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Son de Bariloche, dejaron todo y se fueron al Caribe a vivir en un velero
Rupert Gracia y Justina Parma son vecinos de Península San Pedro y siempre soñaron con mudarse a un velero y recorrer el Caribe en familia. Así viven actualmente con sus dos hijas.
La pareja que decidió vivir de otra manera.
Recién en 2022 lograron comenzar a vivir ese loco anhelo. No cualquiera se anima a dejar todo y dar un salto al vacío, pero ellos ahora compartieron su experiencia en el programa Chocolate por la Noticia que se emite por El Cordillerano Radio (93.7).
Hablaron de cómo surgió la idea “siempre quisimos hacerlo pero uno de los desencadenantes fue una de las tantas crisis económicas que se viven en Argentina” dijeron.
Ellos tienen dos hijas, una de 7 y otra de 9 años. “En ese momento tenían 5 y 7 y sentimos que estaban en la edad justa y que lo podíamos hacer” dijo Rupert.
Lo bueno fue que los dos tenían las mismas ganas sino, se complicaba. Justina viajó mucho antes de ser mamá “pensaba que si algún día formaba una familia, quería seguir viajando con ellos”.
Rupert ya sabía de navegación, había estado viviendo en un velero en Panamá. “Unimos esas dos cosas y vivir en velero era lo mejor” dijo ella.
Consultados acerca de la llegada de dudas al inicio del proyecto dijeron “Miedos y dudas un montón, porque para hacer esto tuvimos que dejar los trabajos, vendimos los dos autos y solo teníamos algunos ahorritos pero tampoco era tanto”.
Se fueron con lo justo pero todavía tenían que encontrar un barco adecuado y después ver si podían comprarlo “siempre nos dejamos llevar por la magia, como decimos nosotros, necesitábamos algo seguro porque se iba a convertir en nuestro nuevo hogar”.
“Parte del plan era armar una pizzería a bordo, hoy estamos sosteniendo este viaje en gran parte vendiendo pizzas desde el barco por eso tenía que reunir varias cualidades importantes”. Y así fue, se activó la magia porque el primero que vieron era lo que buscaban y un poco más.
Ya pasó un año y medio de esa compra y el balance es muy positivo. “Elegimos el mejor de todos, es parte de nuestra familia”.
Hablaron la distancia que hay entre lo que imaginaban y lo que consiguieron “Hay cosas que nos sorprendieron pero no tantas, pensamos mucho en esto, desde que tomamos la decisión hasta que lo hicimos, investigamos, conocimos, hablamos con gente que ya lo estaba haciendo que nos daba una idea más detallada entonces sabíamos más o menos a lo que veníamos”.
La imaginación lleva a pensar que están viviendo en el paraíso pero no es tan así. “Hay muchos picos, de golpe tenés una tormenta, el mar te pone a prueba, momentos de mucho estrés o temor pero después tenemos un gran disfrute donde sentimos que esta vida es lo mejor del mundo”.
El barco no es muy grande y allí deben convivir los cuatro “no tenemos esas vías de escape que teníamos en Bariloche de planificar una salida a la montaña o las chicas a la escuela, siempre estamos juntos y eso a veces agobia un poco”.
Hay algo que ganaron y es indudable, la experiencia. “Si bien yo había vivido en un barco fue hace muchos años y sin hijos, así que todos tuvimos que aprender a anclar, cómo navegar de noche y muchas otras cosas, un mundo nuevo que fuimos descubriendo juntos”.
Más allá de la nueva vida, aseguraron que amaban vivir en Bariloche. “Extrañamos un montón y va a seguir siendo nuestro lugar en el mundo, no nos fuimos escapándo, nos vinimos para responder un llamado que sentimos”.
Lo que sí ha cambiado es la relación que ambos tienen con sus hijas. “Crecen muy rápido y ahora además somos sus maestros porque continúan con sus estudios, sacrificamos muchas cosas para venirnos pero intentamos disfrutar lo que nos llega día a día”. Están haciendo homeschooling con ellas.
Ya la pandemia les había servido para una prueba piloto de estar juntos los cuatro todo el tiempo. “Eso nos sirvió también para animarnos a dar el gran salto porque la vida hay que aprovecharla”.
El contacto que tienen con la naturaleza, con el mar y los animales es maravilloso. “Mis hijas están aprendiendo a manejarse con las diferentes culturas que van conociendo, algunos meses cursaron en República Dominicana”.
Cada lugar al que llegan sirve para aprender pero hay algo que las chicas necesitan. “Está la carencia de lo social, a veces se sienten un poco solas porque los amigos no son permanentes como los que tenían en Bariloche”.
Resaltan la capacidad de adaptación que han tenidos sus hijas. “Procesan los cambios y eso es algo que les va a servir mucho en sus vidas”.
Pueden conocer a esta familia y seguir sus vivencias en su Instagram A Pura Vela. Son muchos los que les hacen consultas intentando hacer algo similar “a todos los decimos que se animen, que se puede, que el dinero no es un condicionante, para vivir en un velero no hay que ser millonario, hay diferentes maneras de hacerlo”.
Ahora están pasando unos días en St. Barth “es un lugar muy exclusivo, ni hablar de los precios de las carteras, la ropa o la comida pero nosotros solo miramos todo eso, seguimos comiendo en nuestro barco, somos bastante autosuficientes”.
Viviendo en su embarcación no tienen tantos gastos fijos como cuando estaban en su casa en nuestra ciudad entonces lo que generan rinde más. “Escuelas, combustibles, impuestos no tenemos que pagar, sí cuando se rompe algo y tenemos que arreglarlo pero solo son momentos”.
El velero tiene más de 40 años “las reparaciones son constantes y hay algo clave, las hacemos nosotros”.
Momentos duros
Hablaron de los momentos difíciles que les ha tocado vivir. “Sin lugar a dudas las tormentas en el mar, estando anclados en una bahía nos ha agarrado algunas y el barco empieza a moverse y hay muchas cosas contra las cuales chocar”.
Vito
Vito es el nombre con el cual bautizaron a su nuevo hogar en el mar. Es un Whitby de 42 pies construido hace más de 40 años. Les llevó unos meses ponerlo en condiciones y conocerlo, y arrancaron el 2024 saliendo a descubrir el archipiélago de Bahamas y el mar caribe.
Ahora están viviendo el sueño: rodeados de belleza, libertad y aventuras, sin muchas más necesidades que conseguir comida y esperar la lluvia para llenar sus tanques de agua.
Una historia con riesgos pero una enorme capacidad de adaptación.