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Cultura y Educación

Lectura, contención y cultura, pilares de las bibliotecas populares

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Espacios de lectura, préstamo de libros, ayuda escolar y espacios de contención. Cómo sobreviven las bibliotecas barilochenses. 

17/05/2025 10:32 Hs.

Las bibliotecas populares de Bariloche cuentan con más de 10 mil libros y diferentes propuestas para sus socios. Fotos: Marcelo Martínez.

Las bibliotecas populares de Bariloche, algunas con varias décadas de historia, son las que le hacen frente a las distintas etapas de la ciudad, apostando por seguir siendo ese espacio de contención, de encuentro con los libros, de descubrimiento. Algunas con más dificultades que otras, pero con el mismo objetivo: seguir siendo parte vital de la vida comunitaria de Bariloche. 

“Hubo un tiempo donde hubo muchas más, pero fueron cerrando”, cuenta Claudia Baun, voluntaria en la biblioteca del barrio Lera. Esta, particularmente, es una de las que atraviesa más inconvenientes, debido a la falta de un espacio propio. Actualmente, funciona en una Usina Cultural ubicada en calle Brown 1444, pero con una gran limitación de espacio, y por ende, de actividades. 

Más de 10 mil libros colman los estantes de las bibliotecas populares. Foto: Marcelo Martínez.

Las bibliotecas populares se encuentran desperdigadas por la ciudad, aunque hay grandes espacios de territorio que no cuentan con una de cercanía. Si bien hubo cerca de 14 hace pocos años, algunas cerraron en el último tiempo y los libros se repartieron entre otras que permanecen. Muchas de ellas, tienen más de 20 años de trayectoria e incluso, la más conocida de la ciudad, está a muy poquitos años de cumplir un siglo. 

Aquellas que se encuentran “al día con los papeles”, reciben un aporte municipal, que la gestión actual decidió hacer en un solo pago en el primer trimestre del año, y también un aporte provincial. La suma varía de acuerdo a la categoría de cada institución, establecida por la cantidad de socios, libros y otros ítems, pero en las consultadas, este año no superó los 2 o 3 millones de pesos. Con esto, más las ínfimas cuotas que no todos pagan con continuidad, deben sostenerse. 

La biblioteca del barrio Lera tiene más de 27 años. Durante más de 22, funcionó en un local alquilado ubicado en calle 9 de Julio, pero hace un tiempo,”el dueño nos pidió el lugar porque querían explotarlo comercialmente”, contó Baun.  

Esto marco un antes y un después para la institución, porque si bien mantuvieron el funcionamiento en otros espacios, como en el que están ahora, no pudieron continuar con las actividades que la caracterizaban. 

El pequeño espacio en el que funciona la biblioteca del barrio Lera. Foto: Marcelo Martínez.

“Tenemos un terreno en el predio de la escuela Ramón Jiménez, pero no contamos con los fondos para construir”, señaló. Tampoco tienen bibliotecarios. En pandemia, la persona que llevaba adelante la institución falleció por Covid y desde entonces, la sostienen voluntarias que aman los libros y a la biblioteca y concurren de lunes a viernes, de 10 a 16 horas.

Ahora, en el espacio compartido que tienen, solo hay expuestos algunos de los más de 10 mil libros, ya que no hay lugar suficiente para todos. Tampoco hay una sala de lectura ni un espacio acorde para que los chicos vayan a hacer la tarea, pero las personas detrás de la comisión directiva, siguen adelante. 

En los barrios, cumplen un rol fundamental. El objetivo no es solo tener libros para prestar, sino, tener un lugar en el que escuchar, contener, conocer. “Antes de la pandemia, acá venían muchísimos chicos. Las mamás y los papás que no tenían con quién dejar a sus hijos cuando trabajaban, muchas veces los traían acá. Hay juegos, libros, computadoras. Pero ahora, los chicos pasan demasiado tiempo con el celular y vienen muy poco”, comentó Victoria Baldinelli, de la biblioteca popular Ruca Quinn, ubicada en el barrio Ada María Elflein.

