Cultura y Educación
La historia del cura que se reencontró con Dios en el cerro Capilla
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hace 1 mesel
Integrantes de la CAX mientras bajaban los restos del sacerdote: Iván Bonacalza, Jorge Sosinovicz, Bogdan Bertoncelj y Ariel Cachazo. Gentileza Toncek Arko.
En el verano de 1998, un sacerdote de origen esloveno quiso rezar una vez más en la cruz que corona las alturas. Pero su corazón dejó de latir durante el ascenso.
Su nombre tiene connotaciones religiosas desde el vamos. En las temporadas altas, tal vez sean millas las personas que día tras día, se detuvieron a contemplarlo desde la infraestructura relativamente nueva que se instaló en la zona del Bosque Municipal Llao Llao o desde la playa de bahía López. Su mole majestuosa cierra el horizonte hacia el Oeste y en compañía de los demás, evidencia claramente dónde comienza el predominio de la cordillera.
Sin embargo, “el cerro Capilla es una montaña poco visitada pues requiere de una embarcación para cruzar el brazo Tristeza. Es también una montaña de impronta religiosa y en su cumbre hay una cruz emplazada por montañeses del Club Andino Esloveno (CAE) de Bariloche. Junto a ella en alguna ocasión curas montañeses oficiaron misas”, introduce el relato que Toncek Arko plasmó en “Rescates en montaña. 90 años de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche”.
El voluminoso libro salió de imprenta a mediados de 2024 y, aunque específico, contiene un retazo grande de historia barilochense. Uno de aquellos “curas montañeses” fue “Francisco Bergant, sacerdote esloveno radicado en Buenos Aires, quien fue apasionado andinista y pisó entre otras las cumbres la Torre Principal del Catedral, el pico internacional del Tronador, el volcán Lanín y el cerro Capilla. Solía ââvenir durante los veranos a Bariloche y caminar por las montañas. La zona del Nahuel Huapi lo apasionaba”.
De hecho, “fue el encargado de bendecir el refugio vivac que hay en el cerro Capilla, construido por el CAE e inaugurado el 26 de febrero de 1996. Cada tanto volvía a visitarlo, generalmente con jóvenes integrantes del Club Andino Esloveno”. No puede afirmarse tajantemente, pero quizás esté buscando su suerte. “En 1998 subió una vez más al cerro Capilla, para reencontrarse con la naturaleza, disfrutar de las magníficas vistas que tiene la montaña y saludar a Dios en su cumbre”.
Por entonces, el cura “tenía 67 años, había pisado la cima de 2.167 metros varias veces, pero quería tocar la cruz una vez más”. Entonces, “subió junto a su amigo Dinko Bertoncelj y otros cuatros excursionistas de Buenos Aires. Bergant, sacerdote diocesano, trabajó en la diócesis de San Justo y fue profesor de las Sagradas Escrituras del seminario de Devoto”, completa la semblanza de nuestro colega.
Dinko Bertoncej junto a la cruz que señala el sitio donde dejó de existir el sacerdote. Foto: Toncek Arko.
Fue su despedida. “Falleció durante el primer día de ascenso, jueves 19, antes de llegar al refugio. Se paró a descansar y murió recostado sobre su mochila de un paro cardíaco. Dios lo llamó. Vanos fueron los intentos de resucitarlo. Al día siguiente, los integrantes de la CAX subieron para sepultar el cuerpo, que fue sepultado en el Cementerio del Montañés. En el lugar donde falleció fue colocada una cruz en su memoria”.
La tragedia que no fue
No mucho tiempo después, la desgracia volvió a rondar las montañas de Bariloche. “A fines de abril, otros dos mochileros bonaerenses estuvieron una semana deambulando por la montaña y fueron rescatados por la CAX. No estaban literalmente extraviados, pues sabían dónde estaban, pero una nevada y la falta de conocimientos impidieron que regresaran de la montaña”, señala la reconstrucción de Arko.
Pasó que “Eduardo Luis Salas (27) y Adrián Campari (37), partieron el viernes 17 de abril rumbo al refugio Jakob. Pernoctaron en el puente del arroyo Casa de Piedra y al día siguiente llegaron al refugio, donde fueron a acampar. Al tercer día visitaron la laguna Los Témpanos y emprendieron el sendero al valle del Rucaco, por el filo Brecha Negra, pernoctando en el ingreso al bosque”.
“Al cuarto día volvieron a salir tarde, recién cerca del mediodía, lo que hizo que la noche los sorprenda subiendo al filo del Catedral, sin poder llegar a la Cancha de Fútbol”, añade el relato. “Deambularon entre las rocas y finalmente, armaron la carpa. Al día siguiente, se encontraron que había nevado y estaban rodeados de 40 centímetros de cobertura blanca. Esto los desorientó, no conocían la travesía y con la nieve se taparon las marcas. Resolvieron regresar hacia el Jakob, pero el clima cambió a comenzó a neviscar y soplar. Volvieron a acampar en un mal lugar, sobre la escalera oeste de la Catedral. Pese a la situación, mantuvieron la calma”, rescata el texto del periodista y guía de montaña.
Salas y Campari “construyeron un muro de piedras junto a una gran roca y lograron armar la carpita. Tenían buen equipo, eso también ayudó a pasar las noches. Para ese entonces se acabó la comida y también tenían muy poco gas en el calentador. El clima se mantenía muy feo, con fuertes vientos, lluvias y nevadas. Optaron por permanecer otras dos noches en ese mismo lugar”. Puede recrearse la dimensión de la incertidumbre.
Finalmente, “al sexto día amaneció despejado y esta vez sí comenzó a caminar al alba. Se hundían mucho en la nieve, pero lograron bajar al valle del Rucaco, donde tomaron agua y consumieron el último té caliente. Pernoctaron a la salida del bosque y resolvieron emprender al ascenso temprano, para lograr llegar al día siguiente al refugio. Paralelamente su demora fue advertida y comenzó la búsqueda”.
Entonces, “mediante radio se consultó a los encargados de los refugios Frey y Jakob. En el primero no hubo noticias sobre los demorados y en Jakob, Dagoberto Fuentes informó que habían partido rumbo al refugio Frey del cerro Catedral”, según la reconstrucción. “Con la mejora climática el sábado 25 Dagoberto partió en busca de los demorados y los encontró ascendiendo la Brecha Negra. Los acompañó hasta el refugio, donde se alimentaron y el mismo día, bajaron al tambo de Báez”. En esta ocasión, más allá de la semana de privaciones y de algunos kilos, no hubo otras pérdidas que lamentar.
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