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Cultura y Educación

La obra faraónica que iba a llegar hasta Puerto Blest pero se abandonó

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La todopoderosa Chile-Argentina proyectó levantar una gran infraestructura que iba a destruir 9 kilómetros de bosque en el corazón de la cordillera. Fracasó.

Vista del Tronador desde Casa Pangue (Chile).

Desde 1926, del lado chileno el área forma parte del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. Del lado argentino, en 1934 se instituyó el Parque Nacional Nahuel Huapi. En la actualidad, las dos jurisdicciones conservan una extensa zona de bosques que los científicos llaman templados lluviosos. Se trata de rincones muy apreciados por la diversidad biológica que albergan y también, atractivos para la actividad turística. Sin embargo, poco más de un siglo atrás, una obra de infraestructura un tanto faraónica amenazó con destruir considerablemente tamaño paraíso cordillerano.

Alrededor de 1905 y 1910 el intenso tráfico comercial que vinculaba a Bariloche con las localidades del sur chileno no se llevaba a cabo por la ruta carretera que hoy cruza la cordillera para unir Villa La Angostura con Entre Lagos. La Sociedad Anónima Comercial y Ganadera Chile-Argentina, que para todos por entonces era “La” Compañía, se valía para conectar el Nahuel Huapi con Puerto Varas o Puerto Montt de un trayecto antiquísimo que ya los sacerdotes jesuitas denominaron Camino de las Lagunas.

Aunque hoy solo se utiliza con finalidades turísticas, el recorrido alterna tramos terrestres con lacustres e incluso demanda que se crucen ríos. De capitales alemanes y con operaciones de importación-exportación hacia el puerto de Hamburgo, La Compañía no se anduvo con chiquitas en su objetivo de bajar el costo que implicaba movilizar mercaderías desde Bariloche y sus alrededores en dirección a los muelles chilenos, aunque, finalmente, la búsqueda de mayor rentabilidad no solo terminó con su hegemonía, sino también con su existencia.

“Entre las causas de la liquidación, mencionábamos un conjunto de negocios fallidos”, dice en su libro sobre historia de esta ciudad la doctora en la especialidad Laura Méndez. “La Chile-Argentina compró 10.000 ovejas en el otoño (1912) y en el invierno una seguidilla de copiosas nevadas cubrió los pastos y los animales murieron de hambre”, puntualiza el análisis, que puede leerse en “Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche” (Prometeo Libros-2010).

Vista del cerro Esperanza desde Casa Pangue. 1942. Fuente: Memoria Chilena.

Pero aquel no fue el único negocio que salió mal en los designios de La Compañía. “Debido a que el transporte de las mercaderías por la cordillera era difícil y costoso, la Sociedad comenzó a construir un carril aéreo cuyos cables y maquinarias se importaron desde Alemania”. De dónde si no en aquella época… “El proyecto consistía en un cable carril de 9 kilómetros de extensión en dos tramos, que cruzaría la cordillera entre Puerto Blest y casa Pangue”.

En ambos puntos del recorrido, La Compañía tenía “casas comerciales”, es decir, lugares donde acopiaba mercadería en tránsito y en el caso de la locación chilena, albergó turistas bastante antes de que Bariloche se volcara de lleno a la actividad. Inclusive, hay cuestionamientos barilochenses de la época que lamentaban que los contingentes turísticos llegaran mayoritariamente hasta Casa Pangue, sin aventurare -en sentido quizá literal- hacia este lado de la cordillera.

La cuestión es que “se inició el desmonte y se levantaron las torres”. Tanto a uno como otro lado del límite político, los bosques “corresponden al tipo siempreverde, donde se desarrolla una amplia gama de ambientes. En lugares planos y de mal drenaje”, informa el Parque Nacional Vicente Rosales, “predomina el bosque húmedo de galería compuesto principalmente por canelo, coigüe, patagua y pitra”. No obstante, “la formación más importante es el bosque de coigüe, que se sitúa entre los 200 y 1.000 metros sobre el nivel del mar”.

Como bien saben o deberían saber los miles de visitantes de Puerto Blest, “el tipo forestal alerce se desarrolla entre los 800 y 1.000 m s. n. m., ocupando terrenos escarpados y suelos pantanosos”. El que está a pasitos del lago Cántaros tiene aproximadamente 1.500 años de existencia y como puede advertirse también durante el paseo, no todos tuvieron la suerte de esquivar la tala.

Se levantaron las torres y “pronto llegaron las calderas, enormes bobinas de cables, poleas y balancines”, continúa el trabajo de Méndez. “Pero la obra se interrumpió hacia 1909 por falta de dinero; y lo hecho hasta entonces quedó abandonado en los bosques del paso Vicente Pérez Rosales”. Entre las dificultades económicas y el ambiente hostil a infraestructuras de esa índole conspiraron para que la zona pudiera mantener encanto.

No fue el único tropiezo que inmovilizó a La Compañía. “Otro negocio fracasado fue el propuesto por un ingeniero industrial europeo para fabricar briquetas de leña molida, la cual, comprimida, podría competir con el carbón. En una de las pruebas experimentales, la máquina que había sido adquirida a un costo muy elevado no resistió la fuerza del compresor y se rompió, quedando inutilizada”, completa la descripción de la historiadora. Los bosques cordilleranos zafaron por segunda vez.