muy destacada, también Macelo Torcuato de Alvear, el mismo Roca ya en el siglo XX, obviamente Perón, Arturo Frondizi… Los personajes que definieron un poco la historia de ese momento en el país.

–En la Argentina en general, pero particularmente en la Patagonia, Roca resulta una figura que, entre las opiniones de defensores y detractores, resulta particularmente contradictoria. ¿Qué visión tiene sobre él?

–Contradictoria, justamente, al igual que me sucede con Sarmiento. Roca hizo cosas positivas; por ejemplo, durante su gobierno fue sanción de la ley 1420 (norma considerada la base del sistema educativo nacional) y hubo una idea, en algunos aspectos, de un Estado presente, fundamentalmente desde lo legislativo, con normas laicas que lo llevaron enfrentarse con la Iglesia. Y, por supuesto, es absolutamente condenable su faz represiva en lo que fue la Campaña del Desierto, que, además de un genocidio, se trató de un gran negociado.

–¿Cuando dice negociado se refiere a lo que en la actualidad llaman “negocio inmobiliario”? En el mal sentido, obviamente. 

–Claro, digo negociado porque no fue legal. Desde el poder, hubo un uso de información reservada, avisando a los amigos a cuánto iban a estar los bonos de las tierras de forma previa a la conquista. Ahí se quedaron con millones de hectáreas personas como Martínez de Hoz, Anchorena, Álzaga o Luro, los financistas de la campaña que después terminaron siendo beneficiados.

–¿Cuánto le deben las problemáticas indígenas de estos tiempos a la Campaña del Desierto?

–Todo, porque ahí comenzó un determinado reparto de tierras y la marginación a la que fueron sometidos los pueblos que yo llamaría preexistentes, porque originarios es una palabra un poco polémica. A algunas comunidades les dieron cinco o diez hectáreas, frente a las cientos de miles que se entregaron en la repartición general.

–Recientemente se cumplieron ciento veintiún años del nacimiento de los parques nacionales argentinos. En Bariloche, justamente, se realizó un homenaje a Francisco Pascasio “Perito” Moreno, un hombre del que no suele hablarse tanto. ¿Cómo definiría su rol en la historia del país?

–Precisamente, cumplió un papel muy importante en cuanto a la conformación de los parques nacionales, y fue muy relevante para la Patagonia, a partir del cuidado del medioambiente en aquel contexto de época. Además, resultó central en el límite con Chile, porque planteó ni más ni menos que las altas cumbres divisorias de aguas, criterio que se emplearía en los conflictos limítrofes de aquel tiempo que casi llevaron a Argentina y Chile a la guerra.

–Cuando se mira hacia el pasado cercano, es decir, no tan atrás en el tiempo, a la hora de destacar figuras, suele hablarse de personas de otros ámbitos, no del político, como solía suceder antes. ¿A qué cree que se debe?

–Puede ser por un cambio de época, por ciertas decepciones de la sociedad con los políticos… La gente se identifica más con figuras por fuera de la política que con las que provienen de ella, lo cual es una pena, pero tiene que ver con fallas de los políticos a la hora de hacerse querer, al no entender lo que las personas reclaman. Hay un divorcio evidente con la sociedad. Quizá por eso haya aparecido la figura de Javier Milei, que se presentaba como la antipolítica, aunque sabemos que claramente no lo es.

–Curiosamente, un discurso antipolítica servía para presentar una forma de hacer política…

–Sí, armaba un discurso anticasta y termina siendo lo más casta de la casta. Pero, en el momento de la campaña, sonaba como algo disruptivo, y la gente estaba muy enojada, entonces eso prendió. Es algo muy complejo, porque habría que hablar del cansancio de la pandemia y demás, fenómenos mundiales… El mundo se corrió a la derecha con la impresión de que el Estado se metió demasiado con la vida de las personas, lo que no digo que sea cierto, sino que me refiero a la sensación y la manera en que esa idea fue manipulada. El fenómeno del supuesto libertarismo es bastante hijo de la pandemia; si bien viene con ideas añejas, cobró mucha fuerza ahí.

–Si tuviera que comparar a Milei con algún personaje de la historia argentina, ¿con cuál lo haría? Si es factible asemejarlo a alguien, claro…

–No se puede, porque es completamente disruptivo. Se trata de un personaje diferente, aunque, por supuesto, su política económica y social es la misma que las que tuvieron Carlos Saúl Menem, Mauricio Macri, la dictadura… Es decir, neoliberal, de exclusión social, con una brutal transferencia de ingresos de los asalariados a los sectores concentrados. No hay nada nuevo bajo el sol; quizá ahora se agrega una cuestión de crueldad explícita.

–Como historiador, pero también como ciudadano, ¿cómo se lleva con este presente?

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–Hago lo que puedo… Por ejemplo, un espectáculo con Pedro Saborido en el que la pasamos muy bien –ríe, y sigue: La gente viene a sentirse acompañada, en busca de algo así como un oasis, para salir un poco de la sobredosis de información y manipulación que sufre en lo cotidiano.

–¿Es posible reírse hablando de historia?

–Sí, claro.

–Aunque a veces sea para llorar…

–Sí, pero yo elijo reírme –sonríe.