Cultura y Educación
La vez que La Nación denunció “tráfico delictuoso” en Nahuel Huapi
El diario capitalino destacó la “Explotación fraudulenta de bosques”, según el título del artículo que publicó el 29 de junio de 1901. La empresa involucrada sufrió un embargo, que se levantó un año después.
A mediados de 1901 una explosiva polémica involucró a Bariloche, aunque detonó a 1.700 kilómetros de aquí. En la lejana Buenos Aires el diario La Nación tituló a una de sus crónicas: “Explotación fraudulenta de bosques”. Con nombres y apellidos, la nota amplificaba un suceso de aparente contrabando por parte de un empresario que, además, reunía otro agravante: era el cónsul argentino en Chile.
El 29 de junio de ese año, el medio apuntó que el ilícito tenían lugar en “una de las islas más grandes del lago Nahuel Huapi”, es decir, la isla Victoria, que todavía no estaba en manos de Aaron de Anchorena. Los dardos de La Nación se dirigieron a Federico Hube, “cónsul argentino acreditado en Puerto Montt” y socio de importancia fundamental en la empresa Hube y Achelis.
El tráfico irregular de maderas allende la cordillera resultó “negado por los pobladores de renombre de la región y silenciado por los sectores subalternos”, es decir, los trabajadores a cargo de los empresarios. La historiadora Laura Méndez abordó el episodio porque “permite analizar la industria maderera, tanto en el Nahuel Huapi como en el sur chileno, así como entrever las vinculaciones existentes entre los poderes políticos y las actividades económicas al inicio del siglo XX”.
En su libro “Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche” (Prometeo – 2010) la investigadora citó el artículo del diario que fundara Bartolomé Mitre, según el cual “ha sido descubierta una gran defraudación de bosques. Las maderas son cortadas sin contrato ni autorización previa, como lo ordena la ley nacional; y toda la madera procedente de estos cortes fraudulentos va a ser vendida a los pobladores de la vecindad y de la colonia Roca o transportada a Chile, tomando la vía de Puerto Bleak (sic), Río Palena y Puerto Montt”. Seguramente el cronista se refería a Puerto Blest, por donde transitaba el comercio interandino a comienzos del siglo XX.
Las “explotaciones clandestinas de bosques” se llevaban a cabo “en las inmediaciones del lago Nahuel Huapi y Río Frío, y en la Isla Grande”, suponemos que la Victoria. El “tráfico delictuoso” se hacía a través de “un vapor que lleva bandera alemana y algunas chatas. El hecho ha sido denunciado al Ministerio de Agricultura”, completaba el matutino de Buenos Aires. Precisamente esa denuncia fue su fuente.
Reacción airada
Según la historiadora barilochense, “la respuesta del lado chileno a estas denuncias fue la reacción airada y la defensa incondicional de las acciones de la acusada”, es decir, la empresa Hube y Achelis. Por su parte, el directamente acusado respondió a través de una nota que envió al cónsul general de la Argentina en Chile, con sede en Valparaíso. Entre otras cosas, argumentaba: “[…] las veinte y tantas mil tablas de alerce que la casa Hube y Achelis tiene en el Nahuel Huapi no son contrabando, ni su adquisición y venta va encaminada a burlar derechos de nadie”.
Para Hube, “el objeto de estas tablas y su realización no es otro que el cooperar en la medida de un deseo bueno y patriótico, al desarrollo de los colonos argentinos que necesitan de este artículo para el levantamiento de casas, establos, bodegas, etc.” Más allá de la demagógica invocación a la patria, la réplica del empresario tenía asidero. A comienzos del siglo XX, “la madera se utilizaba para viviendas, corrales, cercos, puentes, rieles, embarcaciones, durmientes, moblajes” y demás.
En su defensa, añadía el empresario: “Más que a la casa de Hube & Achelis, que con la prohibición de venderlos y entregarlos a los colonos para sus necesidades casi en nada se perjudica, se perturba preferentemente el progreso y bienestar de las colonias argentinas, cuyos habitantes se ven privados de un elemento de primera necesidad”. En enero de 1902, el comisario inspector de la Policía que se ocupó del asunto aceptó el alegato de la empresa y decidió que se levantara un embargo sobre 22 mil piezas de madera que afectaba a la compañía.
Sin embargo, también comprobó que parte de la denuncia de La Nación tenía asidero, porque “comerciantes de origen chileno no radicados en la región del Gran Lago efectuaban regularmente cortes de madera sin autorización alguna y la comercializaban en la zona”, según la pesquisa de Méndez. Contrabandearla no hacía falta porque en Chile la explotación maderera ya estaba muy desarrollada. Hacia 1912, una década después del episodio, solo en Osorno existían 20 aserraderos y 40 mueblerías.
Sobre las enseñas extranjeras en la embarcación, se defendió Hube: “Los diarios que han dado cabida a las denuncias […] aseveran también que el vaporcito que nuestra casa tiene establecido en el lago Nahuel Huapi (porta) una bandera alemana en lugar de la argentina, cosa que nunca ha sucedido desde que dicho vapor se halla haciendo la carrera desde Puerto Montt a San Carlos”.
Admitió que hubo una excepción: “La fiesta que tuvo lugar cuando fue echado al agua y con (la) cual se izaron simultáneamente los pabellones argentino, alemán y chileno en honor a las personas que asistieron al acto”. Cabe recordar que la abrumadora mayoría de los empresarios que aquí llegaron no mucho después del Ejército, era chilenos hijos de inmigrantes alemanes, aunque el acusado invocara en su defensa un “deseo patriótico”.