Acompañada por la custodia de Casa Militar, la vicepresidenta se retiró entre silbidos, abucheos y hasta insultos.
La basílica de Flores se convirtió en escenario no solo del homenaje a Bergoglio, sino también de la controversia política, ante la presencia de la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien asistió para honrar al recientemente fallecido papa Francisco.
Vestida de luto riguroso y acompañada por el séquito de seguridad de la Casa Militar, Villarruel ingresó a la iglesia sin que se registraran incidentes significativos en un principio. La atmósfera dentro de la basílica era solemne, siendo la misa para el pontífice quien había tocado vidas y corazones alrededor del mundo.
Durante el servicio, la vice fue saludada por diversas personalidades políticas, entre ellas Leandro Santoro, quien también acudió al evento en señal de respeto y duelo compartido. El político porteño, destacado por su apertura al diálogo, intercambió palabras cordiales con Villarruel, lo que resonó en los medios como un momento de respeto bipartidista, inusual en tiempos de tensión política.
Sin embargo, al finalizar el servicio, y ya en las afueras de la iglesia, el tono cambió abruptamente. La vicepresidenta fue recibida con abucheos y cánticos de desaprobación. Algunos asistentes, visiblemente emocionados y con símbolos del papa en sus manos, le gritaban frases que evocaban tiempos oscuros de la historia argentina. “A donde vayan los iremos a buscar”, repetían, aludiendo a su controversial historia política.
La jornada dejó un sabor agridulce en una ceremonia que debía ser de homenaje y paz, resaltando las tensiones políticas latentes en la sociedad argentina.
