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Marcos Easdale: “La ciencia no está siendo atractiva”
Un especialista en agronomía que también es poeta y novelista cuenta cómo conviven en él esos “amores” que parecen tan distintos, a la vez que muestra preocupación por lo que pasa en entidades como el Conicet y el INTA.
La literatura y la naturaleza como una presencia necesaria, en tiempos desfavorables para la ciencia (fotos gentileza).
El doctor en Ciencias Agropecuarias Marcos Easdale hace veintiún años que vive en Bariloche, pero mantiene el tono cordobés característico de su provincia de origen.
Llegó a esta parte del sur por trabajo, y aquí eligió quedarse.
Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Cuando arribó a la ciudad, en 2004, ya contaba con un libro de poesía, titulado La intimidad de los versos.
Ahora, a los cuarenta y seis años, repasa su historia, en la sala Pannozzi del Centro Administrativo de Río Negro en Bariloche, donde se está llevando a cabo una exposición que permanecerá abierta hasta el 5 de julio, denominada “Hacen así, así quienes escriben”, que reúne a diversos escritores que muestran parte de su trabajo y realizan diversos talleres. Justamente, sobre la muestra, aprecia: “Espacios como este me parecen saludables, entusiasman. La cultura es central para poder tener una vida mejor, y Bariloche, en algún punto, le da la espalda; el turismo está desarrollado sobre una base que tiene más que ver con el paisaje, lo cual está bien, no lo critico, pero se le podría sumar un desarrollo cultural que también resultara un atractivo, incluso turístico. Igualmente, en los últimos años, tras la pandemia, se produjo un crecimiento, con movimientos y grupos autoorganizados en diferentes rubros. Me parece que la literatura está buscándose un camino. Entonces, los escritores recibimos esta iniciativa con agrado, porque nos brinda un impulso”.
Entre la ciencia y la literatura, una charla a fondo.
Precisamente, acerca de su acercamiento a la literatura, devela que comenzó de muy pequeño, en la casa de un abuelo abogado que, en el sector donde tenía su despacho, contaba con una máquina de escribir. Ahí, con apenas seis años, Marcos aporreaba el aparato. “Metía una hoja y, como podía, escribía cosas que se me ocurrían, situaciones que imaginaba”, evoca.
“Se trata de algo que siempre tuve incorporado… A los diecisiete, escribí un libro de prosa poética, un género no muy común. Hubo un concurso (Fondo Estímulo a la Actividad Editorial Cordobesa, con auspicio de la Municipalidad de Córdoba), donde fui uno de los ganadores, y lo publicaron”, cuenta.
La obra era, precisamente, el ya mencionado texto poético.
Luego, a partir de sus estudios, la literatura quedó un poco relegada. “Me focalicé en la escritura científica”, indica.
El stand by se estiró bastante. Finalmente, en 2018, sintió la necesidad de volver a lo literario y comenzó una novela.
En realidad, no es que en el intervalo, que duró algo más de veinte años, no se hubiese asomado a la creación literaria. Escribía, pero, como él reconoce, “no de una manera disciplinada”.
Marcos, el ingeniero agrónomo que también es poeta y novelista.
Si bien hasta ese momento había sentido cierta inclinación por la poesía, apareció el impulso de narrar una historia. Igualmente, el texto tiene bastante de poético, así como cierto tinte filosófico.
“Yo llegué a la filosofía por falta de recursos”, sonríe, y relata: “Resultaba caro comprar novelas, pero, en cambio, cuando iba a la librería, entre las ofertas siempre había filosofía, así que compraba libros de ese tipo”.
Portada de una novela que utiliza la prosa poética.
“De tal manera, siento que la novela, que se llama Las luchas que nos habitan y salió en 2022, tiene un trasfondo filosófico, que remite a la pregunta ¿qué es la identidad? Tiene que ver con los efectos que la dictadura y la guerra de Malvinas tuvieron sobre los personajes. A la vez, utilizo también cierta prosa poética, una escritura que algunos denominan barroca, cargada”, detalla.
Un libro que bucea en el poder de las ausencias.
Después vino otra novela, Que nadie te ausente, la cual califica como de “una lectura más fluida”.
