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Y la estatua habló… | Diario El Cordillerano

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José Roberto García, un artista callejero que, a pesar de tener que permanecer rígido, no se queda quieto; lo impulsa un espíritu nómade.

Una estatua charlatana (fotos: Facundo Pardo).

José Roberto García es neuquino, pero más acertado sería decir que es un ciudadano del mundo.

“Viajé bastante”, resume él.

En cualquier caso, conviene aclarar que José es una estatua… Bueno, una estatua viviente, es decir, un artista callejero que se mantiene representando un papel sin moverse durante espacios prolongados de tiempo, vestido y maquillado como si de una figura de ese tipo se tratara.

Hace treinta años, José –que anda por los cincuenta y dos– decidió partir de su Neuquén natal para recorrer Argentina y, también, diversas partes del mundo.

“Yo quería viajar. Hacía teatro, pero con eso resultaba complicado moverme… Entonces, surgió la idea de la estatua”, explica.

“En lo que hace al país, prácticamente fui desde Ushuaia a la Quiaca; también estuve en Bolivia, Perú, Brasil, España…”, cuenta.

A Bariloche llegó hace tres meses, tras haber permanecido en Mar del Plata algo más de dos años.

Todo esto, José lo narra como un rey medieval plateado, en plena calle Mitre.

Resulta raro entrevistar a una estatua, hay que reconocerlo… En cualquier caso, aclara que “el vestuario va variando” y que él mismo se encarga de realizarlo, con material reciclado. Al respecto, bromeando acerca del papel de “monarca”, afirma que interpreta a “un rey del tercer mundo”, porque es “de plástico y cartón”.

Tras las risas, detalla que utiliza maquillaje artístico, por lo que la tonalidad plateada no daña a su piel, y cuenta que también suele utilizar otros colores, por lo que se lo ha visto de estatua cobriza, blanca y negra, por ejemplo.

Asimismo, ha interpretado, siempre en la quietud de una efigie, a un gaucho, arlequines, la figura de la Justicia…

Cuando alguien deja una colaboración por su papel, él interactúa brevemente con esa persona, lo que le permite, a través de mínimos movimientos, cambiar de postura.

Igualmente, remarcando que siempre se dedicó al teatro, aclara que nunca le resultó complicada la cuestión de la quietud, debido a prácticas de respiración y expresión corporal. “Tuve las bases para poder hacerlo”, señala.

En cuanto al porqué de su carácter nómade, se remite a una infancia donde su papá, por cuestiones laborales, solía viajar por distintas partes de Neuquén. “Andábamos como bola sin manija”, evoca.

“Si me quedo mucho tiempo en un lugar, me aburro”, resume la estatua… ¡Perdón!,  José.

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