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hace 3 semanasel
Sucedió en Córdoba, en el barrio Paso de los Andes, luego de que los malvivientes intervinieran todos los celulares de las víctimas.
Esta madrugada, en el barrio Paso de los Andes, los integrantes de una familia se enfrentaron a una situación que jamás imaginaron. Despertaron al sonido persistente del teléfono fijo. La hora marcaba las 2:30 y al otro lado de la línea, las súplicas de un joven aterrorizado resonaban. La voz parecía ser la de su hijo de 29 años exclamando, “mamá, me entraron a robar. Me reventaron la puerta de la casa, me pusieron una bolsa en la cabeza, no sé dónde estoy. Ayúdame, por favor”. Lo que siguió fue una orquestada cadena de eventos que hundió a la familia en una angustia inenarrable.
Débora, la madre del joven, consternada y temblando, pasó el teléfono a su esposo. Juntos trataron de reunir sus pensamientos mientras los extorsionadores aumentaban la presión. La demanda era clara: joyas, dinero y todo lo valioso que poseyeran a cambio del regreso seguro de su hijo. “Cada grito y cada súplica se clavaban como espinas”, recuerda Débora.
Durante la llamada, los astutos extorsionadores no sólo habían intervenido sus teléfonos sino además monitoreaban cada movimiento. Cada intento de Débora por contactar a su hijo mediante su celular despertaba amenazas aún más siniestras de aquellos al otro lado de la línea. “Por encender tu teléfono, tu hijo pagará con sus dedos”, advertían, elevando el odio y el miedo a niveles insoportables. “Yo rogaba, tirada en el piso, no podía entender lo que estaba pasando”, contó. Los gritos de su hijo, según Débora, se escuchaban de fondo, aumentando su angustia.
Siguiendo las instrucciones de los extorsionadores, Débora juntó dinero, joyas y objetos de valor, y los llevó a un punto indicado en calle Batalla de Cépeda, siempre con el celular abierto y recibiendo órdenes paso a paso. Tras dejar los objetos, regresó a su casa, pero las demandas continuaron. “Querían más dinero, ofrecimos el auto, electrodomésticos, pero no lo tenemos, lo que había estaba en esa bolsa”, explicó.
El desenlace llegó a las 3:30 de la madrugada, cuando el extorsionador que hablaba con el esposo de Débora reveló la verdad. “Mira, yo soy un profesional en esto, soy un retirado de la Policía y nunca estuvimos con tu hijo”. El joven, de 29 años, estaba durmiendo en su casa y no fue víctima de ningún ataque. Sin embargo, la familia sigue convencida de que escuchó la voz de su hijo al inicio de la llamada, lo que plantea interrogantes sobre la sofisticación del engaño.
La denuncia fue presentada en una comisaría del sector y la familia planea reunirse con las empresas de telefonía para investigar cómo los delincuentes intervinieron sus líneas.
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