La minoría musulmana hui en China vive atemorizada por el trato del régimen de China hacia los uigures en la región de Xinjiang, unas políticas estatales que han sido equiparadas incluso con las de “genocidio” por parte de la comunidad internacional y que forman parte del llamado plan de ‘sinización’ impulsado por el líder chino, Xi Jinping.
Esta comunidad, que es el tercer grupo étnico con mayor población en China, está formada por más de once millones de personas que se concentran en la región autónoma de Ningxia, en el norte del país, así como otras zonas, como Gansu, Yunnan y Xinjiang, según datos de la
Si bien no sufren violaciones sistemáticas de Derechos Humanos como ocurre con los uigures, el pueblo hui ha experimentado en los últimos años medidas represivas que incluyen una mayor vigilancia de sus líderes con reconocimiento facial, intimidaciones, arrestos y la demolición de sus lugares de culto, entre otras. Todo ello producto de la creciente ‘sinización’ impulsada por el régimen chino.
“La ‘sinización’ implica cambiar y transformar una religión o un sistema de creencias para que siga los valores dictados por el Partido Comunista chino”, explica la directora adjunta de Asia de Human Rights Watch (HRW), Maya Wang, en declaraciones a Europa Press, refiriéndose así a una suerte de genocidio cultural de tipo secular.
En este sentido, el borrado de los más de 26 millones de musulmanes en China pasa por eliminar toda práctica, simbología o rituales relacionados con el islam, destruyendo minaretes y cúpulas, negándose a construir nuevos cementerios, a oficiar bodas e impidiendo a los fieles acudir a las mezquitas a rezar. Esta ideología se aplica también a otras religiones, como el cristianismo, con la retirada de crucifijos en lo alto de las iglesias.
“Debemos insistir en unir a la mayoría de los creyentes en torno al partido y al Gobierno”, señaló el propio presidente chino, Xi Jinping, durante la Conferencia Nacional del Trabajo Religioso que se llevó a cabo en diciembre de 2021, en la que también reivindicó conceptos como nación, cultura, historia y educación socialistas.
Debido a esta campaña orquestada por Beijing contra la libertad religiosa, cada cierto tiempo la minoría étnica hui sale a las calles para expresar su descontento y protestar por el creciente control social en las regiones con presencia musulmana.
El último conato de violencia se produjo a finales de mayo, cuando decenas de manifestantes se enfrentaron contra la Policía frente a las puertas de una mezquita en la localidad de Yuxi, en la provincia de Yunnan, en el suroeste del gigante asiático. Los enfrentamientos se produjeron ante la inminente demolición de su lugar de culto por “no contar con los permisos”.
Los choques con las fuerzas del orden suelen saldarse con un número indeterminado de detenidos, aunque desde HRW aseguran que es difícil determinar un balance debido a la falta de libertad de prensa en China. En agosto de 2018, el derribo de la mezquita de Weizhou, en Ningxia, también se saldó con otra oleada de arrestos, según se desprendió de varios vídeos que circularon en redes sociales.
LA SOMBRA DE LOS UIGURES
Los musulmanes hui conviven pacíficamente con la etnia mayoritaria han debido, en parte, a su alto grado de asimilación y a que hablan una variante de mandarín, si bien muchos de ellos sienten cierto miedo. Temen que les pase lo mismo que a los uigures, encarcelados y torturados en centros de “reeducación” en Xinjiang, medidas que Beijing justifica como necesarias para combatir el extremismo y que han sido duramente criticadas por la comunidad internacional.
La ex Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet publicó en octubre de 2022 un contundente informe, no exento de polémica, que documentaba denuncias de tortura, violencia sexual, malos tratos, así como trabajos forzados, violaciones de los derechos reproductivos e informes de muertes bajo custodia en estos centros.
“Muchos musulmanes hui vivieron en Xinjiang y sufrieron crímenes de lesa humanidad, pero en menor medida que los uigures”, detalla Wang, que afirma que estas personas, tras huir de la región, se establecieron en otras provincias aledañas y trajeron consigo “historias de terror” que han impactado profundamente en la comunidad.
Wang añade además que a este temor constante se le suma que los musulmanes hui no tienen grandes altavoces en el exterior para generar conciencia sobre su situación. “Fuera de China, por ejemplo, los uigures tienen una comunidad, identidad y asociaciones”, resalta, agregando que cuando hay enfrentamientos en esta minoría étnica es todo “muy difuso”.
