El informe publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Un alarmante 77% de las empleadas domésticas en Argentina no cuenta con un registro formal de su trabajo. Esta cifra fue revelada en un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La problemática se abordó en un encuentro celebrado en la Biblioteca Nacional con la participación de representantes de sindicatos y organismos laborales relacionados con el empleo doméstico, entre ellos, la Unión de Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP), el Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina (SACRA) y el Tribunal de Trabajo para el Personal de Casas Particulares.
Diana Edith García, directora del Tribunal de Trabajo, explicó que la falta de registro formal de las trabajadoras se debe en gran medida al “desconocimiento” por parte de los empleadores sobre el proceso necesario para formalizar a sus empleadas. Explicó que “existe un vínculo afectivo o familiar entre empleadores y trabajadoras que, en muchas ocasiones, contribuye a la informalidad laboral”. Además, señaló la necesidad imperiosa de que se difunda más este conocimiento entre los empleadores, pues muchos desconocen cómo proceder con el registro de sus trabajadoras domésticas.
Otra parte de la problemática se relaciona con el perfil de los empleadores, entre ellos se encuentran adultos mayores que, debido a sus limitaciones físicas o cognitivas, optan por omitir el registro de sus empleadas. García mencionó que “estas personas a menudo no poseen las habilidades necesarias para manejar tecnologías modernas, lo que dificulta aún más el proceso de registro”.
El Tribunal también ha identificado problemas en el caso de trabajadoras migrantes que ven el trabajo doméstico como una primera oportunidad laboral en Argentina mientras tramitan su residencia y documentación. Muchas de estas trabajadoras prefieren evitar el registro debido a experiencias previas difíciles en sus países de origen y situaciones personales comprometidas, una conducta que tiende a ser respetada por sus empleadores.
Finalmente, la informalidad laboral varía según la clase económica de los empleadores. Las familias de clase alta suelen formalizar a sus empleadas debido a los beneficios fiscales que ello representa. En cambio, a menudo las familias de clase media, que también son quienes más requieren de estos servicios al estar ambos cónyuges trabajando, no lo hacen por desconocimiento o por no entender la funcionalidad del sistema de registro. El diálogo y una revisión legislativa de estos trámites podrían impulsar cambios significativos y mejorar la situación de miles de trabajadoras domésticas en el país.
