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hace 10 mesesel
Pasaron unos 77 años desde que Rubén Hidalgo tomó por primera vez entre sus manos, un instrumento musical. Ahora, con 86 años, todavía lo acompaña el bandoneón de segunda mano que le compró su papá, cuando era solo un niño, en su Concordia natal.
Sentarse a hablar con Rubén es recorrer cientos de escenarios, anécdotas, viajes y lugares. Es conocer nombres de hace décadas e imaginarse una vida de músicos hace muchos años atrás, cuando las redes sociales, internet ni la telefonía, existían para dar una oportunidad.
Rubén Hidalgo nació en Entre Ríos en 1937. “¿En qué fecha es su cumpleaños?” le pregunto y responde “entre el 13 y el 16 de octubre”. Es que el artista nació un 13 pero como ocurría en esas épocas, la inscripción legal fue unos días después. De ahí, que festeja su cumpleaños extendido en varios días.
La vida de Rubén Hidalgo pasó por muchos lugares y vio muchos paisajes. Recuerda que, siendo un niño, quiso aprender a tocar la guitarra, pero no había músicos en su familia. “Mi papá rasgaba la guitarra, pero no mucho más que eso”, dice.
A los 10 años, comenzó a ir a clases y si bien no empezó con el bandoneón, al poco tiempo se encontró con este instrumento. Recuerda que el profesor que le daba clases, no sabía tocarlo, pero le enseñaba con teoría. Él practicaba lo que el docente leía y ese seguramente fue el inicio del artista que es actualmente.
Sus inicios los recuerda tocando en los bailes de campo, en su Entre Ríos natal. Allí llegaba, acompañado de algún otro músico para darle ritmo a los paisanos que se juntaban a disfrutar de las noches.
Cuando todavía era un joven muchacho, se fue a Buenos Aires, donde vivió algunos años y recorrió cuanta radio había. Su repertorio variaba entre el tango y el folklore y aunque se confiesa chamamecero, también reconoce que era difícil introducir el chamamé en la capital porteña.
Junto a dos músicos más, comenzó a recorrer la zona del Valle, donde hacían distintas presentaciones. Neuquén, Villa Regina, Cipolletti, General Roca, Plaza Huincul….los shows variaban de escenario y lo tenían días, alejado de su familia. Esto lo llevó a decidir trasladarse definitivamente a Neuquén.
Eran los años 70 y la vida en la Patagonia era muy distinta. La capital de la vecina provincia no era nada a lo que es ahora, pero había una movida artística que le daba trabajo. “Tocábamos en las peñas, que les llamaban a los restaurantes con algún espectáculo”, recuerda.
Un día, allá por 1977, un jefe suyo lo invitó a Bariloche. “Vine al hotel Cristal. En el quinto piso estaba el bar, un café concert”, señala. Allí tocaba Juan Taglialegna. “Era un espectáculo él solo, tocaba todos los géneros. 35 años toqué con Juancito”, resume.
Lo que empezó como un viaje corto, se terminó convirtiendo en su vida. “Me fui quedando, pero yo me quería ir, había venido a pasear no más y tenía a mi familia en Neuquén”, relata.
Rubén Hidalgo no solo no se fue, si no que se convirtió en uno de los grandes referentes de la música en Bariloche. “Tuve que pagar derecho de piso, ¿eh?”, recuerda, pero, así y todo, su corazón se instaló en la ciudad.
A sus 86 años, y pese a aclarar que “yo no soy poeta”, tiene más de 400 temas propios en su haber, una cifra que “no es chicharrón de vizcacha, ¿no?”, dice entre risas. Pese a esto, señala que el público ni el ambiente artístico barilochense le hizo tanto lugar a su música propia y siempre se inclina más por temas de otros artistas.
Con picardía, confiesa que nunca supo estar solo. Se casó tres veces y junto a su pareja actual, vive en el barrio Alborada, en una casa que compró al poco tiempo de llegar e instalarse en un Bariloche muy distinto al de hoy.
La música lo llevó a viajar y recorrer otras culturas. En 1993, partió en el que sería el primero de ocho viajes, a Japón, donde trabajó en un restaurante en el que hacía presentaciones diarias.
“Primero viajé por tres meses y en otros viajes me quedé hasta ocho”, recuerda y añade que fueron lindas épocas. También viajó y tocó en escenarios de Argentina, en Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil, pero siempre volvió a Bariloche.
Hace siete años, el Concejo Deliberante lo declaró ciudadano ilustre de Bariloche, un reconocimiento que vivió con profunda alegría y como una muestra del cariño que le tiene la comunidad.
Rubén Hidalgo siempre fue músico, pero hubo épocas en las que tuvo que rebuscárselas para sobrevivir. Hizo artesanías en madera, trabajó en cobranzas y ahora, también fabrica maletines para la venta.
Vivir del arte y del bandoneón, tiene sus complicaciones. Ahora, hace cinco meses que no tiene una presentación, aunque se prepara con ansias para un encuentro de té y música en el Museo de los Viajeros este jueves 16 a partir de las 18 horas, donde estará acompañado por Juanjo Miraglia en guitarra y Vanina Gómez en acordeón.
“Nunca dejé la música. He tenido que hacer otras cosas, pero nunca la dejé. Ahora, es un tiempo complicado, raras veces pasé cinco meses sin tocar, pero como están las cosas hoy en día, la gente apenas tiene para comer y se entiende”, señala.
Pasaron 77 años de aquella primera introducción a la música, de tener en sus manos el primer bandoneón al que cuida “más que a mi mujer”, dice con una risa. Pasaron 77 años, pero la pasión y la dedicación de Rubén Hidalgo, siguen intactas. (ANB)
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