Cultura y Educación
Payadas, tangos y hasta el “Martín Fierro” por una monedita de 20 centavos
Bastante antes que se hiciera la primera transmisión radial en la Argentina, era posible escuchar música en reducto de la Mitre. El poseedor del fonógrafo incrementó considerablemente sus ingresos gracias a la avidez musical de sus parroquianos.
Mitre y Frey alrededor de 1910. Colección Capraro en Archivo Visual Patagónico.
Ciento y tantos años atrás, ¿cómo se musicalizaban atardeceres y noches de los boliches en Bariloche? Todavía faltaba para que “los locos de la azotea” concretaran la primera transmisión radial en la Argentina, pero en cierto reducto sito a pasos del Nahuel Huapi era posible escuchar payadas, tangos que hicieron historia e inclusive, páginas literarias que difícilmente hubieran llegado al público en formato de libro por estas latitudes.
“La Patagonia es país de maravillas, y como San Carlos forma parte de ella no puede sorprender que en él ocurran cosas milagrosas”, ironiza un tanto el relato que, al respecto, Manuel Porcel de Peralta incluyó en su “Biografía del Nahuel Huapi” (Marymar – 1969). El autor ejerció la docencia en esta ciudad y en la década de 1940 fundó un semanario al que tituló “Polémica”. Polémicos son precisamente, los párrafos que siguen.
A propósito de las “cosas” supuestamente “milagrosas”, encontró el autor que “un español, comerciante múltiple, don Pepe de Sevilla, que es simultáneamente sargento de policía, bolichero, ganadero y corresponsal de La Prensa, ha convertido su casa en un banco”. Como puede advertirse, el tono irónico continúa. “Por una módica suma guarda el dinero de los pequeños comerciantes y ganaderos que temen a los asaltantes. Según aseguran, él ha adquirido una maquinaria contra la cual no pueden los bandidos”.
No obstante, “no es esto precisamente lo que más llama la atención en el negocio de don Pepe. Se trata de otra cosa; de algo realmente sorprendente. Él tiene una máquina extraordinaria que por una monedita de veinte centavos reproduce una payada de Santos Vega con el Diablo, o los lamentos de Martín Fierro en la frontera y hasta el mismísimo discurso del anarquista Francisco Ferrer”, asegura la descripción.
“Si se prefiere, siempre que se pongan veinte centavos en la ranura, se puede escuchar La Morocha y La loca de amor”. El primero de los temas es un tango que se compuso en 1905, entre Ángel Villoldo y Enrique Saborido. Fue unas de las primeras piezas que se grabó en el país y, además, la primera partitura que se exportó a Europa. En tanto, el segundo es un vals también de trascendencia histórica, obra de Ricardo Podestá en la letra y Enrique Caviglia en la música.
Voz solicitada
En el viejo reducto barilochense había “para todos los gustos, hasta en otros idiomas. La voz de Gabino Ezeiza es de las más solicitadas”, resaltó Porcel de Peralta. En este caso, se trató de un célebre payador afro argentino -diríamos hoy- que vivió entre 1858 y 1916. De hecho, se debe a uno de sus contrapuntos que se instituyera al 23 de julio como el Día del Payador, porque ese día de 1884 batió según las reglas del género a su colega uruguayo Juan de Nava en un teatro montevideano.
Gabino Ezeiza en 1902, según “Caras & Caretas”.
No obstante, en su rescate el autor de “Biografía del Nahuel Huapi” estaba interesado en otro tipo de cosas. “¡Y hay que ver las moneditas que va tragando la máquina! En el auditorio, las opiniones están divididas. Hay quienes suponen que se trata de una brujería; otros opinan que don Pepe es una especie de Aladino que en vez de lámpara tiene este aparato que hace hablar a los muertos. Otros están seguros de que se ventrículo (itálica en el original), y que él fabrica las voces dentro y la máquina sólo hace el ruido”, decía, un tanto en broma y otro en serio.
“Cuando la nueva ha corrido por la comarca, vienen de lejos los paisanos a oír la maravilla. Es una verdadera fiesta para los vuriloches, chilotes y campesinos”. En el conjunto de su libro, el autor llama así -vuriloches- a la población mapuche que sobrevivió a las expediciones militares que conformaron la Campaña al Desierto (1879-1885). No obstante, hay que decir que, según diversas fuentes, el término no estaba en uso a comienzos del 1900.
Evidentemente molesto, Porcel de Peralta apuntó que “el artefacto que hace hablar a los muertos ¡tiene un vientre insaciable! Traga monedas que da gusto, mientras el copeo sigue firme, mientras los paisanos curan sus penas con el aguardiente, el vino y las canciones. Y así, mansa, firme, humildemente, don Pepe amasará una fortuna que será la envidia de todos los que creen trabajar inútilmente sin premio para su esfuerzo”.
En su opinión, “los criollos todavía no saben lo que es la envidia, el egoísmo, la hipocresía. A ellos les basta con tener una majadita, una tropilla y una china en el rancho que los espere a su regreso con los brazos en cruz”, concluye el relato. Aunque sin dar nombres, Juan Martín Biedma coincidió con la descripción en su “Crónica histórica del lago Nahuel Huapi” (Editorial Caleuche – 2003), libro cuya primera edición salió casi 30 años después: “un comerciante de la calle Mitre, poseedor de unos estos codiciados aparatos -se refería a los fonógrafos-, vio la posibilidad de incrementar sus ingresos cobrando 20 centavos por oír una pieza de música”. Debió ser considerable ese incremento para que los dos escritores repararan en las “cosas milagrosas” del fonógrafo.