“La biblioteca surgió hace más de 25 años porque el barrio no tenía espacios para los chicos”, contaron Baldinelli y Ángeles Nabarlaz, en el interior de este colorido espacio, ubicado en el barrio de los laberintos. Allí, también le dan merienda a las niñas y niños que asisten.

En esta biblioteca, los socios pagan una cuota de $1000 o $2000 para los grupos familiares, pero Baldinelli cuenta que no todos lo pueden pagarla y, además, muchos quedaron con valores totalmente desactualizados de hasta $1 por mes. Una alcancía y un bono contribución, intentan paliar las dificultades económicas que suelen atravesar. 

Victoria y Ángeles, de la biblioteca Ruca Quimn, en el barrio Ada María Elflein. Foto: Marcelo Martínez.

Más allá del pago de la cuota, lo que más les interesa a las mujeres detrás de esta institución, y a quienes se encargan del otro decenio que hay en la ciudad, es fomentar la lectura, acercar la posibilidad de leer un libro, de completar una saga, de descubrir el mundo de la literatura, de tener con quién compartir sobre lo leído.

En algunas de las instituciones, las que cuentan con espacio suficiente, al menos, la vida cultural es parte fundamental de todo lo que ocurre puertas adentro. Talleres, exposiciones, encuentros y hasta espectáculos de teatro, son algunas de las propuestas que se pueden encontrar en sus carteleras. 

Sobre esto, Mariana Giachino, presidenta de la Comisión Directiva de la biblioteca Sarmiento, manifestó que “estamos trabajando muy fuertemente con actividades culturales dentro de la sala de teatro, buscando siempre innovar, e incorporar mayor cantidad de espectáculos, que además le genera un ingreso extra a la biblioteca”. 

En este caso, la biblioteca cuenta con más de 2500 socios y es la que tiene la cuota más alta, que en junio pasará a costar $ 3500 por mes. En los anaqueles de la biblioteca ubicada en el Centro Cívico, hay más de 40 mil ejemplares. 

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“Las bibliotecas generan un sinfín de beneficios. La biblioteca Sarmiento, por su parte, busca mantener el perfil que tuvo en su origen. Facilitar, también por la ubicación, este lugar como un espacio de encuentro y de surgimiento de nuevas instancias. Como biblioteca, buscamos permitir este espacio de encuentro con la lectura, de fomentar la lectura, la escritura”, destacó Giachino.

Sobre el funcionamiento y el sostén económico, Giachino indicó que además de los aportes recibidos, la Usina Cultural suma un extra importante, así como los diversos talleres que brindan en el espacio de la biblioteca. “Siempre la temporada de verano es la más difícil porque no hemos logrado mantener estabilidad en eventos. Fuera de eso, venimos con un equilibrio económico que nos permite sostener el funcionamiento, aunque claramente si tuviéramos mayor ingreso, tendríamos ampliación de horario”, señaló.

Una de las bibliotecas más “jóvenes” es la llamada Néstor Kirchner, ubicada en el barrio Nahuel Hue, una de las pocas que no cobra cuota para socios. “Tratamos de ofrecer todo lo que podamos, sin cobrar, mientras se pueda, al menos”, destacó José “Pichi” Arpires. Aquí, el mayor público son chicos que concurren a hacer la tarea de la escuela, o a pedir ayuda con alguna impresión. “Es un espacio de contención. En vez de que anden en la calle, prefiero que estén acá”, afirmó.

La biblioteca Néstor Kirchner se encuentra ubicada en el barrio Nahuel Hue. Foto:  Marcelo Martínez.

La biblioteca inaugurada en 2012 fue la primera y es la única del barrio. Además, es la única en el sector más al sur de la ciudad y por esto, llegan chicas y chicos de distintos lugares. “Hacemos actividades todo el año. Siempre queremos mejorar”, expresó.

“Las bibliotecas no son solo un lugar donde están los libros. Son un espacio cultural, un espacio de encuentro. Hay muchas personas mayores que vienen a charlar, porque no tienen con quién hablar. Esto es importantísimo, hay cosas que no te las da otro espacio”, consideró la voluntaria de la biblioteca del barrio Lera y todos coincidieron. (ANB)