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Durante meses, Trump aseguró en varias ocasiones que podría poner fin a la guerra en Ucrania “en 24 horas”.
En un giro inesperado en la política internacional, el recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una seria advertencia a su homólogo ruso, Vladimir Putin. Trump ha expresado de manera categórica que si no se logra un acuerdo para finalizar la llamada “ridícula guerra” en Ucrania, Estados Unidos se verá obligado a implementar políticas económicas severas, como imponer aranceles masivos y sanciones sobre los productos rusos.
A través de su plataforma Truth Social, ha manifestado que la solución al conflicto tiene que ser inmediata y que cualquier dilación solo provocará una escalada en las tensiones: “Si no llegamos a un trato pronto, no me quedará otra opción que imponer aranceles y sanciones a todo lo que Rusia vende a Estados Unidos”, afirmó. Este enfoque directo y contundente parece alinearse con su promesa de manejar las relaciones exteriores de forma asertiva y en favor de los intereses estadounidenses.
Este fuerte pronunciamiento llega en un momento crítico en el escenario mundial, donde las alianzas y las tensiones alcanzan nuevos picos. Desde hace meses, Trump ha mantenido que podría lograr la paz en Ucrania en “24 horas”, una aseveración que ahora matiza al reconocer que puede requerir unas semanas más de negociación. Esta postura no solo sube la presión sobre Putin, sino que también redirige los focos hacia la política interna estadounidense.
En paralelo, Trump ha comenzado a tomar decisiones decisivas que ya están afectando el funcionamiento de su administración. Dentro de sus primeras órdenes ejecutivas, ha optado por desafectar a los trabajadores del área de diversidad, equidad e inclusión (DEI) diciendo que han dejado de ser una prioridad.
Esto es parte de su promesa de campaña de reestructurar las organizaciones gubernamentales, dejando entrever que una nueva era de pragmatismo conservador podría estar gestándose en Washington. Este recorte es visto por algunos como un reflejo de su postura crítica hacia lo que denomina “política de identidades”.
Con Donald Trump en la Casa Blanca, también ha crecido la intensidad de los lazos geopolíticos en otro frente. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha aprovechado la ocasión para acercarse más a China. En una reciente llamada con el líder chino Xi Jinping, ambos reiteraron su compromiso de fortalecer la cooperación.
Esta extensión de vínculos no solo garantiza el flujo continuo de recursos energéticos desde Rusia hacia China, sino que también establece un frente unido ante el orden mundial liderado por Occidente. Ambos líderes, en sus respectivas declaraciones, han coincidido en que un orden global multipolar es esencial para garantizar la estabilidad y seguridad en Eurasia y en todo el mundo.
A medida que estos desarrollos se desenvuelven, el mundo observa con atención cada movimiento, evaluando cómo esta serie de pronunciamientos y decisiones podrían afectar el equilibrio global de poder en los meses venideros.
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