La directora adjunta para Asia de HRW resalta que las protestas de los hui se asemejan a las que estallaron en septiembre de 2020 en la región autónoma de Mongolia Interior, donde el Gobierno regional ordenó suprimir el idioma mongol en las escuelas e imponer el mandarín, una norma destinada a promover la homogeneización cultural de esta etnia, que cuenta con 62 millones de personas en el país.
Expertos de Naciones Unidas han alertado que este tipo de políticas estatales se repiten también con otras minorías, como la población étnica tibetana que vive en territorio chino y que ha sufrido décadas de represión desde que en 1950 la recién fundada República Popular de China invadiera la región del Tíbet y estableciera la llamada Región Autónoma del Tíbet, calificada por Freedom House como una de las zonas del mundo con menores derechos y libertades.
NINGUNA RELIGIÓN POR ENCIMA DEL PARTIDO
“Ningún órgano estatal, organización social o individuo podrá coaccionar a los ciudadanos a creer o no creer en ninguna religión, ni discriminar a los ciudadanos que crean o no crean en ninguna religión”, reza el artículo 36 de la Constitución de la República Popular de China de 1947.
Sin embargo, unas líneas más abajo, el texto constitucional que garantiza la libertad religiosa afirma que “nadie utilizará la religión para participar en actividades que perturben el orden público, perjudiquen la salud de los ciudadanos o interfieran con el sistema educativo del Estado”.
Por lo tanto, la Constitución garantiza, a efectos legales y no prácticos, la libertad religiosa de la población civil, aunque siempre con matices. El PCCh reconoce en la actualidad cinco religiones: el islam, el budismo, el catolicismo, el taoísmo y el protestantismo. Los nuevos cultos deben registrarse y contar con el visto bueno de la Administración Estatal de Asuntos Religiosos (SARA), que ejerce un control minucioso sobre las sectas y las instituciones religiosas clandestinas.
De hecho, China tiene actualmente abierta una cruzada contra el Vaticano, organismo con el que firmó en 2018 un acuerdo –renovado en 2022– para el nombramiento de obispos, un pacto que venía a limar asperezas entre las partes tras la ruptura de lazos en 1951 después de que Pekín ordenara la expulsión del Nuncio vaticano y de los misioneros católicos. El catolicismo solo está reconocido en el país por la existencia de Asociación Patriótica Católica de China, que depende del Partido y rechaza además la autoridad de la Santa Sede.
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De esta forma, pese a que el texto constitucional protege la libertad religiosa, muchos chinos experimentan su fe y sus creencias bajo el paraguas de las disidencias, como los miembros de Falun Gong, un movimiento espiritual proscrito por Beijing que se basa en ejercicios de meditación tradicionales y enseña valores como la verdad o la compasión. Así las cosas, bajo el pretexto de la estabilidad y armonía sociales, el PCCh, cuyos miembros deben ser ateos, busca eliminar todo rastro de diversidad religiosa en el país.
El pasado domingo 15 de septiembre, un evento trágico marcó a la comunidad de Kaduna, al norte de Nigeria. Alrededor de 60 fieles musulmanes se trasladaban en un autobús hacia una celebración religiosa cuando ocurrió un accidente fatal. De los pasajeros a bordo, 25 eran niños y 10 adultos que perecieron, mientras que decenas de heridos fueron trasladados a hospitales.
El autobús transportaba a ciudadanos identificados como sufíes de la orden Tijjaniyya, con destino a la ciudad de Saminaka para participar en las festividades del “Mawlid nabaoui”, una ceremonia en conmemoración del nacimiento del profeta Mahoma. Una celebración que debía traer alegría se convirtió en una sombría tragedia.
“Es muy desafortunado que lo que se planeó como una celebración resultó en tragedia. Alá sabe lo que es mejor, no podemos culparlo”, dijo Alhamid Sanusi, miembro del Consejo Estatal de Imanes y Ulemas de Kaduna, en una declaración a EFE. Estas palabras reflejan el dolor y la resignación de una comunidad golpeada por la tragedia.
