El próximo cónclave elegirá al sucesor del papa Francisco, una vez concluidos los nueve días de luto oficial conocidos como “novendiales”.
El papa Francisco, quien falleció recientemente, ha dejado no sólo un vacío físico en el seno de la Basílica de Santa María la Mayor, sino también un legado no menor que influirá en el devenir de la Iglesia. Su tumba es ya un destino de peregrinación para los miles de fieles que desean rendir tributo al pontífice que tanto veneraron.
La misa exequial llevada a cabo en su honor atrajo a una masiva audiencia que cubrió cada esquina de la Plaza de San Pedro. En medio de las plegarias y las lágrimas, se distinguió la voz del Cardenal Giovanni Battista Re, quien capturó en palabras el sentir de aquellos que lloran la partida de Francisco e incluso de aquellos que miran con incertidumbre al futuro de la institución papal.
El Cardenal Pietro Parolin, encargado de dirigir la misa de homenaje, incitó a reflexionar sobre la dualidad presente en la pérdida del Santo Padre. En sus palabras, se percibía el eco del legado de Francisco, uno construido sobre pilares de misericordia y alegría evangélica. Su reflexión invitó a la comunidad eclesiástica a seguir adelante, tomando como guía las enseñanzas del Evangelio que fueron núcleo durante el papado de Francisco.
Ahora, queda la incertidumbre sobre el futuro liderazgo de la Iglesia Católica. Enfrentando la elección de un nuevo papa, los cardenales congregados deben tomar la decisión de continuar en la línea reformista de Francisco, o de regresar a estructuras más tradicionales. La elección que realicen repercutirá directamente en cómo la Iglesia enfrenta los retos que presenta la nueva era y qué posición adoptará en cuestiones contemporáneas como el medioambiente, el diálogo entre culturas y el papel del catolicismo en la moderna civilización occidental.
El colegio cardenalicio en breve se encerrará en la emblemática capilla Sixtina y el mundo espera ansiosamente quién surgirá como nuevo Pastor del rebaño de Cristo, y se espera que comience entre el 5 y el 10 de mayo de 2025.
Será entonces, bajo la mirada de los cielos de Roma, que el humo blanco señalará una nueva era para la fe católica, marcando el camino que seguirán millones de fieles a lo largo del globo.
