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Trump dejó en claro qué lugar ocupa la región para su agenda geopolítica.
Desde su reciente reelección, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha emprendido un camino que evidencia su postura poco cooperativa en materia de relaciones internacionales, particularmente con América Latina. En su discurso de inauguración, Trump delineó medidas contundentes que refuerzan una política exterior aislacionista y proteccionista, conocidas desde su anterior administración.
Uno de los primeros movimientos del mandatario fue firmar una serie de órdenes ejecutivas de gran alcance. Entre estas se encuentran la retirada del Acuerdo de París, duras restricciones a la inmigración y cambios en la política energética del país.
Empero, quizás uno de los anuncios más esperados fue su decisión de imponer aranceles a las importaciones de México y Canadá, un acto que marca un punto álgido en su relación con los países norteamericanos. Si bien evitó referirse específicamente a China, esta reestructuración comercial podría replicarse en el trato con el gigante asiático en un futuro cercano.
Una de las acciones más discutidas por la comunidad internacional es su intención de reincorporar a Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo. Esta tregua había sido concedida bajo la administración de Joe Biden, y el regreso a los controles anteriores no solo tensará más las relaciones diplomáticas, sino que representará una carga adicional para la isla caribeña, quien ya sufre severos estrangulamientos económicos.
En línea con sus intenciones de “proteger” a Estados Unidos, Trump planea clasificar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas. Este movimiento es visto como una estratagema para fortalecer la seguridad interna, colaborando en operaciones más agresivas contra el narcotráfico que afecta tanto a Estados Unidos como a Latinoamérica.
Aunado a esto, el presidente amplió su discurso hacia Venezuela, al indicar un posible cese de todas las importaciones de petróleo desde este país, argumentando no sólo razones económicas sino el debilitamiento del régimen de Nicolás Maduro.
Sin embargo, quizás la declaración más encendida fue su deseo de que Estados Unidos retome el control sobre el Canal estratégico de Panamá. Identificando a China como un potencial adversario en este contexto, la declaración suscitó una rápida respuesta por parte del presidente de Panamá, quien no tardó en tildar las palabras de Trump como “una intromisión intolerable y un acto irrespetuoso hacia la soberanía panameña”.
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