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Cultura y Educación

Hubo un yanqui que después del Nilo, el Sahara y China, se enamoró del Nahuel Huapi

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Algunas de las recomendaciones que hizo en su informe, forman parte de la configuración territorial actual en materia de infraestructura.

La Comisión. Willis está en la fila del centro, con sombrero y barba. A su derecha, Emilio Frey.

Hubo un neoyorquino que después de conocer a fondo su país e involucrarse en la creación de un parque nacional, se aventuró por las dunas del Sahara, los misterios del Nilo e inclusive, la por entonces muy misteriosa China. Lejos de contentarse con tamaño bagaje de experiencias, llegó hasta Bariloche, se dejó cautivar por el Nahuel Huapi y legó un cúmulo de recomendaciones. La mayoría no se llevó a la práctica, pero algunas sí y en la actualidad, forman parte de la configuración regional en el rubro infraestructura. ¿Cuáles son?

En la década de 1910 ocupaba el Ministerio de Obras Públicas de la Nación Ezequiel Ramos Mexía, quien, durante la presidencia de José Figueroa Alcorta, promovió la Ley de Fomentos de los Territorios Nacionales e impulsó la creación de los Ferrocarriles del Estado. Con ese cometido, “el gobierno ha contratado una comisión de geólogos para que estudie el sistema hidrológico del norte de la Patagonia y de manera especial la derrota que seguirá el ramal férreo de San Antonio Oeste a Nahuel Huapi”.

No obstante, no alcanzó a ver que se concretaran sus proyectos desde la función pública, porque su concepto del progreso no tenía mucho que ver con las ideas del sector social al cual pertenecía. Tuvo que renunciar. “De tal manera, por esos esfuerzos patrióticos Ramos Mejía deja su nombre indisolublemente unido al destino futuro de la parte austral de Argentina. Sus ideas originales, progresistas, filantrópicas, será siempre respetadas. Su memoria se incorpora a la reducida galería de los propulsores del progreso en el sur”.

Vertió los conceptos precedentes Manuel Porcel de Peralta en “Biografía del Nahuel Huapi” (Marymar – 1982) en párrafos que, en realidad, consagró a resaltar la tarea de otro hombre. “Bailey Willis, el yanqui que será jefe de la comisión de estudios hidrológicos, es un geólogo, un hombre técnico y práctico: un sabio. Ha cumplido misiones por el Sahara, entre las arenas candentes del desierto bárbaro; por los valles y bajíos del Nilo salvaje, legendario”.

El autor describió al estadounidense como “geólogo y explorador, que es como decir un gitano para quien el mundo resulta pequeño. Y acompañado de paisanos, holandeses, suecos y belgas, con guías criollos como el ingeniero Emilio Frey y Juan Torronteghi (sic) recorrerá a lomo de mula pampas y planicies, hondonadas, ríos y arroyos, cauces secos; trepará los montes para otear la lejanía”.

El estadounidense, hacia 1897. Foto: Joseph Diller. Biblioteca del Servicio Geológico de Estados Unidos.

Según Porcel de Peralta, “los nativos, cuando ven la pintoresca cuadrilla que el yanqui tiene por jefe, especie de Quijote rubicundo con Sanchos que componen una brigada internacional, deben pensar que son gringos locos, y de no, enviados del diablo; y apenas los ven se santiguan y disparan. Torrontegh y Frey, alternadamente, los van calmando, como que todos son hombres mansos. Los teodolitos no vomitan fuego ni matan a nadie. Son para mirar los astros, para tirar las líneas, para relevamiento del terreno. Pero todo esto suena misteriosamente para los lugareños que no entienden tales perendengues”.

Dejarse deslumbrar

Por entonces, Bariloche ya tenía más de una década de existencia formal. “Tarda meses la comisión, pero cumple su trabajo a conciencia. Todos sus integrantes son especialistas seleccionados y de la confianza del jefe. Este lo tiene ya probados en otras misiones similares, por otras partes del globo. Y van clavando y levantando campamentos, hasta que llegan a Nahuel Huapi”.

Entonces, “estos gringos guapos, simples, que tienen por vocación irreversible recorrer países, quedan deslumbrados por las galas del paisaje, por las características de sus valles, ríos, arroyos, torrentes, montes y bosques. En San Carlos se sienten como en el séptimo cielo. Y, como es lógico, aquí acampan. Aquí estará el cuartel general, porque Bailey Willis sabe que habrá trabajo para rato. Comienzan a partir de las comisiones por el norte, el poniente, el sur, para abajo”.

Trae a colación el texto que “el resultado de los estudios de la comisión será publicado luego de un lento trabajo por el gabinete del Ministerio de Obras Públicas, que lo titulará: El Norte de la Patagonia. Naturaleza y riquezas. Tomo I. Comisión de Estudios Hidrológicos. Bailey Willis. Jefe. 1911/14, Buenos Aires. Es inútil hacer resaltar los méritos de la obra. Baste decir que ella no ha sido superada hasta la fecha. Han pasado cincuenta años y muchas de sus conclusiones son todavía valederas para nuestros días”. La primera edición de “Biografía del Nahuel Huapi” se publicó en 1958.

En aquella oportunidad, “la Comisión de Estudios Hidrológicos de la Patagonia estableció, en forma precisa, las posibilidades del Puerto de San Antonio; qué clase de trabajos de embalse había que hacer en la zona de Valcheta para convertirla en gran colonia de chacras, granjas y huertas; fijó el trayecto que debía seguir el riel, según las fuentes hidrológicas” y “marcó el boquete de Puyehue como paso probable del futuro ferrocarril trasandino del sur”. Si bien el proyecto férreo nunca se concretó, es por donde transcurre desde la década de 1960 la principal ruta hacia Chile.

Además, el grupo en cuestión “estudió el aprovechamiento de la fuerza hidroeléctrica en la Segunda Angostura, en las proximidades del Anfiteatro”, iniciativa que se intentó concretar desde Nación en los 90 y fue triunfalmente resistida por la vecindad de Bariloche, Dina Huapi y parajes que se verían afectados con el embalse. La Comisión “fijó también el lugar donde debía levantarse la ciudad industrial para la transformación de las materias primas; toda vez que según sus conclusiones, la feracidad de las tierras de los valles comarcales es superior a la de muchos países que se destacan en el cultivo de productos agrícolas, y señaló las posibilidades de San Carlos como centro de turismo invernal”, resalta el relato.

Willis y sus colegas abandonaron Bariloche de una manera que hoy no se podría, sin pedir autorización a Prefectura. “Cuando la comisión terminó su cometido en San Carlos, como cuadra a hombres dotados de espíritu de aventura, a verdaderos atletas, comandados siempre por su intrépido jefe -compañero en las buenas y en las malas-, se embarcaron en un bote en el nacimiento del Limay, y aguas abajo, celebrando jubilosamente el éxito con que superaban las dificultades, lo navegaron hasta la confluencia con el Neuquén, empleando en el crucero seis días”.

Puntualiza la narración de Porcel de Peralta que “integró la tripulación, en tal oportunidad, el joven Benito Vereertbrugghen, cuyo padre, el doctor José Emmanuel, fue uno de los mejores amigos que dejó el yanqui a su partida”. Las tareas del estadounidense se vieron interrumpidas por el alejamiento del gobierno que Ramos Mexía tuvo que practicar. Algunas de sus recomendaciones se llevaron a la práctica, otras no.

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