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hace 4 semanasel
Surgió en una tesis de Trabajo Social.
Durante el extenso período de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) impuesto por la pandemia de Covid-19, la ciudad de Viedma fue testigo de un alarmante aumento en las situaciones de violencia hacia las mujeres.
Bárbara Almuna Rojas, en su pretensión de obtener el título de Licenciada en Trabajo Social en la Sede Atlántica de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), tomó la arriesgada decisión de investigar los procesos de intervención que se llevaban a cabo en dichas situaciones.
En una entrevista con Noticias Net, compartió cómo el contexto de la pandemia del coronavirus, que enmarcó tanto su vida académica como personal, se volvió un factor determinante para el desarrollo de su investigación.
“La violencia de género es un flagelo que ya existía antes de la pandemia, pero el confinamiento lo agravó”, expresó, destacando cómo las situaciones preexistentes de violencia se exacerbaron en el contexto de encierro familiar.
El trabajo social siempre tuvo como meta acompañar a quienes ven vulnerados sus derechos. Un enfoque integral que no solo se limita a los procesos individuales, sino que se extiende al acompañamiento colectivo. Almuna Rojas, desde su corazón y su convicción, buscó dar visibilidad a esta crisis que muchas mujeres afrontan día a día, y que erróneamente se percibe como ajena o privada en la ciudad de Viedma.
“El interés surgió principalmente por aportar desde mi lugar una visibilización de la problemática que muchas mujeres atraviesan y que a veces se cree que acá, en nuestra ciudad, no pasa. Lamentablemente muchas personas siguen sosteniendo que es un problema del ámbito privado, aunque considero que es una problemática que se debe hablar, concientizar y principalmente prevenir”, manifestó.
Además de la evidente exacerbación de la violencia, los cambios en la cotidianidad derivados de la pandemia representaron un gran desafío para la intervención de profesionales en casos de maltrato. Los encuentros entre mujeres y expertas se complicaron, lo cual obligó a inventar nuevas estrategias de intervención y acompañamiento. Es preocupante cómo las estadísticas señalaron un aumento sostenido en los casos de violencia. “Las demandas estaban aumentadas tanto como la violencia en ese entonces; se requirieron ajustes reflexivos y estructurados para trabajar en medio del aislamiento”, detalló.
La licenciada también mencionó el rol fundamental que las mujeres asumieron a nivel doméstico y laboral durante la cuarentena, portada en muchas ocasiones de tareas de cuidado y responsabilidades como el teletrabajo.
La reflexión apuntó hacia el hecho de que el sistema patriarcal designó casi monopólicamente estas labores a las mujeres, algo que la pandemia solo acentuó. Igualmente, remarcó que es notable cómo los servicios públicos que intervienen en el abordaje de casos de violencia, en su mayoría, están encabezados por mujeres. No solo se trata de un número significativo de trabajadoras sociales y profesionales que asumen estos roles, sino que se adaptan a cada mujer que busca su amparo y ayuda.
Hacia el final de su investigación, Almuna Rojas insistió en que atender la violencia de género requiere una mirada crítica hacia los lugares, las dinámicas personales y los riesgos latentes que estos encarnan. Una de sus conclusiones más significativas hace hincapié en la necesidad de políticas integrales y presupuestos robustos que permitan aborde de manera efectiva estas problemáticas.
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