Cuando trataba de establecer por dónde pasaban los nuevos límites con Chile, el explorador estuvo por tercera vez donde hoy se alza la ciudad. Dejó una apariencia precisa.
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Después de sus dos primeros viajes -cuando todavía la Argentina no ejercía soberanía sobre las orillas del Nahuel Huapi- Francisco Moreno regresó al lugar donde ya prosperaba el futuro San Carlos de Bariloche en el verano de 1896. Por entonces, ya era perito en Límites del Gobierno nacional. La apariencia que legó indica que seis años antes de su reconocimiento formal por el famoso decreto de 1902, ya existía, aunque pequeña, una población donde hoy está el Centro Cívico.
A parte de sus apreciaciones, las volcó en “Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios del Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz”. El título se explica porque el perito aspiraba a desarrollar un escrito con mayor detalle a partir de sus constataciones en el terreno, consecuencia del tratado que Chile y la Argentina habían celebrado en 1881 para deslindar jurisdicciones.
Poco más de 128 años atrás, el contingente que integraba Moreno provino de Junín de los Andes y quedó esta descripción de su trajín: “Continuamos al día siguiente, costeando siempre la margen izquierda del Limay”, es decir, la orilla actualmente neuquina “ya las doce salimos de las angosturas para penetrar en suaves ondulaciones del valle que se ensancha, siempre dominado por la vieja toba porfírica: vemos algunas poblaciones en el margen opuesto; pasamos una hermosa morena frontal que antiguamente cerró el valle y en cuyas hondonadas ha trazado el río su tortuoso curso y descendimos al ancho y extenso valle del lago Nahuel Huapi, que se retira”.
Se puede precisar por dónde andaba el grupo porque Moreno escribió: “Este valle, en el que próximo al lago está situado el Fortín Chacabuco (770 metros) o más bien sus ruinas, al pie de unos abruptos cerros volcánicos, debería estar ya completamente poblado . Sin embargo, solo vimos algunas yeguas ariscas y corrales y casas abandonadas cuando se retiraron las fuerzas nacionales. Creo que estas tierras son fiscales aún, por suerte, y obra patriótica haría el Gobierno que dispusiera su colonización inmediata”.
La soledad no era absoluta: “Al anochecer llegamos a la estancia del señor Juan Jones (820 metros), situada en el viejo valle morenisco (sic) del lago, resguardada por los montes y rodeada de praderas hermosísimas. Sus haciendas de raza alegran la vista y el espíritu”, pareció el por entonces director del Museo de La Plata. Las cifras que aparecen entre paréntesis en su texto se refieren a la altitud sobre el nivel del mar de cada paraje.
El perito consagró el capítulo V de sus “Apuntes preliminares” al Nahuel Huapi. Evidentemente, en primer término, se refirió a lugares que forman hoy parte de Dina Huapi. “Franca acogida recibimos de los enérgicos moradores de esa población industriosa, y con su consentimiento resolví hacer allí un campamento de reserva para las secciones del Museo que trabajan en esas zonas. En ese punto tenía en 1876 sus tolderías el cacique Inacayal, pero Shaihueque (sic) no consintió, cuando visité el lago en ese año que me acercara a la toldería de Tequel-Malal, que así se llamaba entonces el paraje”. Son las inmediaciones del cerro Leones en la actualidad.
Al día siguiente se desplazó “a la península del Oeste en busca de un punto prominente desde donde pudiera dominar el gran lago en sus ensenadas andinas, que nunca había visto antes”. Las observaciones que siguen son prácticamente apuntes de geología, aunque dejó constancia de “los espléndidos frutillares que proporcionaron ratos agradables a nuestro paladar”. De frutillas silvestres, claro.
“Este promontorio está situado a trescientos metros sobre el lago y se domina desde él el paisaje morenisco del valle oriental y vasta extensión del lago con sus cuatro islas y las preciosas ensenadas del oeste; toda la orilla hasta donde alcanza la vista, una faja de árboles en la que predominan los cipreses separa del lago la morena ondulada”, escribió Moreno. Quizás haya que mencionar que, con las morenas, se refería el viajero a fenómenos asociados al desplazamiento milenario de glaciares, en particular a lomas u otras elevaciones.
