Con la inauguración del Raguiñ Kien, el primer Centro de Salud Intercultural del país, hemos vivido uno de esos días de la vida que le traen a uno al alma y al corazón, alegría y felicidad. Alegría por la realización de un sueño de la mano de un trabajo colectivo, en equipo. De todos los sectores y de todas las disciplinas, pero fundamentalmente por un trabajo en unidad y con la diversidad de dos culturas: la criolla y la mapuche, conjugadas detrás de un objetivo común de salud y bienestar para todos, sin exclusiones, ni diferencias.
La felicidad de que, en tiempos de pandemia, la medicina tradicional occidental y la medicina ancestral mapuche, se integran para el bienestar general.
La integración, que es la comunidad de objetivos y de desvelos. La integración, que es la mirada al otro y a los otros, para sumarse, sin perder por ello, las propias identidades, para el trabajo cooperativo y armónico en base a reglas de juego por todos reconocidas, de respeto a una vida democrática, de diálogo e integración, para construir y conformar juntos, una sociedad abierta y respetuosa de la paz social.
Una paz social que se construye en base al proyecto social y económico de todos, que garantice el acceso a los derechos y garantías individuales y sociales de cada familia, de cada uno de sus integrantes, que juntos constituyen la gran familia neuquina y argentina.
Todos estos elementos se entrelazaron en un pedazo de tierra neuquina, a unos 13 kilómetros de Aluminé, donde los 1.400 habitantes de las comunidades mapuches de Ruca Choroi y Epu Pehuen encontraron su lugar en el mundo.
En este primer Centro de Salud Intercultural de Argentina, convivirán el trabajo de 8 profesionales de la medicina occidental y 12 de la medicina mapuche, en armonía y respeto mutuo.
Uno de los pasos iniciales que demostró que transitando el mismo camino, juntos y en paz, podemos lograr grandes objetivos, fue la creación del colegio secundario intercultural en esta misma Cuenca del Ruca Choroi, que a partir de este año ya cuenta con edificio propio.
En esta comunidad neuquina, democrática, pluralista, multicultural y abierta no hay lugar ni para los odios, ni para los resentimientos, y mucho menos para la violencia.
La política del terror y de la lucha violenta para imponer la voluntad de unos sobre otros, la estrategia de crear anarquía para generar un clima social de lucha armada y de guerra de unos contra otros, la acción sistemática en contra del Estado de derecho y la desobediencia de las leyes que gobiernan el contrato social existente, es la actitud de minorías facciosas que están detrás de fines inconfesables de poder económico y político al margen de la ley.
Todos somos hijos del mismo Dios y, por lo tanto, hermanos, sin distinciones de credos, razas, ideas o condición.
Las mayorías ciudadanas, criollas y mapuches son respetuosas del bien común y del bienestar general, para la búsqueda de la prosperidad individual, familiar y social, en libertad y en una vida pacífica y segura, en una comunidad integrada, unida en su diversidad, que garantice valores de justicia y que asegure la dignidad de cada persona.
* Ex gobernador de Neuquén
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