“Si la primera preguntaba ¿cómo se forja la identidad?, ¿cuán libre es uno para poder construir la persona que es?, ¿cuánto condiciona el ambiente?, acá la interpelación se relaciona con el poder que tienen las ausencias, la manera en que nos definen. Trata sobre un personaje que, debido a la pandemia, queda encerrado en su casa y le suceden cosas, que pueden ser reales o no. El lector determina qué parte de lo que le pasa es realidad”, aprecia.
La poesía, siempre presente en la vida de Marcos.
En 2024, en tanto, publicó dos libros. Uno, de poesía, titulado Somnolescencia (“Es un neologismo en el que juego con la idea de la somnolencia y la esencia, porque apunto a esos momentos entre la vigilia y el sueño”, explica), y el otro, La resistencia del arte sano, una novela muy distinta a las que la precedieron, ya que apela a la ciencia ficción, con una trama que tiene como escenario un futuro particular. “Se ubica dentro de cien años, un tiempo donde la dinámica social se encuentra dominada por la inteligencia artificial, que, entre otras cosas, posee un módulo donde desarrolla arte. Es decir, hace libros, pinturas… Casi ha desaparecido el artista como tal. Están quienes reciben arte, pero no hay gente que lo elabore, aunque existe una organización de resistencia, que vive en una especie de sótano para no ser capturada a partir de sensores que registran imágenes, sonidos y demás. Quienes la integran piensan que la única forma de desarrollar una cultura en la sociedad es mediante el arte llevado a cabo por seres humanos, pero sus propias convicciones empiezan a encontrar alguna fragilidad”, expresa Marcos.
Libro sobre un futuro incierto.
–¿Cómo conviven el agrónomo y el escritor?
–Una forma de convivencia se relaciona con la mirada sobre la naturaleza, que está muy metida en mi escritura. Las relaciones sociales mediadas por aspectos psicológicos y el vínculo con la naturaleza son ejes que me interesan mucho. Es decir, se trata de un punto de vista que cuestiona qué hemos hecho con la naturaleza. Ahí entra la mirada agronómica, que siempre me interesó. La agronomía es como una interfase entre la dinámica social y la ecológica. Podemos ser promotores de un cambio nefasto o, también, de cuestiones que producen alimentos. Existe una especie de contradicción permanente. ¿Hasta dónde vamos con un cambio que degrade a la naturaleza y hasta dónde necesitamos de eso para poder vivir? Hay todo un debate que es filosófico, pero también pragmático. Por otro lado, para mí, la naturaleza siempre ha sido un refugio, el lugar en donde encuentro una esencia que te cambia la vida, que permite conectar con cosas mucho más sensibles.
–¿Cómo observa el presente del Conicet?
–Con mucha preocupación, al igual que lo que sucede con el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y el sector científico en general. Realmente, estamos en un momento muy crítico. La pregunta que hay que hacerse es cuál es el rol de la ciencia en la sociedad, porque la ciencia permea en una multiplicidad de situaciones que nos definen como sociedad. Estamos en una etapa que causa incertidumbre, ya que, más allá del desfinanciamiento y la degradación que pueda haber por parte de este gobierno, me preocupa cuál es la discusión de fondo sobre el rol que se le pretende dar a la ciencia y, por ende, el que podemos tener los científicos, porque pasamos a ser denostados por un sector de la población a título gratuito. No sé qué hemos hecho para que nos vean como “ñoquis”. Con esta idea de que el Estado tiene que ser destruido y llevarse todo puesto, no nos damos la posibilidad de tener discusiones más profundas, que tienen que ver con una salida a largo plazo. La coyuntura nos tapa todo. Sospecho que habrá algún momento donde podamos dar esa discusión, pero, mientras tanto, la degradación está siendo muy grande. Hay colegas que se están yendo. Y me preocupa que los jóvenes duden acerca de si la universidad es el lugar adecuado para ir, porque tampoco les asegura tener un ingreso o una forma de vida. La ciencia no está siendo atractiva, claramente. Muy poca gente está definiendo hacer una carrera científica en la actualidad.