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¿Nacionalismo o multilateralismo? Los votantes decidirán la política exterior de la potencia mundial | Elecciones USA
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hace 1 mesel
Según quién se imponga en las elecciones presidenciales en Estados Unidos este martes —y el resultado definitivo puede tardar en conocerse, dado lo tozudo del empate entre los dos candidatos en las encuestas—, la política exterior de la gran potencia mundial asumirá direcciones muy diferentes: el aislacionismo del republicano Donald Trump o el multilateralismo de la era de Joe Biden que la demócrata Kamala Harris promete continuar. En una batalla en la que las fuerzas de ambos están tan ajustadas como en la de este año, y en la que una mayoría de votantes declara otorgar gran importancia a los asuntos internacionales, esas posiciones pueden acabar inclinando la balanza de un lado o del otro.
Sea quien sea el que logre traspasar el umbral de los 270 votos que otorgan la mayoría en el Colegio Electoral, el vencedor entre los dos candidatos tendrá que afrontar de inmediato dos enormes patatas calientes: la guerra en Ucrania y el conflicto en Oriente Próximo. A un plazo menos perentorio, pero también urgente, se perfila un tercer desafío: la rivalidad con China y la relación de fuerzas en el Indo-Pacífico.
La tradición dicta que son los problemas diarios de los votantes —la marcha de la economía, la seguridad en las calles— los que dictan el resultado de las elecciones estadounidenses. Un lugar común que se retrotrae, al menos, a tres décadas atrás, cuando Bill Clinton y el famoso “¡es la economía, estúpido!” de su campaña se impusieron en 1992 contra un George Bush que, al frente de una coalición de naciones, acababa de deshacer la ocupación de Kuwait por parte del Irak de Sadam Husein.
Pero esta vez puede ser distinto. La economía, es cierto, figura con diferencia como gran prioridad de los estadounidenses. Pero el 62% declara que la política exterior es un asunto que les interesa y mucho, según un sondeo del Pew Research Center en septiembre. La cuestión es especialmente importante para los simpatizantes de Trump: un 70% de ellos así lo reconoce, mientras que entre los partidarios de Harris el porcentaje se sitúa en el 54%.
“En competiciones muy ajustadas como la de este año entre Trump y Harris, los temas de política exterior podrían inclinar la balanza”, escribe el experto en política para Oriente Próximo Gregory Aftandilian, del Centro Árabe en Washington, en un informe. “En particular, las opiniones de los votantes sobre las posiciones de los candidatos sobre las guerras Israel-Hamás-Hezbolá y Rusia-Ucrania pueden resultar decisivas en los Estados bisagra y, por ende, en el resultado electoral”.
Voto de protesta en Míchigan
Muy especialmente, sus posiciones acerca de la guerra en Gaza, que podrían dejar un impacto en el Estado de Míchigan, donde la población árabe-estadounidense amenaza con un voto de protesta contra los demócratas en el poder por el apoyo de la Casa Blanca a Israel en los 13 meses de conflicto. Harris predica la necesidad de un alto el fuego inmediato pero, como Biden, rechaza un embargo de armas a Israel. Trump señala que es necesario que el conflicto concluya rápidamente, pero “tiene que haber victoria” de Israel. El republicano asegura que es un aliado del Estado judío mucho más firme que sus rivales.
Ninguno de los dos candidatos ha sido especialmente prolijo a la hora de explicar sus posiciones geopolíticas. Pero sí lo suficiente para que quede claro que son completamente distintas.
Harris, que en su discurso de aceptación de la candidatura demócrata en agosto prometía respaldar a un ejército fuerte, hace alarde de su disposición a colaborar con sus aliados en la defensa contra el autoritarismo. “En la eterna lucha entre democracia y tiranía, sé de qué lado estoy y sé de qué lado está EE UU”, comentaba entonces. La vicepresidenta adelanta que mantendrá el apoyo a Ucrania en su lucha contra la invasión rusa. Trump, en cambio, se deshace en elogios hacia el inquilino del Kremlin, Vladímir Putin. Ha criticado el gasto en ayuda militar a Kiev y asegura que podrá fin a la guerra en un solo día, obligando a los contendientes a negociar. Presumiblemente, sin la asistencia de Washington, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, se vería obligado a rendirse.