La versión impresa de “Apuntes preliminares” incluye varias imágenes al final. Después de dar cuenta de su visión panorámica desde aquel promontorio, escribió el explorador: “No puedo entrar ahora en una descripción de esa parte del lago, la que se hará a su tiempo, y refiriéndome solo a las fotografías que acompañan estos apuntes, retrocedo a la estancia de Jones. Parece que si bien se produce allí trigo, necesita pronto abono la tierra; pero las papas, las arvejas, las habas, las cebollas, proporcionan abundante cosecha”. Nótese qué diversidad en los productos de la tierra.
Transcurría marzo de 1896 y la crónica policial estaba al rojo vivo: “Los pobladores inmediatos están alarmados” porque “un grupo de salteadores chilenos anda haciendo fechorías, y dos días antes de nuestra llegada han asesinado a un vecino y más tarde a uno de la pandilla para robarle las botas que había quitado al vecino”, se admiró el de Buenos Aires. “Es imposible que la gobernación del Neuquén puede ejercer vigilancia en todo el territorio con el escaso personal del que dispone y sería de desea,r que el Ministro de Guerra resolviera enviar un cuerpo de línea a Nahuel Huapi, el que podría ser el núcleo de una colonia militar útil”.
El 8 de aquel mes, “temprano, cruzamos el Limay en el bote de señor Jones, frente a la estancia del señor Gabriel Zapata”. Después de andar un rato, “a mediodía llegaba al campamento Schiörbeck, a cargo del señor Bernichan y situado al pie de la barranca donde en 1880 tuve mi campamento, en la chozada abandonada del indio valdiviano Guaito”. Dieciséis años después, “esa choza había sido reemplazada por cómodas casas de madera, habitación del colono don José Tauschek, cuyos cultivos y productos pastoriles tienen ya fama entre los colonos alemanes de Llanquihue”. El testimonio ilustra sobre el sentido que adquiriría la circulación comercial desde el Nahuel Huapi por aquel entonces. Llanquihue es el nombre de la provincia chilena aledaña a Bariloche del otro lado de la cordillera.
El colono aprovechó la presencia del perito gubernamental para pasar un aviso comprensible, del cual Francisco Moreno tomó nota: “Pero (José) Tauschek, como los demás hombres industriosos que han poblado en las orillas del Nahuel Huapi, no es dueño del terreno que ha hecho valer con sus esfuerzos. Esto hace parte de una de esas inconcebibles concesiones de treinta y dos leguas y está expuesto a ser desalojado, sin tener derecho a indemnización alguna por el dueño de la concesión”, denunció.
Nótese la siguiente descripción: “El señor Schiörbeck (integrante de su comisión) se había internado ya por el lago Gutiérrez siguiendo mis instrucciones, y me dirigí en su busca. Así regresó a ver el venerable del lago, el centenario ciprés que había observado en 1880, próximo al arroyo Ñiereco (sic), en la falda de la morena y dominando a la población de San Carlos, construida últimamente por los hermanos Wiederholtz (sic) , de Puerto Montt, hijos de alemanes y miembros de esa raza enérgica y trabajadora que está formando al Sud de Chile y que los argentinos deberíamos tratar de formar en la Patagonia”.
Repárese en el “últimamente” y adviértase que, al referirse al poblado, el explorador omitió la denominación “Bariloche” porque como dijimos en otra oportunidad, esa precisión fue aporte posterior del Correo cuando necesitó diferenciar el San Carlos de aquí de una multitud de pueblos. de nombre similar que ya existía en la República Argentina. En cuanto al “venerable” ciprés, dejó de existir cuando el desarrollo urbano e inmobiliario de la ciudad juzgó reparar innecesario en su historia.