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Las posibilidades turísticas que ofrece el hallazgo del barco hundido en el Nahuel Huapi
¿Cómo podría explotarse el vapor Helvecia II pensando en quienes visitan Bariloche?
La embarcación, en el fondo del lago. ¿Cuáles son las opciones de una posible explotación turística? (fotos: gentileza de Nicolás Mazzola).
El hallazgo del vapor Helvecia II en el fondo del lago Nahuel Huapi, más allá de tener una importancia indudable desde lo histórico, encierra posibilidades turísticas, tal como consideran los propios integrantes del equipo que dio con la embarcación.
Para ellos, el descubrimiento “sin dudas constituye un hecho cultural en sí mismo, que, además de poder reflejarse en una película y en un libro, también representa un recurso turístico”. En tal sentido, cabe señalar que la referencia a un filme y un texto se produce porque, por un lado, Nicolás Mazzola, que fue quien decidió rastrear dónde podía encontrarse el barco, está trabajando en el documental La búsqueda del Helvecia, mientras que Pablo Sigüenza, otro de los tres miembros del grupo (el restante es Lucas Bonfanti) escribió el libro Vapor Helvecia. Naufragio, olvido y hallazgo, que el viernes 27 de junio a las 19 se presentará en la Biblioteca Sarmiento.
La película sobre la embarcación está en proceso de realización.
Sigüenza, precisamente, señala: “De la etapa fundacional de Bariloche, aquel período pionero, de pueblo de frontera y economía agrícola, ganadera y forestal –que algunos autores llaman ‘la época de los vapores’– el Helvecia II es, junto con alguna que otra ‘casa perdida’, el último ‘ejemplar sobreviviente’. El barco mismo y cada uno de los objetos que contiene eran parte de la rutina de aquel Bariloche. Objetos utilizados por personas que quedaron en una cápsula del tiempo, intacta desde sus últimos usuarios hasta nosotros”.
Nicolás Mazzola y Pablo Sigüenza, conversando en momentos donde reunían material sobre el Helvecia.
“Es importante entender que los restos náufragos del Helvecia II son propiedad del Estado nacional, y están bajo su jurisdicción”, aclara Sigüenza, que es abogado (más allá de ser buzo). En tal sentido, aprecia que la embarcación se ha transformado en “un bien arqueológico, de más de cien años de antigüedad”, que se ubica en un lago “de dominio público del Estado nacional”, y señala: “La Administración de Parques Nacionales ya conformó un comité –del que los tres descubridores formamos parte– para el estudio y manejo de esos restos. Y entiendo que en ese concepto de ‘manejo’ entra lo relativo a la explotación turística de los restos en sí mismos”.
Detalle del barco hundido.
“No tiene ningún sentido el hallazgo si no se lo divulga amplia, responsable e inteligentemente”, reflexiona el letrado. “Si atendemos a lo tradicional, esta explotación se daría por la extracción (intervención de arqueólogos conforme ley mediante, siempre) de objetos y partes del pecio, para ser exhibidos al público en un museo estatal, con las explicaciones e ilustraciones que se consideren pertinentes”, expresa Sigüenza, para luego añadir: “Yendo un poco más allá, se podría soñar con lo que en Suecia se hizo con el barco de guerra Vasa, de 1628, hundido apenas instantes después de su botadura, aproximadamente a un kilómetro al salir del puerto de Estocolmo. A pesar de haberse hundido en el mar (medio mucho más hostil ambientalmente para los restos de un naufragio de madera y hierro que el lago, de agua dulce), el enorme pecio fue rescatado y subido a la superficie en los años sesenta del siglo XX, en un estado de conservación asombroso. Tras décadas de trabajo minucioso para estabilizar la madera y los componentes de hierro, hoy se encuentra prácticamente reconstruido con sus piezas originales y exhibido en un gran museo techado”.
Bajo el agua, durante la búsqueda.
Igualmente, aclara: “Sin embargo, no vemos que algo así –por sus elevados costos y por la constancia que se requiere en la política de llevar adelante esas tareas– se pudiera hacer con dinero estatal en favor del Helvecia II”.
“A su vez, extraerlo y no alojarlo en un lugar cerrado, con condiciones estables para los materiales, vigilado y protegido del vandalismo y los expolios, implicaría su inmediata pérdida y deterioro”, opina, y agrega: “Lo que bien duró más de cien años en el agua, desaparecería en meses en superficie, a merced del abandono. Y sería el mayor de los fracasos”.
Buceando, cuando aún dar con el Helvecia era sólo una ilusión.
“También se puede soñar con establecer visitas subacuáticas con eficaz control y supervisión de la Administración de Parques Nacionales y la Prefectura Naval Argentina, mediante operadoras de buceo responsables, inscriptas debidamente en el parque y bajo tributo de canon”, especula.
Nicolás, Pablo y Lucas, el equipo que pudo dar con el barco hundido.
Asimismo, manifiesta: “Es factible establecer un monitoreo con cámaras subacuáticas a toda hora, todos los días del año, y exhibir esas imágenes en el museo, más allá de cumplir, en paralelo, con el objetivo de prevención y vigilancia”.
En el fondo del lago, el Helvecia aguarda un futuro que aún no se sabe qué le deparará.
“Para todo eso se requiere una intervención activa de las autoridades, que indudablemente deben velar por la integridad material de los restos náufragos del Helvecia II”, concluye Sigüenza.