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Terremoto en Lima expone que sistema de alerta sísmica no opera desde hace años: recién estará listo en septiembre
El sismo que remeció Lima y el Callao este domingo 15 de junio volvió a despertar las alarmas sobre la vulnerabilidad de los ciudadanos ante movimientos telúricos. El evento, que tuvo una magnitud de 6,1, dejó al menos un fallecido, 36 personas heridas y una serie de daños estructurales en viviendas y carreteras, particularmente en distritos como Mi Perú e Independencia. El epicentro fue ubicado a solo 30 kilómetros al suroeste del Callao, a una profundidad de 49 kilómetros, según el Instituto Geofísico del Perú (IGP).
Mientras las autoridades aún cuantifican los daños, crece la preocupación porque el Sistema de Alerta Sísmica Peruano (SASPe), anunciado hace años como una herramienta crucial para salvar vidas, aún no se encuentra completamente operativo. A pesar de contar con sensores ya instalados y algunas bocinas urbanas en zonas como Lima, Callao, Arequipa e Ica, la cobertura del sistema es mínima y recién se prevé una “marcha blanca” para septiembre de este año. Esto implica que, en la práctica, millones de personas siguen sin contar con segundos vitales de aviso en caso de un gran sismo.
El SASPe es un proyecto nacional que busca advertir con algunos segundos de anticipación la llegada de ondas sísmicas destructivas. Su funcionamiento depende de 111 sensores sísmicos desplegados a lo largo del litoral peruano, que detectan el inicio de un terremoto y activan sirenas urbanas para alertar a la población.
Sin embargo, durante el reciente sismo del Callao, el sistema no se activó. ¿Por qué? Según explicó el presidente ejecutivo del IGP, Hernando Tavera, esto se debe a que aún se encuentran en etapa de implementación: “Nosotros como institución ya hemos concluido con todo el trabajo que se nos ha encargado, que es instalar toda la parte de los sensores. Sabemos que se está avanzando también con la instalación de las sirenas, las bocinas en las áreas urbanas. Esperamos que antes de fin de año estemos haciendo la marcha blanca”.
Lo preocupante es que el sistema solo cuenta con una sirena por distrito, cuyo alcance auditivo es de apenas cuatro cuadras. De haberse activado, y dada la cercanía del epicentro, los limeños habrían tenido tan solo entre tres y cuatro segundos de advertencia. En contraste, para un sismo como el de Pisco en 2007, esa alerta habría alcanzado los 30 segundos en Lima, tiempo suficiente para que muchas personas evacúen o tomen medidas básicas de protección.
El desarrollo del sistema de alerta sísmica en Perú ha estado marcado por retrasos, limitaciones técnicas y una ejecución fragmentada. Anunciado desde el año 2021 como parte de las medidas de prevención impulsadas por el gobierno de Dina Boluarte, el proyecto ha tenido avances parciales, como la instalación de sensores y centros de monitoreo. Pero la instalación de las sirenas, a cargo del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), sigue incompleta.
En palabras de Zarela Cieza, subdirectora de Preparación del Indeci, “ya está operativo en algunas regiones, pero su cobertura es muy limitada”. Las alarmas han sido diseñadas para activarse solo en sismos superiores a 6 grados, lo que evita falsas alarmas, pero también significa que la población no ha tenido oportunidad real de experimentar cómo funciona el sistema.
Una de las limitaciones más notorias es que no se ha integrado aún con canales masivos de comunicación, como la telefonía móvil. Aunque existe otro sistema, el Sismate, que envía mensajes a celulares en emergencias, este es gestionado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones y no está conectado directamente al SASPe.
A esto se suma la percepción ciudadana: en zonas como Lince, donde fue instalada una torre de alerta en 2021, los vecinos aseguran no haber vuelto a escuchar una sirena desde el simulacro inicial. Casos como este reflejan una falta de continuidad en las pruebas, y generan desconfianza sobre si realmente la infraestructura instalada está funcionando correctamente.
En paralelo, la región de Lima enfrenta un silencio sísmico de más de 270 años, desde el megaterremoto de 1746. Según advierten los expertos, esta acumulación de energía entre las placas tectónicas podría desembocar en un sismo de magnitud mayor a 8, en cualquier momento. “Cada segundo de este sistema tiene que ser lo mejor aprovechado por cada uno de nosotros”, advirtió Tavera en declaraciones recientes a Latina.