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Reportaje laberíntico con Diego Barreto Urruty: de la leucemia a un camino de sanación a través del arte

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El artista plástico expone sus cuadros de laberintos en la sala Panozzi del Centro Administrativo.

En el laberinto, de cara a la vida (foto: Facundo Pardo).

A cada quien, la imagen de un laberinto puede remitirle a diversos pensamientos.

En lo personal, de inmediato la mente se dispara a textos borgeanos .

Jorge Luis Borges consideró el universo como una especie de gran laberinto de incertidumbre.

El escritor utilizó el recurso laberíntico en páginas notables de su obra.

Pero, más allá de divagaciones borgeanas, pero a la vez también influido por ese hombre a quien Dios, “con magnífica ironía”, le “dio a la vez los libros y la noche”, el artista plástico Diego Barreto Urruty ofrece una muestra centrada en laberintos (que se extenderá hasta el 5 de mayo) en la sala Panozzi del Centro Administrativo provincial, en Onelli 1450.

Laberinto ancestral.

Hace aproximadamente una década que todas sus pinturas se basan en trazos laberínticos.

Cuenta que la idea surgió en Mar del Plata, cuando, al observar cómo el mar se retiraba, notó las formaciones de espuma y agua que el líquido salado dejaba sobre las rocas.

En su cabeza, de inmediato, se dibujaron laberintos.

Laberinto oceánico.

“Veo al laberinto como un símbolo del sentido del recorrido de la vida”, dice, y desarrolla la idea de una “forma laberíntica donde el humano se pierde y por momentos se encuentra”. 

“No se trata solo de salir, sino de encontrarse como esencia, como alma, en el centro del laberinto”, afirma.

“Después de que encuentra esa esencia, uno sale transformado”, añade.

Laberinto impresionista.

Para Diego, atravesar el laberinto equivale metafóricamente a “encontrar el sentido de la vida”.

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“También es un camino de sanación de la enfermedad que estoy transitando”, indica, y explica que en 2023 le diagnosticaron leucemia.

En el laberinto de su vida, a Diego le diagnosticaron leucemia y cayó en coma, pero sacó fuerzas desde lo profundo de su alma y se repuso (foto: Facundo Pardo).

“Durante el tratamiento de quimioterapia entró en coma, y ​​estuve así casi dos meses; el cuerpo colapsó. En esos días, de alguna manera, me ‘fui’ varias veces”, narra.

“Cuando pude recuperarme, tuve que aprender de vuelta a caminar, a hablar, mover las manos…”, continúa, precisando que, apenas pudo, regresó a sus laberintos pictóricos.

De tal manera, nació un cuadro titulado Salida del laberinto . “Para mí, justamente, se trataba de salir de un laberinto muy oscuro, que era la enfermedad”, señala, y evoca: “El estado de coma era una pesadilla laberíntica”.

Salida del laberinto.

En tal sentido, resalta la figura de su pareja, Vanesa Molina, a quien define como “mi Ariadna”, y apunta: “Estuvo siempre, me rescató de esa enfermedad tremenda”.

La referencia, claro, alude a la Ariadna que es parte del mito de la figura con cuerpo de hombre y cabeza de toro encerrada en un laberinto, el minotauro.

Teseo entró y mató a la bestia, y para lograr salir siguió el hilo de un ovillo que le había dado Ariadna.

En definitiva, Diego ve en el amor de Vanesa el hilo de Ariadna, su salvación.

Laberinto Kairós.

A la vez, está eternamente agradecido con la gente que donó sangre. Al respecto, el pintor, que nació en Buenos Aires, afirma que, literalmente, gran parte de lo que circula por sus venas en la actualidad tiene origen patagónico.

Más allá de la comparación de su amada con Ariadna, en los laberintos que pinta hay mucho del minotauro (aunque el monstruo no aparece como tal).

