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La ruptura de la coalición de Scholz aboca a Alemania a la incertidumbre | Internacional
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hace 4 semanasel
Alemania ya está en campaña. No hay fecha concreta para las elecciones anticipadas tras la ruptura de la coalición de Gobierno, pero los líderes y partidos empiezan a mover sus piezas. Está en juego quién y con qué mayoría gobernará en un momento decisivo para Europa, con la economía en recesión, las crecientes dudas occidentales sobre la guerra en Ucrania y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
La decisión de poner fin, el miércoles por la noche, a la coalición tripartita deja al canciller socialdemócrata Olaf Scholz sin mayoría parlamentaria. Se abre un tiempo de incertidumbre, sin fecha concreta todavía para las elecciones y la posibilidad de que el periodo de transición se prolongue durante meses.
Scholz quiere las elecciones en marzo, y para ello prevé presentar una moción de confianza el 15 de enero y perderla, única vía para disolver el Parlamento y adelantar los comicios inicialmente previsto en septiembre. El jefe de la oposición y aspirante a sucederle en la cancillería federal, el democristiano Friedrich Merz, cree que no hay tiempo que gastar y exige abrir ya el proceso para convocarlas.
Al anunciar la destitución de su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, y otros dos ministros del mismo partido, el canciller precipitó el fin de la coalición que ha gobernado Alemania desde 2021 y a la que todavía le quedaban 11 meses antes de agotar la legislatura. Las diferencias en política económica entre los liberales de Lindner, de un lado, y del otro los socialdemócratas y los ecologistas han acelerado una ruptura repetidamente anunciada en meses pasados sin que nunca acabase de suceder.
“El fin de la coalición no es el fin del mundo: es una crisis política que debemos dejar atrás, y lo haremos”, prometió este jueves en una declaración solemne Frank-Walter Steinmeier, el presidente federal. Su cargo es institucional y representativo, pero en ocasiones como la actual puede desempeñar un papel clave. Steinmeier, por ejemplo, es quien debe oficialmente destituir, siguiendo la recomendación del canciller, a los ministros de los que el jefe de Gobierno decide prescindir, y esto ha hecho con Lindner y los titulares de Justicia, Marco Buschmann, y de Educación, Bettina Stark-Watzinge. El cuarto miembro liberal en el Gobierno, el ministro de Transportes, Volker Wissing, optó por seguir en el cargo y, en consecuencia, abandonó el partido.
“Nuestro país necesita mayorías estables y un Gobierno con capacidad de acción”, dijo el presidente. “Muchas personas miran con preocupación una situación política incierta en nuestro país, en Europa, en el mundo. También tras las elecciones en EE UU. No es el momento del tacticismo y las escaramuzas. Es el momento de la razón y la responsabilidad”.
Alemania vive su segundo año de recesión y su poderosa industria flaquea ante la competencia china y se arriesga a quedar descolgada de la carrera por la innovación. Pero tanto las respuestas que daban los liberales (menos impuestos, menos subsidios, menos burocracia) y los socialdemócratas y ecologistas (más Estado) son contrapuestas.
Ultimátum liberal
Se añadía a esto las discusiones sobre el agujero fiscal en el presupuesto y cómo colmarlo. Al final, en una tempestuosa reunión el miércoles por la noche en la sede de la cancillería federal, el choque se centró en el polémico Schuldenbremse, el estricto límite al endeudamiento fijado en la Constitución. Scholz exigía a Lindner dejar este límite en suspenso para ayudar a Ucrania; Lindner se resistió y exigió que socialdemócratas y ecologistas aceptasen un plan de medidas liberales para dar un “giro” a la política económica que era una forma de ultimátum. Sus socios lo rechazaron. El liberal pidió elecciones anticipadas: no quería ser él quien rompiese la baraja. Scholz lo hizo por él, dijo basta y le echó.
A la salida de la reunión, Scholz acusó a su todavía ministro de “cuadriculado” y “egoísta”. Lindner reprochó al jefe de Gobierno haber “minimizado los temores económicos de los ciudadanos y ciudadanas” y le acusó de plantear propuestas “flojas y sin ambición”. La sonora ruptura de la coalición semáforo (por los colores rojo, amarillo y verde de sus integrantes) es “un divorcio sucio”, describe el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, quien señala que “el ajuste de cuentas” entre Scholz y Lindner había llegado a “lo personal”. Ya no era una querella solamente ideológica. Además de personal, era electoral.
Si las elecciones se celebrasen este domingo, las ganaría la coalición democristiana CDU/CSU, liderada por Merz, con un 32% de votos, según el último sondeo del instituto Forsa. En segunda posición empataría, con un 17%, los socialdemócratas del SPD y la extrema derecha de AfD. Los Verdes serían terceros con un 11% y los liberales del FDP, con un 3%, quedarían fuera del Bundestag, una perspectiva alarmante para este partido que ha estado presente, como socio menor, en más gobiernos que ningún otro partido desde la fundación de la República Federal.
En Alemania, el Parlamento no puede autodisolverse y el canciller tampoco puede hacerlo. Es una lección extraída del parlamentarismo inestable de la República de Weimar que precedió al ascenso del nazismo. Una vía para hacer caer a un canciller y adelantar las elecciones es la llamada moción de censura constructiva, que requiere una mayoría alternativa al Gobierno en minoría, pero hoy esta alternativa en el Bundestag es inexistente.
La otra vía —la más probable para salir del bloqueo actual— es que sea el propio canciller quien presente una moción de confianza, la pierda, como con toda seguridad ocurrirá al carecer de mayoría, y el presidente federal convoque entonces las elecciones.
Merz y los liberales exigen a Scholz que presente cuanto antes la moción de confianza para resolver ya las incertidumbres. Scholz pide tiempo para aprobar antes de la pausa navideña algunas reformas, quizá con el apoyo de los democristianos.
“Necesitamos nuevas elecciones para que pueda salir elegido un nuevo Gobierno con una mayoría parlamentaria”, terció Merz tras una reunión del grupo parlamentario. “Y sobre todo [necesitamos] un nuevo Gobierno que pueda actuar con energía, que resuelva los problemas de nuestro país, que hable en Europa con una sola voz y que pueda hablar con el nuevo Gobierno estadounidense, que toma posesión el 20 de enero, y que tenga autoridad y una mayoría en el Bundestag”.
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