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Netanyahu celebra la victoria de Trump convencido de que beneficiará sus planes bélicos | Internacional
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hace 4 semanasel
El estado de guerra en el que se encuentra sumido Oriente Próximo desde hace 13 meses, con decenas de miles de muertos, ha hecho que la elección de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos, principal aliado de Israel, se haya seguido con especial atención por las consecuencias que su nuevo mandato pueda tener en la región. Las rencillas y diferencias de Israel con el presidente Joe Biden han sido evidentes durante el conflicto, pese a que nunca se ha llegado a romper la estrecha colaboración entre ambas administraciones, por eso el viraje electoral ha sido recibido con enorme satisfacción por el Gobierno que lidera el primer ministro, Benjamín Netanyahu.
Trump, envuelto en su pragmatismo populista, había señalado ya que la contienda no habría estallado si él hubiera estado en la Casa Blanca, algo parecido a lo que aseguró con la invasión rusa de Ucrania. La semana pasada, trascendió que el vencedor en los comicios le comentó a Netanyahu que su intención es acabar con la guerra antes de su toma de posesión dentro de dos meses, según fuentes de ambos países citadas por Times of Israel. Así se lo habría hecho saber cuando recibió al mandatario israelí en su residencia de Florida el pasado julio. De momento, el curso de la contienda ignora lo dictaminado por las urnas y los misiles han seguido cayendo este miércoles en Israel lanzados por la milicia chií Hezbolá desde Líbano, país invadido hace un mes por las tropas de Israel al igual que hicieran con Gaza hace más de un año.
¿Tendrá el nuevo presidente estadounidense capacidad para cambiar el curso del conflicto y forzar unas negociaciones de alto el fuego estancadas? ¿Qué precio pagarán los palestinos, cuyas aspiraciones están ausentes de las preocupaciones del líder republicano como ya demostró durante su anterior mandato? ¿Cómo afrontará la nueva administración en Washington otros frentes como el de Líbano o Irán?
La realidad es que el Gobierno de Israel, exultante, se ha lanzado de inmediato a felicitar al presidente electo con el primer ministro, Benjamín Netanyahu, a la cabeza, junto al brazo más radical de su gabinete. El mandatario israelí apenas ha tardado unos minutos desde que Trump empezara su discurso triunfal para darle la enhorabuena. Netanyahu cree que su regreso a la Casa Blanca va a beneficiar sus planes bélicos, representados en su firme oposición a una tregua.
“¡Felicitaciones por el mayor regreso de la historia!”, ha afirmado a través de un comunicado dirigiéndose al republicano y a su mujer, Melania, en el que califica el logro de “gran victoria”. “Tu histórico regreso a la Casa Blanca ofrece un nuevo punto de partida para Estados Unidos y una poderosa renovación del compromiso con la gran alianza entre Israel y Estados Unidos”, ha añadido el mandatario israelí. Por la tarde han mantenido una conversación telefónica que la oficina del primer ministro ha calificado de “cálida y cordial”, y abordaron, entre otros asuntos, la “amenaza iraní”, según un comunicado de la oficina del mandatario.
Israel Katz, todavía ministro de Exteriores de Israel, aunque ya anunciado como sustituto del titular de Defensa, destituido este martes por Netanyahu, se ha unido a las felicitaciones. “Juntos, fortaleceremos la alianza entre Estados Unidos e Israel, recuperaremos a los rehenes y nos mantendremos firmes para derrotar al eje del mal liderado por Irán”, afirma Katz en su perfil de X (antes Twitter).
En un tono similar se han manifestado algunos de los representantes más ultranacionalistas del ejecutivo. “Síííí, Dios bendiga a Trump”, ha dicho el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir. “Dios bendiga a Israel, Dios bendiga a Estados Unidos”, ha clamado el titular de la cartera de Finanzas, Bezalel Smotrich. Ambos son colonos residentes en asentamientos ilegales en la Cisjordania ocupada y defensores de imponer más mano dura en Gaza, enclave que apuestan por volver a ocupar con civiles en medio de planes incluso de expulsión de la población local.
Desde allí, Hamás también ha reaccionado al resultado de las presidenciales y se ha puesto en compás de espera para comprobar si el presidente electo es capaz de acabar con la contienda. Así lo ha señalado uno de los responsables del movimiento islamista palestino, Sami Abu Zuhri, en declaraciones a la agencia Reuters, al tiempo que le pide “aprender de los errores de (el presidente Joe) Biden”. El grupo reconoce que “los palestinos esperan un cese inmediato de la agresión”, especialmente en Gaza, indicó Basem Naim, miembro del buró político a través de un comunicado citado por Efe.
Irán resta importancia al cambio en EE UU
El régimen iraní ha tratado de restar importancia al cambio al frente de las riendas de la Casa Blanca. “Las elecciones en Estados Unidos no son realmente asunto nuestro. Nuestras políticas son constantes y no cambian en función de los individuos”, ha señalado la portavoz gubernamental Fatemeh Mohajerani, según la agencia de noticias semioficial Tasnim, que cita Reuters. En un tono similar, la Guardia Revolucionaria, un cuerpo paralelo al del ejército, se ha limitado a comentar que Teherán y sus grupos armados aliados están listos para la confrontación con Israel.
La guerra y los ataques israelíes, especialmente sobre la Franja, donde han muerto ya más de 43.000 personas, se han mantenido desde el año pasado con el apoyo pleno y directo a nivel económico, armamentístico, político y diplomático de la administración del presidente estadounidense, Joe Biden. Sus críticas y diferencias con Netanyahu siempre han estado por debajo del nivel de su respaldo, pese a las grandes manifestaciones propalestinas que tuvieron como escenario universidades de todo Estados Unidos.
Washington ha llegado a congelar ciertos envíos de bombas ante el temor de que fueran destinadas a matar a civiles en Gaza y ha presionado para que Netanyahu permitiera la llegada a ese enclave de ayuda humanitaria con la que poder paliar la gran crisis que vive la población gazatí. Pero nada ha interrumpido los planes bélicos del primer ministro israelí, que destituyó a Yoav Gallant como ministro de Defensa en plena jornada electoral, más propenso a negociar una tregua, en un claro gesto de que no admite ni siquiera en su gabinete voces medianamente discordantes.
Así, el ruido en las relaciones bilaterales entre los dos países ha sido visto más bien como un gesto hacia la galería en un momento en el que Biden necesitaba salvar su mandato y, tras apartarse durante el verano de la carrera por la reelección, preparar un trampolín para la candidata Kamala Harris. Las esperanzas de que una victoria demócrata hubieran supuesto un cambio de timón en la contienda estaban ya desvanecidas tras la experiencia constatada en el último año.
Desde que Hamás encabezó la matanza, el 7 de octubre del año pasado, de unas 1.200 personas y el secuestro de 250 en territorio israelí —abriendo así la espita de la guerra—, no dejan de añadirse frentes regionales. Trump ya reconoció Jerusalén como capital de Israel y trasladó incluso la Embajada a esa ciudad además de reconocer a su aliado la soberanía sobre los Altos del Golán, territorio sirio bajo ocupación israelí. La incógnita ahora, pocas semanas antes de que arranque su segundo mandato, es si realmente la Casa Blanca va a tener capacidad para interponerse en los deseos de la apisonadora en que ha convertido Netanyahu su agenda del conflicto.
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