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Un viaje a Malvinas que dejó una certeza: “Aunque allá no se quiera ver, Argentina está presente”
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hace 1 mesel
Adrián Monteleone, profesor en Geografía y fotógrafo aficionado, fue al Atlántico Sur y captó imágenes que durante abril pueden verse en el Museo de la Patagonia. Para él, debido a los vestigios bélicos, la guerra no ha desaparecido para sus habitantes. Opina que, a partir de la gran cantidad de recuerdos de la batalla, como monolitos y cruces esparcidas por diversos sitios, las islas se transforman en “tumbas”.
Muestra fotográfica sobre Malvinas en el Museo de la Patagonia; la bandera argentina junto a las imágenes de las islas (foto: Facundo Pardo).
Ingresar a la sala Cecilia Girgenti del Museo de la Patagonia, durante abril, lleva a un viaje visual a las islas Malvinas, a partir de una muestra fotográfica del profesor en Geografía Adrián Monteleone, que viajó al Atlántico Sur en marzo de 2017, experiencia que quedó plasmada en una serie de imágenes que muestran aspectos poco usuales de aquel territorio, como así también vistas de sitios emblemáticos, como el cementerio de Darwin.
“Es muy interesante porque toca todos los aspectos de la isla, de lo natural a lo cultural”, señala el director del lugar emplazado en el Centro Cívico, Américo Eduardo Pérez Navarro.
Cada fotografía va acompañada de textos, ya sea explicativos o bien de piezas literarias relacionadas con la temática.
Por ejemplo, se observa una toma de Puerto Argentino (para los ingleses, Stanley), donde se informa que se trata de la ciudad en la que reside el noventa por ciento de la población de las islas.
En el Museo de la Patagonia, una de las imágenes tomadas por Monteleone muestra un busto de quien fue primera ministra de Gran Bretaña (foto: Facundo Pardo).
Y, aunque para los argentinos resulte urticante (bueno, para la mayoría, porque debe recordarse que, por ejemplo, el presidente Javier Milei la tiene como una referencia), hay una foto representativa del pensamiento isleño, un busto en homenaje a Margaret Thatcher.
Bajo la imagen, se indica que la mujer fue electa en 1979 como primera ministra de Reino Unido, y se recuerda que, antes de la guerra de Malvinas, “su popularidad había descendido debido a que fue una de las impulsoras, en su país, de las primeras políticas neoliberales, basadas en reducir el gasto público y en cerrar establecimientos mineros y siderúrgicos, generando desempleo y pobreza”.
Además, se evoca el mote con que se la conocía (“Dama de hierro”), a la vez que se considera que, a partir de su postura en el conflicto bélico (apuntando a que el territorio del Atlántico Sur volviera a estar bajo bandera inglesa, “cueste lo que cueste”) llevó a un impulso de su carrera política, propiciando su reelección en 1983 y también en 1987.
Cada fotografía capta la atención del visitante (foto: Facundo Pardo).
Asimismo, aparecen capturas de carteles alusivos al referéndum que se realizó en 2013, donde los isleños votaron abrumadoramente por la opción de continuar como territorio de ultramar del Reino Unido.
También aparecen imágenes de un letrero que advierte sobre la presencia de un campo minado, pingüinos de penacho amarillo, una colonia de cormoranes, viviendas aisladas, ovejas, un avión que sirve como transportes entre diversas sectores de las islas, cruces del cementerio argentino, un tanque…
Junto a algunas de las fotos, se visualizan fragmentos dedicados a Malvinas del Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, de Charles Darwin.
Las cruces… (foto: Facundo Pardo).
Del mismo modo, acompaña una fotografía, en este caso la de una trinchera al sur de Puerto Argentino, la prosa poética Juan López y John Ward, de Jorge Luis Borges:
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Cada rincón de la muestra ofrece un encanto particular (foto: Facundo Pardo).
Junto a otra foto, surgen palabras de Rodolfo Fogwill en la novela Los pichiciegos:
Nunca se deben iluminar las caras con la linterna. Al principio, cuando alguien pedía la linterna, siempre la pasaban prendida, dirigiéndole el rayo de luz a la cara. Así se producía dolor: dolían los ojos y dejaba de verse por un rato. Abajo —por tanta oscuridad—, y afuera, andando siempre de noche y en el frío, la luz duele en los ojos. Alguien alumbraba la cara y los ojos se llenaban de lágrimas, dolían atrás, y enceguecían. Después las lágrimas bajaban y hacían arder los pómulos quemados por el sol de la trinchera. Escaldaban.
El autor de las fotografías que pueden observarse en el Museo de la Patagonia, Adrián Monteleone, en Malvinas (foto gentileza).
Adrián Monteleone, más allá de dedicarse a la geografía, es aficionado a la fotografía.
Nació en Buenos Aires y hace un par de décadas se mudó a la Patagonia.
En esta parte del mundo, primero vivió en Bariloche, y en la actualidad reside en Lago Puelo.
Anda por los cincuenta años, y cuenta que su pasión por Malvinas —la temática en general, con todo lo que la rodea— viene desde muy pequeño. “Una de las cosas que me ha interesado del sitio es que es parte de una Patagonia desconocida para muchos de nosotros. Incluso, cuando era chico y estaba la guerra, me llamaba la atención que se trataba de un lugar medio ‘escondido’. Siempre sentía la necesidad de ir a conocer a su gente, investigar…”, narra.
Foto tomada por Adrián en Malvinas.
Adrián permaneció en Malvinas una semana.