El próximo ocupante de la Casa Blanca no solo tendrá que enfrentarse a las dos guerras, sino también a un momento en el que se está produciendo un realineamiento en la geopolítica mundial. Aumenta la cooperación entre las potencias autocráticas: Corea del Norte no solo aporta munición y misiles a la maquinaria de guerra rusa, sino ahora también —según las denuncias de Washington, Seúl y Kiev—, se prepara para desplegar soldados en Ucrania. Pekín y Teherán también apoyan a la industria militar de Moscú. Otros Estados del llamado Sur Global, como Brasil, Turquía o la India, evitan dar su respaldo a Occidente en la guerra.
“Esos actores pondrán a prueba una nueva Administración, no mediante un desafío directo a EE UU, sino atacando supuestas vulnerabilidades, como la fortaleza del compromiso de Washington con sus aliados y socios o que países en desarrollo no tengan otras alternativas a la influencia de Rusia y China”, escribe Victor Cha, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS, en sus siglas en inglés), en el prefacio al informe de este think tank sobre las consecuencias globales de las elecciones en EE UU.
La presión de China y Rusia
En su opinión, China y Rusia “pondrán a prueba la relativa inexperiencia de Harris en política exterior (…) en las esferas de la seguridad y la coerción económica”. Si gana Trump, “explorarán hasta qué punto pueden presionar a los aliados estadounidenses a inclinarse ante las preferencias de Moscú y Pekín sin provocar una respuesta de EE UU, dentro de un contexto de ‘América Primero’ de implicación estadounidense mínima”.
Esa implicación mínima, de ganar Trump, podría tener consecuencias en la participación de Washington en las alianzas en las que se integra, desde los acuerdos para la lucha contra el cambio climático a la OTAN. El expresidente republicano, que coqueteó con la salida de la Alianza Atlántica, ha declarado durante la campaña que no respetaría el artículo 5, que obliga a la defensa mutua entre los países miembros, si resultase atacado un socio que no cumple el compromiso de un gasto militar del 2% del PIB.
“Bajo un segundo mandato de Trump, la OTAN se vería muy distinta a la de ahora. Menos una alianza basada en valores comunes, y más un acuerdo de pago por servicios. Esta transformación llegaría en un momento en el que los desafíos y las dimensiones de la alianza se expanden como nunca antes: aunque es una alianza del Atlántico Norte, el apoyo de China a Rusia en la guerra y sus ambiciones hegemónica en el Indo Pacífico conectan cada vez más” a Europa y el Pacífico, señala la experta del Consejo de Relaciones Exteriores Liana Fox.
Un área donde se mezcla la política exterior y las cuestiones internas es la inmigración, el asunto que, según los sondeos, más importa a los estadounidenses en estas elecciones, con la única excepción de la economía. Tanto los demócratas como, sobre todo, los republicanos, han girado hacia la derecha en este asunto para endurecer, o prometer un drástico endurecimiento, del control de la frontera. Harris, que como vicepresidenta estuvo al cargo de atajar las causas de la emigración en América Central, asegura que quiere rescatar el fallido proyecto de ley sobre seguridad fronteriza presentado por ambos partidos en el Congreso a comienzos de este año. Trump ha prometido, entre otras cosas, “la mayor operación de deportaciones de la historia de EE UU”.
Una de las grandes incógnitas es cómo cooperará la gran potencia mundial con sus vecinos para resolver este asunto, apuntaba el exembajador mexicano Julián Ventura, de Chatham House, en una reciente videoconferencia. “Si explorará vías legales para los flujos de inmigrantes, tratará de tomar medidas sobre causas en América Central, o incluso los flujos de inmigrantes africanos hacia las Américas”.
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