Justamente, cuando comenzó a crearlos, se volcó a la lectura de Borges y Julio Cortázar, que tienen sus propias versiones del mito. “Es como si lo dieran vuelta y el minotauro fuera una sombra nuestra a la que hay que encontrar y aceptar”, expresa Diego.

Laberinto de la Luna.

Cabe señalar que el minotauro de Cortázar aparece en el poema dramático Los Reyes , el primer libro que publicó con su verdadero nombre (antes había sacado Presencia , con el seudónimo de Julio Denis).

“Yo vi en el minotauro al poeta, el hombre libre, el diferente, y que, por lo tanto, es el hombre al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente”, explicó el gran cronopio en una oportunidad, añadiendo que, en cambio, Teseo, el supuesto héroe que ingresa al laberinto para matar a ese ser parte hombre y parte toro, representaba el lado “fascista” de la humanidad.

Laberinto de Cronos.

Borges, por su parte, en La casa de Asterión , pone en gran parte del texto al propio minotauro (Asterión) como narrador dentro del laberinto, a la espera de su “redentor”, alguien que lo lleve “a un lugar con menos galerías y menos puertas”. En definitiva, guarda a una persona que lo mate. Al final, justamente, Teseo le dice a Ariadna que “el minotauro apenas se defendió”.

 

Diego ve el laberinto como una posibilidad de encontrarse así mismo (foto: Facundo Pardo).

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Cuando se le indica que esos minotauros literarios se dejan matar, Diego reflexiona: “Esa muerte quizás equivalga a matar el ego y otras cosas, para encontrarse uno mismo”.

En sus cuadros, el minotauro –como ya se advirtió– no aparece con la imagen que se tiene de él, de humano y animal, sino como “un fuego primario, una esencia”.

Laberinto climático.

En cuanto a las técnicas y materiales que utiliza, el artista cuenta que usa acrílico y óleo sobre lienzo, aunque también recurre a una técnica mixta de mezclar pintura real con arte digital, dándole “una impronta humana” a lo que prepara en la computadora.

Cabe resaltar que la muestra posee una parte interactiva, donde a partir de un código QR se ingresa al Instagram para ver los cuadros en movimiento, en una especie de “ilusión óptica”, como define Diego.

Laberinto en lotes de fuego.

Además, varias de las pinturas son acompañadas por versos de la poeta Ana Gentile .

Por ejemplo, para la obra titulada Laberinto de fuego , donde el artista plástico volcó el deseo de que el fuego real que azotaba a la Patagonia hace un tiempo se canalizara en el lienzo, para así dejar de castigar a la naturaleza, la escritora delineó: “exorcismo/ a este fuego desatado/ arcano de la fuerza espiritual/ conocemos tu inocencia/ invocamos/ al centro/ de tu corazón ardiente/ el humano en su clamor/ mensaje del sol central/ protegiendo su creación/ oh! fuego/ en honor a tu bondad/ reconoce su poder/ aquí estás/ homenajeado/ no más daño/ por favor!”.

El Laberinto de fuego junto a la bandera.

Diego reconoce influencias de estilos diversos (como el impresionismo, romanticismo, surrealismo, metafísico, expresionismo, expresionismo abstracto…), y cita pintores que le gustan de manera aleatoria, tal como le llegan a la cabeza en el momento de la conversación: “William Turner, Claude Monet, Antonio Berni, Anselm Kiefer…”.

Antes de que la entrevista culmine, el artista adelanta que desea hacer un cuadro en honor a Borges, con “un laberinto infinito”, y otro de las galaxias, “porque creo que la forma laberíntica también está ahí”.

 

“Veo al laberinto como un símbolo del sentido del recorrido de la vida”

–Diego, ¿qué significa para ti salir del laberinto?

–La salida del laberinto es rehacer otro laberinto, porque es algo cíclico – responde el artista, quien, acerca de la leucemia cuenta: –Me encuentro en una etapa de remisión; es decir, no estoy curado, pero atravieso un momento de volver a estar bien.

Salida del laberinto, entrada al universo.