A diferencia de otras personas, que optan por un recorrido de tono turístico, él optó por meterse en sus entrañas. “Recorrí el interior de las islas. Traté de armar un itinerario distinto, para no quedarme con una visión acotada de un paquete de excursiones, donde sólo se ven algunas cosas. Tenía ciertas ideas acerca de lo que quería buscar. De esa manera, fue un viaje de indagación, de registro fotográfico, entrevistas…”, señala, detallando: “Siendo argentino, no es tan fácil conseguir que te den una entrevista, pero en algunos lugares donde paré, tras conversar informalmente, pude concretarlas. Al principio, resultaba difícil que la gente se ‘abriera’”.
Una vista de Puerto Argentino según la visión de Adrián (foto: Facundo Pardo).
Así, puntualiza que finalmente logró conversar con un exsoldado inglés que se encontraba a cargo de un hostel y, también, con una mujer que trabajaba en el sector turístico, quien le brindó detalles de la vida en Malvinas antes de la guerra.
Hubo, además, una charla con un chileno que vive en las islas, pero de esa conversación no pudo extraer demasiado, porque, mayormente, el entrevistado se centró en un discurso contra los argentinos.
Principalmente, Adrián paró en viviendas familiares que se utilizaban como hostels. “En aquel momento, recién estaban formalizando la cuestión vinculada al turismo receptivo”, indica.
Nora Cortiñas y Adolfo Pérez Esquivel con el resto de una comisión de derechos humanos que visitó la isla en el mismo momento en que estuvo Adrián (foto gentileza de Adrián Monteleone).
Adrián coincidió en Malvinas con Nora Cortiñas (Madre de Plaza de Mayo) y Adolfo Pérez Esquivel (Nobel de la Paz), quienes viajaron como parte de una comisión que, principalmente, acudió con un mensaje de diálogo en pos de facilitar la concreción de las labores necesarias para identificar quiénes eran los caídos en las tumbas sin identificar, labor que comenzaría en junio de aquel mismo año.
Pedido de reconocimiento de las tumbas sin nombre (foto gentileza de Adrián Monteleone).
Pero la estadía de Cortiñas y Pérez Esquivel provocó reacciones negativas por parte de varios kelpers. “En las islas hubo una movida contra esa comisión de derechos humanos, porque sentían que se trataba de una especie de invasión. Esa semana, en Puerto Argentino, pusieron banderas inglesas por todos lados, como una forma de repudio a la visita argentina”, señala Adrián, quien comenta que el rechazo se estiró incluso hasta último momento, ya que en la partida, antes de tomar el vuelo hacia el continente, como viajaba en el mismo avión que la Madre de Plaza de Mayo y el Nobel, pudo notar que en el aeropuerto los revisaron mucho más de lo normal, como una forma de dejar en claro la molestia que causaba la presencia de la comisión de derechos humanos.
Justamente, en una de las fotos que forman parte de la exhibición que se encuentra en el Museo de la Patagonia, se observa una vivienda en la que habían colgado una bandera británica en repudio a la visita.
Banderas británicas (foto gentileza de Adrián Monteleone).
“Al estar en las islas te atraviesan todos los sentimientos a la vez. Tenés asombro, tristeza, alegría, nostalgia… un montón de emociones. Tiene que ver con la historia del lugar, pero, también, hay que tener en cuenta que las islas son tumbas. Por donde vas, hay conmemoraciones relacionadas con fallecidos en la guerra, monolitos, cruces… Empezás a entender cómo se vive en un sitio donde la guerra sigue estando en la cotidianidad. Porque acá, si bien hay gente que la recuerda todo el año, para muchos es sólo el 2 de abril. En cambio, allá es todo el tiempo, porque miren al rincón que miren, observan vestigios del combate. Hasta hace unos años, había campos minados, y por todos lados permanecen trincheras abandonadas; algunas viviendas tienen balas… ¡Hay un tanque argentino en el jardín de una casa!”, expresa Adrián.
“También Argentina es ‘visible’, porque existe infraestructura hecha por el Estado argentino. Una estación de servicio la puso YPF; la pista de aterrizaje que utilizan para vuelos internos de las islas también fue hecha por Argentina; la instalación de gas de Puerto Argentino la realizó Gas del Estado… Aunque allá no se quiera ver, Argentina está presente”, manifiesta.
Bandera argentina en la muestra sobre Malvinas (foto: Facundo Pardo).
Sobre las causas que motivaron aquellos “mojones” argentinos en el territorio del Atlántico Sur, Adrián expone: “En 1971 se firmó un acuerdo con Inglaterra, a partir del cual hubo un acercamiento que duró hasta la guerra”.
Y continúa: “De hecho, existía un avión anfibio de Líneas Aéreas del Estado (LADE) que hacía el puente entre Comodoro Rivadavia y las islas semanalmente. Y gente de Malvinas venía a estudiar a la Argentina. En Bariloche, el colegio Woodwille tuvo muchos estudiantes de allá, al igual que una institución educativa bilingüe de Córdoba y otra de Buenos Aires. Todo eso se terminó con la guerra, pero antes existió un acercamiento; incluso, maestras argentinas iban a enseñar castellano”.
Más allá de aquellos datos, destaca: “Mi perspectiva es que siempre debe trabajarse el tema Malvinas desde una concepción de la educación para la paz”.
Tan lejos y tan cerca… (foto: Facundo Pardo).
Al regresar al continente, Adrián, con el material fotográfico y la información recolectada, realizó el libro Las islas, un viaje foto(geo)gráfico por las Malvinas, que está agotado.
Por su cabeza, se mueve la idea de retornar a aquel territorio en el Atlántico Sur, para profundizar su visión sobre el lugar.
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