Kabiru Nadabo, el jefe de la agencia de seguridad vial en Kaduna, indicó que el conductor del autobús perdió el control del vehículo y colisionó frontalmente contra un camión articulado, un siniestro causado presumiblemente por exceso de velocidad. “El autobús estaba sobrecargado y el conductor iba a gran velocidad cuando ocurrió el accidente”, señaló Nadabo a la prensa local. La combinación de estos factores fue letal para los ocupantes del vehículo.
Del total de pasajeros que sobrevivieron, 48 resultaron heridos y fueron trasladados a varios hospitales cercanos al lugar del accidente. Lamentablemente, 10 de esos heridos fallecieron al día siguiente, agravando aún más el saldo de este trágico evento. Los restos del autobús claramente mostraban la magnitud del impacto y la gravedad del accidente.
Las autoridades locales subrayan que este tipo de accidentes viales son frecuentes en Nigeria, atribuibles a la imprudencia de los conductores, el exceso de velocidad y el incumplimiento de las normas de circulación. Esta tragedia es un recordatorio doloroso de los riesgos y peligros que enfrentan los viajeros en las carreteras nigerianas.
Este miércoles, el grupo terrorista Hezbollah emitió un contundente mensaje en el que promete un “duro castigo” como respuesta a lo que califica como una “masacre israelí”. El comunicado se refiere a la explosión simultánea y masiva de miles de buscapersonas, conocidos popularmente como beepers, que estaban en posesión de sus miembros tanto en el Líbano como en Siria. La explosión ha resultado en al menos nueve muertes y miles de heridos de diversa gravedad.
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En el trascendental mensaje de la mañana, Hezbollah ha dejado claro que a pesar de este ataque continuarán ofreciendo su apoyo a los terroristas de Hamas en la Franja de Gaza. Este acto refuerza la alianza entre ambos grupos y subraya su compromiso de mantener la resistencia.
El comunicado de Hezbollah añade que la “masacre” del martes no se quedará sin respuesta y promete un “duro castigo” y una “rendición de cuentas específica” contra aquellos responsables del incidente.
La retórica del grupo no solo es fuerte en términos de represalias, sino que también intenta levantar la moral de sus seguidores. “Lo que ocurrió ayer nos llenará de voluntad e insistencia en seguir el camino de la resistencia y lucha y confiamos totalmente en la promesa divina con la victoria de los fieles combatientes pacientes”, subraya el comunicado.
Adicionalmente, el líder de la organización, Hassan Nasrallah, ha anunciado que pronunciará un discurso este jueves para abordar los “últimos acontecimientos”. Se espera que en esta intervención, Nasrallah ofrezca más detalles y defina los próximos pasos del grupo en respuesta a los recientes eventos.
La Cámara Federal porteña está evaluando la solicitud presentada por los fiscales Carlos Stornelli y José Agüero Iturbe para que se ordene la indagatoria y captura del dictador venezolano Nicolás Maduro y su asociado cercano, Diosdado Cabello. Acompañados por una treintena de militares y agentes de inteligencia, son acusados de torturas, secuestros y ejecuciones en Venezuela, conformando un ‘plan sistemático’.
El pedido se basa en denuncias presentadas por víctimas bajo el principio de justicia universal en Argentina. Seis venezolanos relataron en audiencia los tormentos que sufrieron, destacándose el testimonio de un fiscal venezolano que explicó cómo las investigaciones locales fueron saboteadas y justificó la necesidad de intervención argentina.
La presencia de figuras destacadas como la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el ministro de Seguridad porteño Waldo Wolff, junto a la notable concurrencia de otras autoridades, demostró la trascendencia del caso. El evento tuvo lugar en la Sala I de la Cámara Federal, con jueces ordenando medidas para proteger la identidad de las víctimas presentes.
El abogado Tomás Farini Duggan, en representación del Foro Argentino por la Democracia en la Región (FADER), solicitó la captura internacional de Maduro y otros responsables, señalando graves violaciones de derechos humanos documentadas. La querella argumentó que no es necesario completar todas las diligencias previas, ya que algunas no serán respondidas por Venezuela.
La Procuración General de la Nación manifestó su apoyo a través del secretario de Coordinación Institucional, Juan Manuel Olima Espel, en respaldo de las medidas cautelares propuestas. La acusación incluye a 33 individuos, desde jefes de la Guardia Nacional Bolivariana hasta altos mandos militares. Esto se enmarca en el principio de Jurisdicción Universal, que permite a un estado enjuiciar crímenes que trascienden fronteras y nacionalidades.